Frederic Pinya: «El arte español está menospreciado fuera, tiene poca presencia»
Frederic Pinya / Galerista.. La Galería Pelaires es una de las tres que han participado en todas las ediciones de ARCO. Ahora acoge una exposición de Jason Martin y otra de Nicholas Woods
La Galería Pelaires es una de las tres que han participado en todas las ediciones de ARCO. Ahora acoge una exposición de Jason Martin y otra de Nicholas Woods
Si Joan Miró no hubiera entrado en la galería, hace ya 47 años, quizás Pep Pinya no se hubiese dedicado a vender arte. Pero entró, y la familia Pinya continúa al frente de Pelaires, un escaparate mallorquín repleto de pinceladas de Historia. Y de historias. Frederic Pinya es el actual director, cargo que compagina con la presidencia de la Asociación de Galeristas de Palma. Confiesa que le han intentado comprar varias veces la primera obra que le regaló su padre, pero asegura que nunca la venderá, porque forma parte de él
–Pelaires es una de las galerías con más trayectoria en el arte contemporáneo español.
–En España es la galería con más historia, y eso pesa. Se inauguró cuando yo nací, en el 1969. Mi padre siempre me dice que si no hubiera sido por el relevo que ha encontrado en mi persona hubiese dado un golpe de timón. Es una de las tres galerías que han participado en todas las ediciones de ARCO. La pasión es lo que está moviendo a Pelaires desde el principio. Y lo seguirá haciendo en el futuro.
–Si no fuera hijo de Pep Pinya, ¿a qué se hubiera dedicado?
–No lo sé, porque lo mamé desde pequeño. Cuando tenía 5 o 6 años ya estaba en la galería. No me imagino un mundo diferente, que no esté vinculado al arte.
–Muchas galerías han muerto con sus fundadores, pero ¿es la suya una familia con mucho arte?
–Con muchas ganas y pasión. Tenemos la suerte de que Mallorca siempre ha sido un lugar frecuentado por turistas. Los visitantes más célebres que venían a la isla visitaban a mi padre. Era una época dorada. Me hubiera encantado vivirla más de cerca. Uno de mis sueños es escribir la autobiografía de mi padre. España sufría una represión, pero a Mallorca venía gente de Suiza, de Nueva York, de Londres...
–¿Cómo debe ser un buen galerista?
–Las obligaciones de un galerista son mantener viva una colección, tender la mano a los artistas jóvenes para que puedan labrar un futuro muy incierto... El ojo es importante. Hay que jugársela. Pero la cultura hoy en día ha pasado a un quinto plano, le han cortado las piernas.
–¿Las recuperará?
–Claro que puede recuperarlas. Si no, las galerías dejaríamos de existir. Las instituciones públicas deberían reflexionar. Los países se hacen valer por la iconografía de sus artistas, y están proliferando unos nichos que dejan a España cada vez más rezagada. Nos estamos durmiendo.
–Los artistas españoles pedalean cuesta arriba...
–El arte español a nivel internacional está muy menospreciado. Tiene poca presencia. En España todavía vivimos una época sombría con las colecciones. No hay sensibilidad de las instituciones. Y eso se refleja. Existe un grupo de artistas españoles buenísimos y relevantes, pero se nos hace cuesta arriba el poder competir.
–Dicen que los clientes que no compran son los que hacen más rico al galerista...
–La gente que no compró a Picasso es la que le hizo rico. Pero hay que aguantar el tirón. La fuerza de una galería está en su colección. El galerista debe contagiar a sus clientes y a la gente cercana la pasión y sensibilidad por sus obras. Debemos recuperar el ejercicio de sentarse delante de un cuadro y detener el tiempo.
–¿Cuánto cuesta su obra más cara?
–No sabría decirte. Tengo de todo. Desde obras de gente novel por 600 euros a otras que suben hasta los 150.000 euros, pero no me gusta hablar de cifras.
–¿Amigo o amante de sus obras?
–La relación cambia con el tiempo. Mi ojo ha ido evolucionando y mis sentimientos, también. Es interesante el ejercicio de hablar con ellas. Delante de un cuadro es donde se puede ver la evolución de uno dentro del mundo del arte. He pasado muchas horas frente a algunas de mis obras. Verse reflejado en esas piezas es lo más bonito del mundo. A veces existe la misma sintonía y tensión del primer día, lo que demuestra que uno no se ha equivocado al adquirirla. Si no hay empatía no tiene sentido. Sería como tener una lámpara o una silla. Depende de las obras para ser amigo o amante. ¿Cómo la conseguí?, ¿quién me la vendió? La historia que hay detrás es lo que lleva esa implicación emocional.
–Disfrutar del arte es sencillo. Lo complicado es entender...
–Antes era muy simple, pero cada vez los artistas exigen más. Creo en la universalidad, en la posibilidad de que una obra despierte el interés, al mismo tiempo, de un niño pequeño y de un intelectual. Pero el chino no se puede entender con dos clases. Hay artistas herméticos, que requieren investigación. No obstante, el sentimiento impera mucho, y hay gente que se queda en si le gusta o no. Es difícil aficionarse al arte por las buenas. Hay que trabajar mucho en el tema de la educación.
El lector
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