Carmen Machi

Álex de la Iglesia: «Disfruto cuando veo sufrir a mis personajes»

«El bar» inaugura el Festival de Málaga, que este año se abre por vez primera al cine latinoamericano.

De la Iglesia presentó ayer el filme en Málaga
De la Iglesia presentó ayer el filme en Málagalarazon

«El bar» inaugura el Festival de Málaga, que este año se abre por vez primera al cine latinoamericano.

De la terraza a la recepción del hotel AC Málaga median 15 plantas. Aquello está tan alto que hasta se taponan ligeramente los oídos. Pero ahí mismo, compartiendo un pequeño espacio con Álex de la Iglesia, nos surge la primera pregunta. El director pide un cigarrillo y le ofrecemos. Otro compañero de Comunicación aprovecha para sumarse al atraco consentido.

–¡Cómo son los del cine...! –digo.

–¡...Siempre pidiendo! –completa, irónico, De la Iglesia.

Y, ya fuera, más serio, matiza sus palabras: «Lo más importante para el cine español es dar ahora una imagen de trabajo positiva, dar esa sensación porque además es la verdad. Este año pasado ha sido uno de los mejores, con cintas como «Tarde para la ira», «Que Dios nos perdone», la película de Bayona... Me siento muy orgulloso de lo que se está haciendo en este país.

–Y, sin embargo, no dejan de verlos a ustedes como a unos pedigüeños...

–Esa opinión está mediatizada por gente a la que le interesa dar esa imagen del autor. A mí lo que me atrae es la idea de ganas e ilusión. Yo tengo el privilegio de trabajar en una cosa que me hace feliz, y eso lo pueden decir muy pocos.

Hace unos 20 años salía este bilbaíno de su ratonera de friki cinéfilo para cosechar un éxito imprevisto con «El día de la bestia». Ayer, tras pasar por Berlín, inauguraba con «El bar» el 20º Festival de Cine en Español de Málaga. Pero, a pesar de ser un director consagrado, confiesa, que cada proyecto hay que lucharlo como el primero, «y de cinco que tienes sólo sacas adelante uno». Entre los afortunados se encuentra este producto cien por cien «De la Iglesia», mezcla de costumbrismo cañí, horror y hasta gore en apenas 100 metros cuadrados, los del establecimiento en que un grupo de parroquianos se quedan encerrados tras un asesinato cometido en el exterior.

–¿Por qué un bar?

–Funciona como una especie de «imago mundi», un entorno teatral que representa el mundo y esa representación es liberadora. Ése es el origen de la tragedia: representar los problemas de forma exagerada y grotesca, sabiendo que es como un sueño y que cuando despierte de esa sensación me sentiré liberado. Cuando lo vives desde fuera el sufrimiento del otro resulta liberador.

–Desde luego que sus personajes las pasan canutas en la cinta. ¿No hay mucho de sádico en su cine?

–En griego, protagonista quiere decir «el que más sufre». Yo disfruto viéndolos sufrir, no voy a negar que hay cierto sadismo en eso.

De la Iglesia se rodea de habituales (Carmen Machi, Blanca Suárez, Mario Casas, Secun de la Rosa, Terele Pávez, Jaime Ordóñez...) para alimentar la idea de que el egoísmo por puro instinto de supervivencia es nuestra verdadera índole. Más aún en este mundo paranoico en que, dice, «nos sentimos más indefensos que nunca y hay que asumir que podemos morir en cualquier momento». Eso sí, en este gran bar que es el mundo, el bilbaíno lo tiene claro: ellas son las más adaptadas al medio: «Las mujeres de esta película son más poderosas que los hombres porque yo siento que es así, quizá es algo que venga de mi familia. Mi padre murió cuando yo tenía 12 años y mi madre se hizo cargo de la situación, y yo no noté que cambiara nada en mi vida. Los hombres de mi familia siempre hemos sido más débiles».

«El bar» surge de una imagen real y poderosa: De la Iglesia desayunaba con amigos en el Palentino (el célebre bar de Malasaña que ha recreado en su filme) cuando un mendigo entró «montando un pollo»; la dueña del negocio lo llamó, le dijo dos palabras bien dichas y le templó los nervios... El guión se empezó en una servilleta y el resto es cine y esa sensación entre claustrofóbica de «La cabina» y desesperantemente absurda de «El ángel exterminador» («Buñuel es el mayor creador de imágenes de todos los tiempos», defiende). «Todo eso está ahí –concluye-, pero no como homenaje o referencia, sino como parte de mi vida, porque yo no he tenido grandes vivencias. Mis vivencias son las películas que he visto».