Antón Reixa: «Hicimos canciones proféticas que ojalá no lo hubieran sido»
El líder de Os Resentidos presenta disco y repasa sus años de la Movida y al frente de la SGAE
El líder de Os Resentidos presenta disco y repasa sus años de la Movida y al frente de la SGAE
Se bajaron del ovni gallego en ese año de 1982 que vio a Felipe González ganar las elecciones por primera vez. En una mano la orquesta popular y en la otra el afterpunk, Os Resentidos publicaron «Galicia caníbal», himno al esperpento que ha envejecido bien. La banda liderada por Antón Reixa ideó muchos otros disparates en forma de tema que 30 años después editan en un disco y un DVD grabado en directo.
–Debe ser una gozada volver a tocar canciones viejas y que sigan de actualidad.
–Bueno, es cierto que eso ocurre pero no sé si me alegra o me entristece. Hace 30 años hablábamos del sector naval, que sigue siendo una reivindicación pendiente. También de la economía sumergida, que hoy está en primera página junto con el fraude fiscal. Pero hubiera preferido que no tuviéramos esa capacidad de profecía y que las cosas se arreglaran. Escarbando en nuestro repertorio, comprobamos que las canciones que en gallego llamo «rabudas», más protestonas, son las que aguantan mejor el paso del tiempo. Hay una en el disco que se llama «Zoo-lóxico» que es de hace 30 años y en la que hablábamos del FMI y nunca tanto como en estos años ha estado claro de cómo interviene en nuestras vidas.
–¿Siguen enfadados?
–Yo lo estoy. No estoy de acuerdo con que nos hagan convivir con consignas que nos intentan hacer creer. Como eso que dicen de que vivimos por encima de nuestras posibilidades. La inmensa mayoría de la ciudadanía, no. Yo no construí la Ciudad de la Cultura ni el Aeropuerto de Castellón. Y hay otra cosa macabra, que es cuando se dice que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros, eso es terrible...
–Existe una contradición que no acabo de entender. Los 80 fueron el final de la cultura antifranquismo, dieron paso a cierta frivolidad, que es lo que se le achaca a la Movida madrileña, pero en su caso las canciones eran de protesta aunque fuesen cómicas.
–Porque esa eclosión festiva es comparable a cuando la vida se convierte en una peluquería de diseño durante 24 horas o en un bar de copas. Hay una contrapartida de la frivolidad que es la tolerancia y que yo echo de menos. El ambiente que se vivía en Galicia y que de alguna forma reparé en Madrid no es otra cosa que la conquista popular del ocio. Algo tan básico como eso.
–¿Creían entonces que la música podía cambiar algo?
–La música no tiene ningún poder y quizá mejor que no lo tenga. Pero los ciudadanos tenemos un deber de conciencia de decir las cosas que no nos gustan. Y es un valor decir lo que piensas. Que el mundo lo cambien los votos y la gente movilizándose a través de la política. Pero hay que ser transparente con lo que piensas y cambiar lo que no te guste.
–Intentó cambiar la SGAE y hacerla más transparente.
–(Risas) Sí... fue el mayor fracaso de mi vida.
–¿No le dejaron?
–Fue una experiencia penosa para mí. He hecho muchas cosas en la vida: música, producción, cine, televisión, radio y hasta Prensa, y he estado feliz en todos los ambientes. Y, sin embargo, lo de la SGAE lo borraría de mi biografía. Más allá del desgaste personal que supuso, el problema es la gestión del derecho de autor. Lo que debería ser la base de la protección de los creadores y garantía del acceso a los medios culturales, se apoya en una ley que no tiene que ver con la realidad de los usuarios ni los creadores. Y luego está el déficit democrático que es que solo haya una entidad de gestión que es la SGAE y que ésta tenga esos graves problemas de transparencia. A mí me echaron por una campaña de difamación que no dudo que estuvo motivada porque me empeñé en promover una investigación sobre la música en las televisiones nocturnas.