Literatura

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Adiós a los seudónimos: literatura con nombre de mujer

Este año, las escritoras han merecido la mayoría de los premios literarios más prestigiosos del panorama internacional. De las hermanas Brontë, que se escondieron tras alias masculinos, a las ambiguas iniciales de la autora de "Harry Potter", ¿sigue siendo necesario para ellas firmar como ellos?

Margaret Atwood y Bernardine Evaristo, ganadoras del Premio Booker
Margaret Atwood y Bernardine Evaristo, ganadoras del Premio Bookerlarazon

Este año, las escritoras han merecido la mayoría de los premios literarios más prestigiosos del panorama internacional. De las hermanas Brontë, que se escondieron tras alias masculinos, a las ambiguas iniciales de la autora de "Harry Potter", ¿sigue siendo necesario para ellas firmar como ellos?

Currer Bell, George Sand, A.M. Barnard, Isak Dinesen. Nombres de pluma masculinos creados por escritoras que, en su momento, no pensaron que sus obras serían tomadas en serio si las firmaba una mujer. Pero de eso hace siglos. En 2019 Ida Vitale, Siri Husvedt, Margaret Atwood, Bernardine Evaristo y Olga Tokarczuk ganaron los más prestigiosos premios de literatura del mundo. Del Cervantes a los recién entregados Booker y el Nobel, este año todos han premiado a escritoras.

Sin embargo, las estadísticas dicen que el del libro sigue siendo un sector predominantemente masculino –no en cuanto a lectura, pues más leemos nosotras que ellos. En España, de los 55.501 títulos publicados en 2018 apenas el 32,1 por ciento los firman mujeres, de acuerdo con un estudio publicado por el Ministerio de Cultura en junio de este año. Elena Ramírez, directora de Seix Barral, comentaba este año a “El País” que una de las razones para esa desigualdad es que “a las editoriales han llegado, hasta los últimos dos años, muchísimos menos manuscritos de mujeres".

Controlar el optimismo

Y aunque la predominancia de mujeres galardonadas este año parece indicar que se está produciendo un cambio, una revisión histórica de la mayoría de estos reconocimientos invita a controlar el optimismo. El Pulitzer de ficción, por ejemplo, que este año fue para Richard Powers, no ha recaído en ninguna mujer desde 2014, cuando lo ganó Donna Tartt. El Nobel de Literatura lo han ganado solo 14 mujeres desde su creación en 1901 y el Cervantes ha sido otorgado a 4 escritoras en 44 ediciones. En 38 años, siete mujeres han ganado el Princesa de Asturias de las Letras (Susan Sontag y Fátima Mernissi lo compartieron en 2003).

Pero si los jueces de estos galardones demostraban hasta ahora un sesgo hacia lo masculino –y las razones para el nuevo giro dan para otro debate–, la tendencia entre las listas internacionales de “best-sellers” sí ha ido cambiando en las últimas dos décadas. Según la revista especializada “The Bookseller”, en 2017 el top diez de ficción en Reino Unido estaba dominado por mujeres –Margaret Atwood, Sarah Perry, Elena Ferrante, HelenDunmore, Arundhati Roy, Ali Smith, Zadie Smith, Naomi Alderman y Maggie O’Farrell– y entre ellas solo se colaba un autor, Haruki Murakami.

Ese mismo año, el top diez de ventas en España estaba repartido cincuenta-cincuenta: Dolores Redondo, Isabel Allende, Luz Gabás y Eva García Sáenz de Urturi (que tenía dos libros en la lista) compartían con Fernando Aramburu, Carlos Ruiz Zafón, Dan Brown,Ken Follett e Ildefonso Falcones.

También en 2017 el portal "The Pudding"publicó un interesante gráfico que analizaba la lista de “best-sellers” del “New York Times” por género de los autores desde 1950. El gráfico demuestra que, a partir de 1991 –y con varias excepciones, como el año 95, cuando solo fueron el 34 por ciento–, las mujeres han firmado casi siempre cerca de la mitad de los libros de la lista. Eso sí, siempre un poco por debajo de los autores. El año de mayor paridad fue 2001, cuando hubo 71 libros publicados por hombres y 70 por mujeres en la famosa lista. En 2016 nuevamente se repartieron el listado con bastante igualdad, con 90 libros firmados por ellos y 84, por ellas.

Adiós a los seudónimos

Históricamente, las mujeres han utilizado seudónimos masculinos por una variedad de razones que han cambiado con los tiempos. Hubo una época –demasiado larga– en que dedicarse a la escritura era cosa de hombres. Las mujeres que escribían lo hacían como hobby. O escribían literatura de menor nivel, no cosas serias como las de los hombres. Géneros como la ciencia ficción y el terror estaban fuera de su alcance o no eran propios de señoritas.

Que se lo digan a Louisa May Alcott, que publicó varios relatos góticos como A.M. Barnard antes de “Mujercitas” (más tarde, los cuentos serían reunidos bajo el acertado título “Detrás de la máscara”). O a Karen Blixen, autora de “Memorias de África”, que firmó sus “Siete relatos góticos” como Isak Dinesen.

Y no todos los ejemplos son tan antiguos: J.K. Rowling confesó hace unos años que utilizó sus iniciales para los libros de Harry Potter porque la editorial se lo recomendó como estrategia “para llegar a una base más amplia de lectores”. Era 1997.

Trece años después, una mirada atenta al mercado editorial demuestra que el número de mujeres publicando (y vendiendo) historias de terror, ciencia ficción y fantasía, y ficción en general, con sus propios nombres crece cada año (aunque el uso de iniciales, intencionadamente ambiguas, sigue siendo común. Es el caso de E.L. James y V.E. Schwab).