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Alain Delon, el boicot feminista se lleva la Palma

larazon

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Mauricio Wiesenthal contaba (y cuenta, que la literatura siempre es presente) que las muchachas en flor que perseguía en el París de los 60 se dividían en dos facciones casi antagónicas: las que leían a Sartre y las que se decantaban por Camus. Las primeras teorizaban largamente sobre el sexo y combatían la religión y la moral, pero a la hora de la verdad no sabían desnudarse sin reparos; a diferencia de las segundas, vitales y vitalistas sin trampa ni cartón, sin la rémora del hipócrita vademécum del gafapasta, del exitencialismo de baratillo. Sería injusto trazar un paralelismo perfecto con la dicotomía Jean-Paul Belmondo-Alain Delon, pero algo hay de eso. Como Camus y Sartre en los libros, el feo más guapo del mundo (o viceversa) y el apolo más enigmático de la pantalla se disputaron la taquilla y los afectos del público en aquellos mismos años 60. Ambos emergieron a la par en 1959: Belmondo con «Al final de la escapada»; Delon con «A pleno sol». De la mano de Godard, el primero, con esa sonrisa sardónica escondida tras sus gruesos labios, fue el emblema de la Francia goliárdica, inconformista pero también cínica; el segundo encontró en Italia un trampolín para su versatilidad y en los años siguientes fue algo más que un bello rostro. En general, un misterio de ojos azules, homicida camaleónico en «A pleno sol», samurai austero en «El silencio de un hombre». En 2011, el Festival de Cannes rompió la baraja y premió con su Palma de Honor a Belmondo, el siempre simpático Belmondo. Ahora, vuelve a equilibrar la balanza homenajeando a Delon. Es de justicia, desde luego, pero una jugada tan arriesgada que cuesta creer que un festival a veces tan buenista se haya lanzado a la piscina. Solo hay algo más abultado que su filmografía: la lista de sus amantes. Y su relación con las mujeres siempre ha dado que hablar. Desde su extraña historia con Romy Schneider hasta estos días del #MeToo en el que muchos no le perdonan este tipo de cosas: «Es por las mujeres que quise ser el más grande», «en mi juventud fui acosado por algunas mujeres»... Pero lo más peliagudo fue esta reciente confesión: «Si dar una bofetada es de macho, sí, he sido un macho». Su hijo menor le acusó, además, de haber roto las costillas a su madre, algo que Delon niega. Lo que no oculta es su posición respecto a la homosexualidad («Va contra natura») y su amistad con Jean-Marie Le Pen. Ayer, Thierry Fremáux, director de Cannes, tuvo que puntualizar lo obvio: «Le premiamos por su carrera como actor, no le damos el Nobel de la Paz». Lo dicho, cuesta creer que no se hayan echado para atrás. De hecho, una organización feminista de EE UU ya ha pedido retirarle el premio por «racista, machista y homófobo». Aún está por ver si puede recibir la Palma en paz.