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Alejandra Kreisler: «Tengo cuadros en mi casa a los que sonrío todas las mañanas»

Alejandra Kreisler / Galerista. A través de la página on-line Up&Coming Gallery ayuda a jóvenes artistas a darse a conocer mientras acerca el arte a todos los públicos y a todos los bolsillos
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A través de la página on-line Up&Coming Gallery ayuda a jóvenes artistas a darse a conocer mientras acerca el arte a todos los públicos y a todos los bolsillos
Hace unos meses, en septiembre del año pasado, la hija de un reconocido galerista de nombre sonoro, Alejandra Kreisler, y una interiorista afincada en Los Ángeles, Angie Socias, decidieron unirse para convertir en realidad el ambicioso proyecto de acercar el arte a todos. La idea nacía de un concepto paralelo al ya famoso FOMO («Fear of Missing Out». Miedo a perderse algo), que ellas transformaron en FOMA («Fear of Missing Art». Miedo a perderse el arte). «Eso se me ocurrió a mí» –me cuenta Alejandra–. «Es algo así como “síguenos, porque seguramente no te vas a perder nada de lo más puntero, divertido e interesante del mundo del arte, pero de una forma cercana’’».
Es una idea brillante. Sobre todo porque el arte siempre ha provocado cierto reparo a quienes no han estado antes cerca de él. «Desde luego. Las galerías producen tal distancia que yo tengo amigas o gente conocida que me han preguntado si para ir a la galería de mi padre necesitaban invitación. Nosotras queremos romper esas barreras». Y para conseguirlo empezaron aprovechando el espacio paterno, que cumplía cincuenta años, y presentaron en sociedad a los artistas de su marca Up&coming Gallery junto a los de otra galería llamada «I am», que representa a artistas urbanos tan conocidos como Okuda, «el que ha pintado la iglesia en el norte de España y está tan de moda», me sopla Alejandra. Se preguntarán ustedes, como yo, qué tenía de distinto esa exposición: «Con ella revolucionamos la galería y bajamos el nivel de edad. Vinieron hasta niños y mucha gente joven. Y ésa era la idea: que hubiese mucha gente distinta y se mezclara».
Up&coming Gallery no tiene espacio físico, es una galería un poco nómada que expone en cualquier sitio que le resulte interesante y que acude a la llamada del cliente. Arte a domicilio a través de su página web, que puede llegar casi a cualquier lugar del mundo y, «además, personalizado», apunta Alejandra. «Nos parece un privilegio del siglo XXI tener un artista que pueda hacerte algo a medida, siempre respetando su inspiración. Alguien a quien puedes guiar y que, si te ha gustado un cuadro suyo que hemos vendido, te pueda hacer una interpretación. O una fotografía adaptada al tamaño que a ti te funcione». Es algo así como la alta costura del arte joven. Los encargos de toda la vida, pero adecuados al siglo XXI. Aunque, claro, en la variedad está el gusto y lo importante será que cada cual encuentre entre los artistas aquel en el que quiera gastarse el dinero. «Pues mira, de momento contamos con ocho, pero ya tenemos fichados a tres o cuatro más. Y son todos artistas con personalidades muy diferentes y muy buenos en su materia. Buscamos siempre personalidades muy diversas; pero siempre con mucha calidad y lenguajes propios y diferentes para que la gente tenga donde elegir».
Eso está muy bien, siempre que una vez elegido se pueda pagar. Porque si el arte no es para todos, muchas veces es por los precios... «Nosotras tenemos obras desde 300 euros, pero además tenemos tantas ganas de que la gente se entusiasme y se anime a pensar que es mejor tener una obra gráfica de alguien joven a una lámina de IKEA, con todos mis respetos».
Increíble, pero cierto, en un mundo donde siempre parece que todo es puro negocio. Por eso, precisamente, por el temor al engaño, a gastarse aunque sea 300 euros en algo que no sea arte hay mucha gente que se abstiene de comprar... «¿Y por qué no va a ser arte? Yo lo primero que recomendaría a la gente es que compre lo que le guste, lo que le haga feliz. Porque, al final, la obra la vas a tener en tu casa, la vas a disfrutar todos los días cuando te levantes y la veas. Yo tengo cuadros en mi casa a los que les sonrío todas las mañanas porque me gustan. Son tus vecinos, tus amigos, están contigo... Si quieres invertir sabes que tienes que gastarte dinero en la obra gráfica de grandes nombres, pero nosotras apostamos por estos chicos porque nos hemos comprometido a crearles una carrera artística y confiamos en ellos. No todo tiene que ser inversión. Siempre es inversión si a ti te gusta. Y puede ser que lo cuelgues, lo vea un amigo, le guste y al final lo acabe comprando un montón de gente y se haga más conocido».
En todo caso, tampoco es que en Up&Coming Gallery apuesten por cualquiera. Alejandra tiene ojo y, precisamente porque lleva relacionándose con artistas toda la vida, veía que muchos de ellos, jóvenes y sin contactos, no sabían cómo sacar su carrera adelante. «Es que el artista trabaja mucho en su estudio. Por eso necesita una persona que le presente al mundo. Y a mí me encanta hacerlo». No es raro porque, aunque sea de una manera más tradicional, lleva viéndoselo hacer a su padre desde siempre. De ahí su sensibilidad, supongo. «Pues bueno, evidentemente he crecido en una familia rodeada de arte y creo que la sensibilidad para apreciar estas cosas la he aprendido bastante de mi padre. Aunque te diré que creo que también es un poco innata. Me sale muy natural».
Tan natural como para haber elegido un camino paralelo al de su padre. «Él está muy emocionado. Es muy bonito porque yo siempre quise tener mi sitio aparte del suyo. Respetando tanto como respeto su trabajo de tantos años y su manera de hacer, no quería llegar y arrasar en su galería. Y entonces me monté esto y trabajamos juntos en algunas cosas y en otras separados... En algunas, él alucina y le encanta. Yo me lo estoy pasando muy bien y él está disfrutando un montón».

Personal e intransferible

Alejandra Kreisler nació en Madrid en 1984. Está casada en Las Vegas, hace 8 años. «Yo vestida con un cancán comprado en un mercadillo de Tel Aviv y mi marido con una camisa hawaiana, en una boda muy divertida que puedes ver en YouTube y todo». No tiene hijos, «pero sí sobrinos que viven al lado de casa y con los que juego, así que estoy feliz». Se siente orgullosa «de mi familia y de mis amigos». No se arrepiente «de nada», perdona y olvida. A una isla desierta se llevaría «una cámara de fotos». Le gustan mucho «los guisos, el vino y cocinar». Se ríe con sus sobrinos, sus amigas y su marido y llora con las injusticias: «No puedo con ellas». Es tan perfeccionista «que sufro mucho si no están las cosas en orden, todo recto, colocado y limpio». Su vicio es «el arte. Visitar galerías y aprender más cosas...» Su sueño es «que nuestros artistas sean reconocidos en todo el mundo». De mayor le gustaría ser «lo que soy ahora» y si volviera a nacer sería «lo mismo».