Literatura

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Aprender a leer con inteligencia

La Razón
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Lo traté en varias ocasiones, tanto a él como a su esposa, que es una mujer estupenda. Umberto Eco era un hombre que en la distancia corta destacaba por su ironía y por su sentido del humor. Se ha comprobado en entrevistas y demás distancias largas; su figura ha quedado como la del sabio que lo sabía todo, como han titulado muchos periódicos italianos. Pues sí, lo sabía todo, pero además tenía un gran sentido del humor y trabajaba muy bien la ironía. Acababa de inaugurar una nueva editorial. De eso hace poco más de un mes. Se llama La nave di Teseo. Fue un hombre voraz, capaz y curioso hasta el último minuto.

Eco era un maestro por excelencia porque, además, le encantaba enseñar. Creo que la mejor lección que nos ha dejado está en «Número cero», su última novela. Allí él nos advierte de que desconfiemos de todo. Es decir, que tomen las verdades que nos llegan a través de los medios de comunicación con pinzas y en vez de dedicarse a ir de información en información, preocúpense ustedes de reflexionar y aplicar los mecanismos de la inteligencia a las noticias que reciben.

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Al lector que se acercara por primera vez a Umberto Eco le aconsejaría precisamente «Número cero», porque, además, en este momento en España hay una situación política y social que demanda una obra como esa. Es como si el escritor se hubiera preocupado en desplegar en su novela el escenario político internacional y, por ende, el nacional nuestro. Es realmente una reflexión casi en «streaming» sobre lo que está pasando ahora en España. Leyendo ese libro se aprende mucho de lo que hay detrás de la política, de los pactos y, sobre todo, a leer con inteligencia todas las noticias que nos están llegando. Frente a la pornografía de la información, ponga la inteligencia de su cerebro. Esa es su gran lección.

Umberto Eco pasará a la posteridad por «El nombre de la rosa». He visto que los informativos solamente hablaban de ese libro, algo que me ha sorprendido. Pero él es uno de los más grandes intelectuales que nos ha regalado el siglo XX. Dentro de lo que cabe y salvando todas las distancias es una pena que solamente pase al futuro por dicho título.

Era un hombre voraz. Estaba en todo. Totalmente informado y de manera inteligente. Es decir, la información le dejaba espacio para la reflexión. Y no se encuentra muy a menudo algo de ese calibre porque, además, navegaba bien en la alta y en la baja cultura. Con eso quiero decir que se podía preocupar igual por un incunable como por el último cómic manga publicado.