Marta Robles

Adrián Lastra: «Es muy complicado enfrentarte al suicidio. Es un tema tabú»

Es uno de los protagonistas de «Litus», un filme coral dirigido por Dani de la Orden en el que desarrolla un personaje lleno de ternura y matices

Adrián Lastra / Foto: Jorge Puente
Adrián Lastra / Foto: Jorge Puentelarazon

Es uno de los protagonistas de «Litus», un filme coral dirigido por Dani de la Orden en el que desarrolla un personaje lleno de ternura y matices.

Adrián Lastra iba para cantante. O eso quería de jovenzuelo, aunque antes ya se ganaba la vida, tras conseguir el grado medio de Equipos Electrónicos de Bajo Consumo, arreglando telefonillos, antenas, datáfonos y demás. No le gustaba estudiar, pero pasado el tiempo y tras ganar varios concursos de música «que realmente no sirven para nada y no son más que sacacuartos», dice Adrián, acabó convertido en un reconocido actor y teniendo que estudiar un guión tras otro. Entre ellos, el de la recién estrenada «Litus», donde borda un personaje lleno de ternura y de matices.

–Por lo intimista y por los diálogos, «Litus» es un regalo para los espectadores y también para los actores, ¿no?

–El guión de Marta Buchaca, viniendo de la obra de teatro era bastante intimista, pero la forma de rodar del director, Dani de la Orden, que es un chaval que tiene 30 años y una cabeza que es una maravilla, nos dio la oportunidad de hacer estos personajes de una manera muy especial. Eran unos personajes muy bonitos sobre el papel, pero con los que había mucho diferencia después desde lo escrito hasta lo que nosotros llegamos a rodar. Y yo creo que eso ha pasado porque las curvas de los personajes podían ser muy grandes emocionalmente en sitios donde los personajes eran muy oscuros o muy tristes o muy divertidos también. Ese el caso de Marcos, que pasa del drama a la comedia en una palmada.

–Sí, su personaje tiene de todo: comedia, drama , tics, tocs...¿Ha sido un reto?

–Un reto y un regalo. Al principio te da miedo, cuando sabes que tienes que interpretarlo sin llevártelo a la comedia, porque la película no está hecha para hacer gracia, sino que pretende que estos personajes sufran mucho una pérdida, el no poder despedirse, el no entender la decisión de su amigo.

–Es que en la película se trata un tema del que cuesta mucho hablar, el suicidio.

–Es un tema tabú. Es muy complicado enfrentarte a un suicidio. Yo, por desgracia, sí he tenido gente que se la ha llevado la vida o se han ido. Y es duro, porque no entiendes como bien dice el personaje de Quim Gutiérrez, por qué ahora ya no está y por qué no sabíamos realmente cómo era. Deja muchas dudas en tu cabeza de ¿por qué? ¿por qué no lo dijo? ¿Por qué no me fijé en esa mirada, en ese gesto, en esa foto que se hizo en el parque de atracciones y estábamos todos sonriendo y él, que tenía un peluche súper grande que había conseguido en la verbena no está riéndose?

–Dicen los que saben que ha crecido usted mucho interpretativamente desde el boom de «Velvet» hasta ahora ¿se lo ha notado?

–Muchas veces soy poco consciente de lo que estoy haciendo cuando estoy trabajando pero cuando vi «Litus» sí me di cuenta ese cambio. Yo ya había hecho cosas diferentes, sobre todo en teatro, pero a la hora de enfrentarme a un personaje tanto en el cine como en la televisión y demás, ahora, y te va a sonar muy raro, yo que soy una persona muy insegura, tengo una inseguridad, segura. O sea, estoy muy inseguro, pero lo tengo muy claro.

–Los que no lo tienen tan claro son los personajes de la película. Son todos treinta añeros y en algunos de sus planteamientos podrían confundirse con chicos de veintipocos.

–Claro, porque tienen el síndrome de Peter Pan, de no querer crecer, de la inmadurez.

–¿Se es inmaduro a los 30?

–En nuestra sociedad hay una inmadurez bastante grande. Parece que nos basamos más en los Instagram y en aparentar que en ser realmente quien queremos ser ¿sabes? Ser inmaduro no es jugar a la consola, estar en Instagram, o tener en la estantería al capitán América, o a Hulk, la inmadurez es el miedo al compromiso y a la responsabilidad.

–Ha hablado de Instagram y sale usted en ellas desnudo y con cuerpazo de gimnasio. ¿Exhibicionismo?

–Pues obviamente he hecho ejercicio, pero no te creas que hago mucho deporte. Ni me mato en el gimnasio ni hago dieta (llama a su hermana para que me confirme que lo que más le gusta es la fabada de lata, mojar pan y los refrescos de cola o las cervezas... «díselo, díselo») En un tiempo me dio por la gimnasia deportiva como calistenia, pero ahora hago máquinas, «hierros» como se dice en los gimnasios de barrio. Y lo de Instagram fue por la censura. Como un acto de rebeldía. Me hicieron unas fotos que me gustaron mucho y decidí subirlas. No sabía que darían que hablar.

–Lo que están dando que hablar mucho son los abusos sexuales. Y no solo los sufren las mujeres. Y usted tuvo una mala experiencia, ¿no?

–Sí un profesor de canto que tuve, del que casi he olvidado el nombre, pero no la cara, me dijo que me quitara la camiseta para ver cómo funcionaba el diagragma y me empezó a tocar primero el ombligo, luego un poco más abajo hasta llegar casi a la zona. Entonces me rayé. Al acabar la clase empezó a tratar de comerme la cabeza y acabó diciéndome «¿qué harías si yo te pusiera un maletín con veinte millones de pesetas para grabar un disco a cambio de una felación?» Yo le dije: «Pues o llamo a la policía o te mato yo o te mata mi padre». No sé por qué no denuncié. Tendría que haberlo hecho, pero con 18 años de hace 17 años...

–Volvamos a la interpretación. Ha hecho, si no me equivoco, seis temporadas de series durante seis años y medio, más un capítulo especial ¿Después de tanta seguridad no se siente un poco de vértigo?

–Por suerte no, porque siempre estuve compaginando la serie con teatro, teatro musical y cine. Es verdad que en «Velvet» cuando acababas una temporada ya tenías firmada otra y que yo hasta que no firmo un contrato , estoy grabando y marcan una claqueta siempre pienso que me van a echar... Pero lo que está viniendo y lo que está por venir son cosas muy bonitas.