Amalio de Marichalar: «Es mi responsabilidad defender Numancia»
El yacimiento fue propiedad de la familia Marichalar hasta que lo donó al Estado durante el reinado de Alfonso XIII, y logró que hasta Guillermo II, último káiser del imperio alemán, invirtiera en levantar las ruinas. Hoy en día, el hermano del ex marido de la Infanta mantiene la «gesta» familiar con su propio bolsillo. «El pueblo de Numancia murió por su libertad»
El yacimiento fue propiedad de la familia Marichalar hasta que lo donó al Estado durante el reinado de Alfonso XIII, y logró que hasta Guillermo II, último káiser del imperio alemán, invirtiera en levantar las ruinas
A siete kilómetros al norte de Soria, sobre el Cerro de la Muela en Garray, sobrevive el yacimiento celtíbero de Numancia, que, al igual que hace 2.150 años, cuando sus hombres y mujeres sucumbieron a la invasión del romano Publio Cornelio Escipión tras dos décadas de ejemplar resistencia, ahora se defiende de ambiciosos golpes inmobiliarios para edificar polígonos o similares construcciones que barran nuestra historia. Al frente de esta defensa se encuentra una familia propietaria de la finca en la que se encuentra el yacimiento y que durante el reinado de Alfonso XIII no tuvo reparo en cederlo al Estado para su conservación. En la actualidad, se afana en convertir las ruinas en Patrimonio Nacional de la Humanidad. «Si no nos hubieran inculcado desde pequeños la protección de esta necrópolis ahora estaríamos celebrando su desaparición. Y sería la pérdida del recuerdo de un pueblo que luchó hasta el final por su libertad. Numancia es uno de esos símbolos que vertebran el verdadero espíritu de la Europa de los valores», explica Amalio, conde Ripalda, primogénito de la familia Marichalar y hermano mayor de Jaime, el ex marido de la Infanta Elena.
–No sólo es el aniversario de la gesta numantina, también se cumplen 110 años desde que su abuelo donara el yacimiento. ¿Por qué tanta implicación en la causa?
–Mi abuelo no sólo cedió parte de su propiedad, sino que dos años antes puso todos los terrenos a disposición del senador Ramón Benito Aceña para construir el monumento en honor de los héroes numantinos. La hazaña de Numancia empezó a despertar entonces mucha curiosidad, hasta el punto de que Guillermo II, el último káiser del imperio alemán, ayudó a financiar las excavaciones dirigidas por el investigador Adolf Schulten. Es nuestra responsabilidad preservar su esfuerzo, y mi padre y mi madre siguieron la misma línea.
–¿Los motivos por los que se involucró su familia, cediendo incluso terreno, responde a un motivo diríamos que altruista?
–Rotundamente, sí. Pero en realidad ganamos todos. Mi abuelo sentía un gran respeto por la Historia y creía en la necesidad de tenerla siempre presente para recordar los aspectos positivos y aprender de los errores.
–¿Con qué se tienen que enfrentar a día de hoy?
–Hemos estado casi una década «peleándonos» contra el ayuntamiento de Soria por su intención de construir un polígono eliminando así la necrópolis. Ese destrozo hubiera enterrado para siempre Numancia y todo lo que significa. Habría sido un atentado para el patrimonio español, menos mal que al final ganamos los procesos.
–¿Y han tenido alguna otra oferta?
–No, no ha habido más tentativas, gracias a Dios. Para mí, sostenibilidad y cultura van de la mano, y ahí es donde vemos que Numancia no se podría entender sin lo que supone su conservación: un trato sostenible de todos sus vértices: empleo, cuidado del paisaje, de la historia y de la arqueología, así como de todos los espacios naturales en que está presente.
–Usted también es presidente de Foro Soria 21, que promociona el desarrollo sostenible. ¿La inversión en Numancia corre de su bolsillo?
–Ha corrido en exclusiva a cuenta de la familia. Todos los pasos son personales sin ninguna ayuda externa, y por parte del foro pues lo mismo, son recursos propios. No tengo la cifra evaluada, pero estamos hablando ya de más 150.000 euros en este momento invertidos en el proyecto.
–¿Ser hermano del ex marido de la Infanta ayuda o perjudica?
–Yo, lógicamente, siempre he querido mantener el hecho de que mi hermano sea quien es al margen de estas actividades y si algo puedo decir es que no ha sido precisamente un camino de rosas el tema. Las circunstancias las respeto, pero más bien ha sido un camino de espinas.
–¿La Casa Real ha manifestado su apoyo?
–No hemos solicitado ningún apoyo formal por razones obvias, no se nos ha ocurrido siquiera. Otra cosa es haber recibido la gratitud por desarrollar esta defensa del patrimonio histórico, pero eso es algo privado y no debo hablar de ello. Lo importante y lo bonito es que nos hemos mantenido estrictamente en nuestro sitio y solos hemos conseguido los objetivos.
–El principal actualmente es la defensa de la candidatura de Numancia como patrimonio de la Humanidad ante la Unesco.
–Llevamos más de once años recabando apoyos. A día de hoy, disponemos de 14.000 firmas individuales, es enorme tanto nacional como internacional, y de máximo prestigio y de todos los sectores. Para que Numancia esté dentro de la lista que propone España no debería quedar nada, suelto antes de verano, y a partir de ahí a esperar el momento en que elevemos la candidatura a la Unesco dependiendo de las que haya delante de nosotros en España.
–¿De qué apoyos estamos hablando?
–El museo arqueológico prusiano, la universidad católica de Chile... desde España, la universidad Autónoma, la UNED... Son innumerables, sobre todo, me quedo con la esencia del mensaje que nos transmitieron en el parlamento europeo, donde yo he estado dos veces, y es que Numancia representa el valor de un pueblo que muere por su libertad. La academia portuguesa nos respalda, porque Numancia es el último reducto de la invasión romana de la Península Ibérica, por lo que desde el país vecino hemos incorporado un nuevo pilar al de la cultura junto a los tres clásicos conocidos: el progreso económico, social y la defensa ambiental. Si la cultura es la mejor herencia de la sociedad hemos incorporado la piedra angular del desarrollo sostenible, y así nos lo han reconocido desde Portugal.
–¿Qué tenemos que envidiar del espíritu numantino, conocido como «el pavor de Roma»?
–Numancia representa la fusión de la cultura grecorromana y cristiana al establecer los derechos humanos que imperan en nuestra democracia. Porque estamos hablando de dos «ciudades eternas» integradas, Roma aportó las infraestructuras, la cultura... Además, este aniversario coincide con que este 2017 estamos celebrando el 60 «cumpleaños» del Tratado de Roma, y nos llega el permanente recuerdo de lo que Numancia ha representado en la defensa de los valores, de la dignidad y de la resistencia. El conjunto de Europa busca reencontrar esos valores que le unan, y Numancia es uno de esos símbolos que vertebra el verdadero espírutu de la Europa de los valores. Como decía Shuman, si tuviera que comenzar de nuevo empezaría por la Europa de los valores, no por la económica.
–¿Cómo encajan los sorianos la labor que lleva desarrollando su familia?
–Yo no sé si el agradecimiento consiste en tener una placa de reconocimiento, pero sí que se me ha acercado gente en la calle con un mensaje cariñoso, también me llegan comentarios... No es algo que se haga solamente para el presente, las futuras generaciones también lo agradecerán, y a nivel nacional e internacional hemos recibido expresamente cartas de felicitaciones desde los primeros ámbitos científicos, académicos, de las reales academias, universidades, institutos especializados... Tanto en España como en el extranjero.
Una agenda heredada de la Roma Celtibérica
El dinamismo de los celtíberos tiene su plasmación arqueológica en la difusión por las Mesetas y alrededores de objetos, técnicas y patrones decorativos, en su rápida adopción de la moneda o de la escritura y también en la creación de ciudades amuralladas, como Numancia o Segeda (Poyo de Mara, Zaragoza). Fue la ampliación del perímetro amurallado de esta última (153 a.C.) la excusa aducida por Roma para desatar la Segunda Guerra Celtibérica. Nuestro calendario todavía perenniza el suceso, ya que en Roma se cambió la elección de los cónsules, que marcaba el comienzo del año, de los idus (día 15) de marzo a las calendas (día 1) de enero, para dar tiempo a que un cónsul llegara a Hispania en época estival.