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¿Tienes fuego?
Chenoa: «No me interesa el amor»
La artista canta, presenta y habla de sí misma con propiedad, bajo el espíritu de John Wayne y una carcajada hermosa

Quienes la ven en la tele creen que esta mujer tiene púas en vez de piel y alberga en su interior el espíritu de John Wayne y Clint Eastwood juntos, que pobre del que se meta con ella. Pero si la tuvieran enfrente un buen rato, concluirían que es un amor al cubo. Apenas comenzamos a hablar le explico el tipo de entrevista que le voy a hacer y le digo que no tema porque ella es Rambo, y la carcajada que me regala es hermosa y está perfectamente afinada. Canta, presenta y habla de sí misma con propiedad: no se la pierdan.
La vida le está tratando bien. Quizá demasiado. Y a una edad en que las mujeres del medio artístico suelen acusar un declive en su actividad.
La verdad es que sí. Lo decía el otro día, que era llamativo, o al menos para mí. Cuando somos jóvenes, todos nos imaginamos de mayores, ¿no? Y había una foto ahí que me ha sorprendido con 50, que es estar en el mejor año de mi vida, sinceramente.
También es verdad que su éxito actual tiene más que ver con la comunicación que con la canción. ¿Eso mitiga su felicidad?
No, qué va, al contrario. Siempre he buscado una manera de llegar a la gente, y a veces ha sido con la música y otras por la televisión. También creo que empecé por las dos vías y el universo me estaba medio guiando, y la música siempre ha llegado. Pero la tele me ha dado más pie a entrar en las casas, a sentarme en el sofá con las familias.
El “momento chándal” ha quedado, pero no me reconozco. Veo a una chavala muy jodida, desprotegida, dolida. Me da mucha ternura
¿Y cómo va la canción, qué anda tramando?
No hago música porque tenga que hacerla o porque ya toca, no me gusta la obligación en la música. En otros trabajos sí acepto eso, pero en la música me parece forzado y no lo hago a gusto. Y si no me apetece cantar, no canto, directamente. El otro día estuve de concierto en Santurtzi (Santurce) y estaba emocionada. Fue uno de esos conciertos que salen tan bonitos, que son tan fantásticos y tan mágicos, que la gente estaba entregada y yo también.
¿Y tiene intención, a medio o a largo plazo, de sacar disco?
Es que los discos ahora mismo no me llaman la atención. Y lamento decirlo, porque yo soy muy de vinilos. Pero está el patio un poquito ajetreado, ¿sabes? Es una inversión que luego no me remunera nada, en ningún sentido. Porque me da mucha pena que se queden canciones en el disco que luego no terminan de exponerse como yo quiero.
Porque hoy día se escuchan dos canciones y el resto se ignoran, a pesar de la calidad que puedan tener.
¿Dos canciones? Te vas a mucho. Una canción, y con que suene una semana… Es que es muy duro. O sea, es muy efímero para algo que tardas tanto y quieres tanto. Es como... Uf. Y duele, ¿eh?
El reguetón y el trap llevan demasiado tiempo ejerciendo una tiranía incontestable: es lo que manda en las radios y lo que más consumen los jóvenes. ¿Le cuadra?
Sí que me cuadra. Cuando empecé a promocionar «Absurda Cenicienta», que salí de España, el reguetón ya estaba ahí. Estuve con Daddy Yankee y con Don Omar, y estaba la Mala Rodríguez, una jefa para mí, de las pioneras. Pero era un reguetón con un tipo de poesía en la letra mucho más… curtida, pero el ritmo de base era lo que está sonando ahora. Lo que pasa es que se ha ido empobreciendo el mensaje, el lenguaje, y a los que nos gusta la música, porque yo escucho desde Beethoven hasta un reguetón, pues nos da un poco de cosa que no haya evolucionado a mejor.
De los miembros de la primera edición de ‘OT’ (la más importante), la que tenía el carácter más bronco era usted. Tuvo que esforzarse mucho desde bien joven, y eso marca.
Sí, sí, sí. Y agradezco ahora el no haberme callado y no haberme doblegado ante nada. Porque me puedo haber equivocado, pero cuando tienes esa forma de ser hay más respeto. Sobre todo en esa época, 2000, 2001, muy machista, en la que todavía estábamos en ciernes a la hora de poder protegernos más. Pero a mí me sirvió, a mí no se me acercaba nadie. Pero porque veían que era contestona, que no iba a pasar mi media. Y eso me ayudó, me protegió.
Cuidado con Chenoa.
Ojito. Ja, ja, ja.
Lo de Rambo que le decía antes.
Ja, ja, ja. Es una mentira como una casa, pero viene bien. Y te digo más: con 50 ya estoy un poco «agotá». Cuando me conocen, dicen: «Pero esta señora…», ja, ja, ja. Hombre. Es verdad que tengo, cómo decirte… La capa de Superman. Y luego, cuando estoy en mi casa, me la quito porque ese es un papel muy agotador. Tengo mucho sentido del humor, soy muy sarcástica, muy mimosa, muy melosa. Cuando veo a mis amigas les digo: «Pero qué guapas estáis», o a los chicos: «Qué guapos estáis». Soy así porque me gusta; soy una tía que me va ese rollo, pero sin dejar ese punto punkero que tengo a veces. Cuando tengo que protegerme, sale fuerte. Pero cuando estoy tranquila es gracioso, nada más.
Con 50 estoy en el mejor año de mi vida
A su pesar, impuso en España el «momento chándal», eso de que le pille a uno la tormenta con lo puesto. Ahora puede que hasta le haga gracia.
El «momento chándal», que tú dices, ha quedado, ha quedado. Lo que pasa es que yo, a estas alturas, no me reconozco. Ahí veo a una chavala muy jodida, la verdad. La veo muy desprotegida, muy dolida. Me da mucha ternura, sinceramente. Cuando lo ponen, digo: «Ay, qué lástima». Porque eso es lo que se traduce de esa imagen constante. Porque que se abuse de ponerlo cada año... Es como que los medios han intentado que no crezca, que siga teniendo un chándal y 26 años. Por eso creo que mi trabajo de este año, de los 50 años y no de los 26, es mi manera de pegar un puñetazo en la mesa y decir: «Señores, tengo 50. Son 25 años ya, y estoy aquí. Y estoy bien».
Cuando Ábalos salió al portal de su casa en camiseta, vaqueros y deportivas, algún periodista avispado estableció el símil con su citado momento. Manda huevos, ¿no?
Es la conexión de la parte humana. Creo que el que vea esa foto y vea la mía, lo que las conecta es un momento de vulnerabilidad. Cada uno en su situación, evidentemente.

No puedo cerrar esta entrevista (mi jefe me mataría) sin preguntarle por el amor en su vida, o por la ausencia del mismo. No me dé un titular si no quiere, o sí, pero sí una respuesta jugosa.
Vale. No me interesa el amor. Ahora mismo estoy muy centrada en lo que me da amor, que es hacer lo que me gusta, y estoy muy en paz con eso. Y creo que me lo he pasado muy bien también.
Mujer, no hable como si ya fuera una cosa que se ha acabado para siempre...
No, pero sí estoy en esa etapa de que no me apetece. No estoy cerrada, jamás, porque el amor es muy impredecible. Es como aquello de cuéntale los planes a Dios para que se eche unas carcajadas, pues esto es lo mismo. Pero también te digo que algo muy bueno tendría que llegar a mi vida para que yo le abra la puerta.
Por supuesto que tengo fuego. El otro día salí al escenario que parecía un toro Miura. A mí no me apagan ni los bomberos
Pero no es imposible chocarse en una esquina con un nuevo amor, ¿no cree?
Yo no podría tampoco cantarle al amor si no creyera en él. Sería una incoherencia. Partiendo de eso, me fascina ver a mis amigas que se enamoran. Y también es verdad que ahora puedo charlar con muchísima gente, con situaciones diferentes, y dar un poco de bálsamo, de paz, porque de todo se sale, todo irá bien, y todo va pa’lante. El mundo gira aunque a ti se te pare. O sea, que todo bien, ja, ja, ja.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?
Obvio. El obvio es muy argentino, pero es obvio. Sí, sí, por supuesto que tengo fuego. El rock and roll tiene fuego, si no, no te subas. Hombre, por Dios. El otro día salí al escenario que parecía un toro Miura. No, no, a mí no me apagan ni los bomberos.
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