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Apoteosis de Robbie Williams en Madrid

larazon

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Veinticinco años de éxitos son muchos años y muchos éxitos, suficientes como para que Robbie Williams empiece a creerse aquello de que es “el mejor solista británico de los últimos 25 años”.
Veinticinco años de éxitos son muchos años y muchos éxitos, suficientes como para que Robbie Williams empiece a creerse aquello de que es “el mejor solista británico de los últimos 25 años”, firme opositor a tomarle el relevo a la figura de Freddy Mercury, cuyo espíritu resucitó por momentos hoy en Madrid.
Con un concierto apoteósico en medios, sorpresas y resultado, el artista más galardonado en Reino Unido (ostenta 17 premios BRIT entre su etapa en Take That y en solitario) inició esta noche en la capital española una gran gira europea que coincide con el primer cuarto de siglo de su carrera y que cebó con sus grandes éxitos y versiones de grandes éxitos de otros.
Fuera por eso o porque hacía diez años que el astro inglés no visitaba Madrid, unas 15.000 personas, el aforo completo del Barclaycard Center (antiguo Palacio de Deportes de Madrid), compraron en menos de un mes todas las entradas de este concierto. Poco importa que no ande muy certero en sus últimos discos, porque en vivo sigue igual de... vivo.
“Os prometo que no pasará tanto tiempo para mi próxima visita”, dijo entre aplausos hacia el final.
Como el mismísimo ex vocalista de Queen, Williams habrá pensado que “the show must go on” y durante dos horas, iniciadas con puntualidad británica, se entregó a esa dialéctica equilibrada entre música y espectáculo que fraguó su carrera, sin rubor por echar mano del “brilli brilli” y de la procacidad humorística, tan habitual entre sus colegas femeninas del pop.
Ahí quedan el gran escenario, un pantallón con colosales proyecciones, una pasarela semielíptica que le acerca al público, tres bolas de discoteca giratorias que replican su busto, un vestuario imposible que incluye una falda, un bañador speedo y, sobre todo, una gran banda, con sección de viento y un poderoso coro de cuatro miembros.
Con estos mimbres, el pelo oxigenado, cuernos y unas gafas de sol, dio comienzo la velada y lo hizo a lo grande, con “Let me entertain you”, el efervescente single de su primer disco en solitario que titula esta gira, y con “Rock DJ”, otro de sus éxitos incontestables.
“Durante las próximas dos horas, vuestro trasero es mío”, ha avisado Williams, que no dudó en exhibir el suyo varias veces a lo largo de la noche y de hacer que los demás lo movieran al ritmo de “We will rock you” de Queen y de “I love rock and roll” de Joan Jett.
Los homenajes no hicieron más que comenzar aquí, porque fueron numerosas y destacables las versiones que incorporó al repertorio, por ejemplo la de “Royals”, de Lorde, que fusionó con acierto con uno de sus temas más recientes, “Bodies”, en un derroche de energía que ha acabó con él haciendo flexiones sobre el suelo y un largo aplauso final.
Tras ese primer bloque, en el que también sonaron “Monsoon”, “Tripping” y “The road to Mandalay”, potenciando esta vez los toques folk junto a un trío femenino con contrabajo, Williams recuperó el espíritu swing de anterior gira y, pertrechado de una chaqueta de frac, interpretó “Minnie the Moocher”, “Swing supreme” y hasta se atrevió con un corte doo-wop.
“Robbie is loco”, reconoció entonces. ¿Qué más podía ofrecer tras un primer tramo roquero, otro de pop y uno al estilo Sinatra? Pues una versión de “You know you make me wanna (shout)”, de The Isley Brothers, también una canción dedicada a su bebé que incluye como estribillo “You are a bad motherfucker” y a su mismísimo padre, un “crooner” madurito con el que cantó “Better man”.
Aunque “Radio” debía soltar enérgica, se pierde en la confusión de los arreglos, pero recupera el tono con “No regrets” (con la que dejó atrás tiempos en los que era un hombre “muy, muy cabreado”, dijo) y “Come undone”, mezclada con “I still haven’t found what I’m looking for” de U2.
Y después, tras la festiva “Candy”, en la que la escenografía con una cama vertical le sirve para hacer feliz una seguidora elegida de entre el público, comienza la traca final, abanderada por “Feel”, con su hipnótico teclado y el catártico guitarreo que lo convirtieron en uno de sus temas incontestables.
Contrasta con la épica “gangsta” de “Millennium”, que es puro apoteosis musical, subrayado por la opulencia decadente de unas imágenes en intenso color dorado y continúan, sin perder comba, con un “mash up” compuesto por “Whole lotta love” de Led Zeppelin y “Highway to hell” de AC/DC, que desembocan en “Kids”, el corte que popularizó junto a Kylie Minogue.
La orgía musical concluyó en los bises con la celebérrima “Bohemian rhapsody”, de Queen, en la que usurpa literalmente el lugar de Freddy Mercury y, cómo no, con la romántica e imprescindible “Angels” y con el público entregado a la causa del divo más gamberro, versátil y probablemente talentoso del pop actual. EFE

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