“La tierra de la gran promesa”: ¿Dónde está la verdad en estos tiempos corruptos?
★★★★☆
Por Diego Gándara
Siempre existe un testigo de los hechos que, cuando da su versión de los hechos, hay algo que no cuenta. ¿Qué es, en ese sentido, lo que no se dice sobre Diego González, el protagonista de «La tierra de la gran promesa»? ¿Y quién es el testigo de su periplo vital? ¿Él mismo? ¿O alguien que cuenta lo que Diego González no quiere contar?
Novela de corte actual, con temas que abarcan desde la corrupción al narcotráfico y la mala influencia de las redes sociales y del mundo audiovisual, el volumen ancla su título en la película del mismo nombre, dirigida por Andrzej Wajda, y cuyo estreno en la Cineteca Nacional de México el 24 de marzo de 1982 estuvo acompañado por un incendio provocado en el que se perdieron cientos de cintas y la vida tres personas. Ese día, el del estreno, Diego González era un joven estudiante de cine que, junto a dos amigos inseparables, acudió a la Cineteca para verla convertida en cenizas. Pero los años han pasado y Diego es ahora un hombre consolidado en la industria audiovisual como un prestigioso documentalista. Tiene más de cincuenta y vive en Barcelona en compañía de su mujer y del hijo de ambos tras haberse marchado de México perseguido por la sombra del pasado y su último rodaje: un filme sobre Salustiano Roca, narco que, después de estrenada la película (gracias a un detalle de ésta), acabó en prisión.
Entre el pasado y el presente
La intriga, los secretos, los límites imprecisos entre la vida privada y la pública y aquello que no quiere saberse pero acaba emergiendo componen el marco, pues, en el que se mueve la trama tejida por Villoro. Porque entre aquellos hechos del pasado (el incendio en la Cineteca y la muerte de un amigo) y un presente que parece estable pronto se abre una grieta que engulle a Diego como en una pesadilla. Especialmente cuando un viejo conocido, el periodista Adalberto Anaya, deja de ser su admirador para acusarlo de haber entregado a un narco mexicano. ¿Dónde está, pues, la verdad?, parece ser la pregunta que recorre las páginas de la novela. ¿En la vida del protagonista o en quien cuenta sus hechos? La respuesta, en cualquier caso, es otra: la verdad, en estos tiempos de corrupción política y de vidas expuestas a la intemperie, habla por sí misma de aquello que no puede decirse.
▲ Lo mejor
Gracias a un estilo ameno, sus más de cuatrocientas páginas no resultan pesadas para el lector
▼ Lo peor
Juan Villoro no defrauda jamás en su mirada certera sobre nuestros tiempos