Adam Zagajewski: «Las ideologías que habíamos desterrado han entrado por la puerta trasera»
Hoy participa en un coloquio organizado por la Fundación BBVA sobre cultura europea y mañana en una lectura de sus poemas en la Residencia de Estudiantes en un acto abierto al público.
Hoy participa en un coloquio organizado por la Fundación BBVA sobre cultura europea y mañana en una lectura de sus poemas en la Residencia de Estudiantes en un acto abierto al público.
En uno de sus poemas, asegura que «sólo en la belleza creada / por otros hay consuelo, / en la música de otros y en los poemas de otros. / Sólo otros nos salvan, /aunque la soledad sepa a opio». Adam Zagajewski, el poeta que se pregunta «¿qué son las palabras?», indaga en su último libro en uno de los dioses, «aunque no el único» que habitan su panteón: Rilke. «No estuvo apegado a la tradición, como a veces se ha dicho. Llegó a la poesía a través de la experiencia».
–¿Como usted?
–Yo busco un equilibrio entre la vida y la tradición. No quiero que mi trabajo sea sólo un eco de la tradición. Quiero que esté pegada a la vida, a lo que sucede en el mundo. Lo que observo es que hay un cierto peligro de que la poesía de uno se vuelva académica. No me gustaría que me sucediera algo así a mí. No quiero ser visto como un poeta de biblioteca, que escribe cosas que no tienen que ver con la vida real.
–¿Qué le influye más?
–Todo se refleja en mi poesía: la vida familiar, la amorosa, un partido de fútbol, la primavera, la fe. Escribí una serie de poemas donde se reflejaban mis padres, por ejemplo, aunque tampoco me dejan en paz los temas políticos. La poesía es un puente que construimos entre lo interior, que exige concentración y ensimismamiento, y lo que sucede en el exterior.
–Habla de política. Usted se marchó de Polonia. Criticó el comunismo. ¿Cómo ve la resurrección de los populismos?
–Las ideas son muy importantes, pero me gustaría distinguirlas de las ideologías. Las ideologías son una perversión de las ideas. Pertenezco a una generación que ha sufrido la tortura del sistema comunista y le digo que la ideología es una patología de lo que son las ideas puras, que son entes libres. Ahora es como si las ideologías, a las que habíamos desterrado, hubieran entrado por la puerta trasera. El fascismo y el comunismo son ideologías duras, definidas; los populismos son ideologías blandas, pero tenemos que defendernos de ellos porque son muy peligrosos.
–¿Qué piensa de los europeos que votan a partidos que no defienden los valores de la democracia?
–Es un asunto complejo. En cierto sentido, la cultura europea siempre acaba fallando, decepcionándonos. Es suficiente con ser joven y no haber leído para caer en esta trampa. Estos peligros que parecían olvidados, vuelven a plantearse. Uno de los errores es la falta de comunicación entre generaciones y que los chicos de ahora no hayan leído el mensaje que ha dejado el pasado.
–¿Ha afectado el materialismo de nuestras sociedades?
–Es incómodo responder a esta pregunta, porque se me puede acusar de elitismo. Pero pienso es que es indudable que cada generación tiene su propia élite intelectual. Esto también sucede hoy. He conocido a cientos de muchachos que han sacrificado el éxito material por estudiar, escribir y son los nuevos candidatos a integrar esta élite. Es muy difícil pedir que todos los jóvenes tengan fervor o interés por la cultura.
–Proviene de un país católico. Pero el cristianismo está replegándose en Europa. ¿De dónde deben emerger hoy los valores si la religión ya no los puede dar?
–El cristianismo nos ha transmitido una sensibilidad moral que todavía existe hoy en día. Eso no quiere decir que olvidemos, digamos, los pecados que ha cometido la iglesia. El humanismo europeo, en su vida social, ha dado lugar a cierto liberalismo de entendimiento entre las personas. Se manifiesta en organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos de los animales y las personas. Ellos son la nueva fuerza. Y aunque es una energía que no es cristiana, se inspira en el cristianismo.
–¿Considera que existe una cultura común europea o no?
–Sí. O, al menos, la debería haber. Aunque «debería» no va bien en este contexto. No sabemos quién podría ser el encargado de una cultura común en Europa. Desde luego, una comisión europea no lo va a hacer. Este era uno de los sueños de los disidentes de la Europa del Este: crear una Europa unida a través de la cultura, el arte, la música. Luego resultó que los precios de la mantequilla eran más importantes. Existe una comunidad cultural europea. Pero también es cierto que cada generación tiene que defender la idea de una Europa común como si fuera nueva. Esto no es algo dado para siempre. Pero hay algo más.
–¿El qué?
–Aparte de estas grandes palabras y lemas, de todas las cosas que hemos compartido en la historia, creo que la civilización también se basa en la honestidad humana. Se puede desconocer a Homero y ser una persona honrada. Esto es esencial para el desarrollo y construcción de una cultura europea basada en normas, pero no tan rígidas, sino más flexibles.
–Rilke estuvo durante años esperando el momento de inspiración para escribir las «Elegías de Duino». Para usted, que se pregunta ¿qué son las palabras?, ¿cómo es el hallazgo poético?
–Creo en la existencia de una energía mística. La poseen todas las personas, aunque los poetas suelen extenderla más, suelen desarrollarla más. A pesar de toda la ciencia, no sabemos nada sobre el sentido último de la vida o de la muerte. Esta pregunta es la que libera en todos nosotros esa energía, la que impulsa la búsqueda para intentar conquistar estas cuestiones, aunque jamás seremos capaces de contestarlas.