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Miguel Zugaza: «El Prado no es un parque de atracciones y menos, un casino»

Asegura que la rentabilidad de un museo no se mide por el número de visitantes y que «es el momento de reclamar la responsabilidad de la sociedad sobre la cultura»
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La memoria es la más débil de todas las virtudes. El hombre de hoy no tiene por costumbre atender a los éxitos que se han logrado en el pasado. Miguel Zugaza llegó a la dirección del Museo del Prado en 2002, con la hojarasca de una polémica ampliación y el objetivo de incorporar la pinacoteca a la modernidad que exigía el siglo. Once años después, la situación ha cambiado, y los retos, también.
–¿Nos sentamos aquí o ahí?
–Donde prefiera.
Zugaza avanza como las personas altas que están cansadas de su propia estatura: erguido, pero con la espalda algo vencida.
–Vienen tiempos duros...
–La crisis ofrece una gran oportunidad para explicar con claridad lo que es la misión del museo, cuáles son sus prioridades. La cultura en nuestro país ha tenido su propia burbuja que ha explotado. El Prado ya no va a participar en el campeonato de cifras que hemos creado en los últimos años. El éxito de un museo no se mide por eso, o por lo menos, no sólo por ir batiendo récords de visitantes.
–¿Qué le pareció el recorte en los presupuestos de Cultura?
–Fue un drama para el sector. Con todo el respeto, es un error de estrategia. No sé cómo saldremos, pero una de las plataformas para liderar el cambio de la coyuntura económica actual es el cultural.
–¿Y cómo se quedó cuando le quitaron al Prado un 30 por ciento de financiación?
–Fue un «shock» para el museo. Te sientes decepcionado porque no se ha sabido valorar el esfuerzo de éste en los últimos años para avanzar en la autofinanciación y generar recursos propios. Entendemos que es un contexto especial, aunque tengo la sensación de no merecernos tanto castigo y sí un cierto premio por la forma en que el museo ha afrontado este recorte público. El objetivo planteado es que por cada millón de euros que nos aporta el Estado, el Prado sea capaz de generar tres. Ese es el reto.
–¿Cree que el Prado puede jugar un papel en la crisis?
–Tiene una gran influencia en la economía de su entorno y ésta debe ser valorada por las administraciones. Para esto también será positiva la crisis. Cuando pase, el Prado, su valor y su imagen, quedarán más reforzados. Estamos en medio de una carrera de fondo.
Con Zugaza en la dirección, el Prado cambió el modelo de gestión (y consiguió con ello una mayor autonomía de funcionamiento), se inauguró la ampliación, el Casón pasó a ser un centro de estudios y de investigación, y se revalorizó la pintura del siglo XIX, incorporándola a las colecciones. Pero los vientos que soplan ahora son bien distintos.
–Los visitantes han caído en el Prado. Más de un 25 por ciento.
–Nos obsesionamos con el número de visitantes. Y eso ya lo decía cuando batíamos récords. El Museo no es un parque de atracciones y, menos, un casino, cuya rentabilidad se mide por el número de asistentes. Es un lugar de enriquecimiento cultural y espiritual de visitantes. Es importante que el público venga a vernos. Pero también hay que asumir que perdamos temporalmente visitantes. La contracción del consumo nos ha afectado, por supuesto, pero igual que al cine y a otros acontecimientos.
–¿Qué ha provocado esta caída, aparte de la crisis económica?
–Desde octubre del año pasado se ha producido una pérdida gradual de turismo. Van Dyck, que era una de las grandes exposiciones, ya no funcionó. No tuvo el mismo número de visitantes que la de Rafael, la anterior. También afecta la competencia expositiva de otras instituciones. Parece una olimpiada lo de las exposiciones en Madrid. Ahora hay una oferta que no existe en ninguna capital europea.
Durante estos años, el público ha podido ver lo que Manet tenía de Goya y Velázquez; que Sorolla podía batir récords y que a Picasso le sienta bien la galería central. También se ha hecho realidad el sueño de ver en Madrid la luz de Vermeer (el único pintor que dejó sin palabras a Gombrich) y los dibujos de Durero (incluso «La gran mata de hierba», que en principio no podía exhibirse). Zugaza sonríe al recordar esas exposiciones y la de Tintoretto, Rafael, el Ermitage... «Ha sido una fiesta, sí», admite.
–¿Son necesarias las exposiciones estrella?
–Algunos piensan que las exposiciones son un gran negocio para el Museo. Pero no lo son. Es cierto que movilizan a visitantes y crean ese espejismo de que son una fuente de ingresos y que tendemos a usarlas como una fórmula de financiación. Aunque no es cierto y, menos, en el caso del Prado. Muchas veces parece que los museos competimos contra nosotros mismos. Pero no puedes competir contra tu oferta artística. No hay que obsesiornarse con que el éxito de un museo depende de su programa de exposiciones.
–¿A qué muestras se ha renunciado ahora?
–A corto plazo, a dos grandes, y hemos tenido que reducir el formato de algunas que están programadas. Renunciamos a una retrospectiva de Lucien Freud y otra de arte japonés. Algunas de formato mayor las hemos concentrado en otro más pequeño.
Las exposiciones que el Prado maneja ahora incluyen a Velázquez, El Bosco, El Greco, Georges de La Tour, Goya e Ingres, entre otros artistas.
–Han optado por centrarse más en la colección...
–El programa para los próximos años es el ideal para el Prado. Es lo que se puede esperar y exigir a un museo como el nuestro. Refuerza el principal valor, la colección, y aspira a mostrar el afán investigador de la institución. «La belleza encerrada» es precisamente un manifiesto de lo que pretendemost.
–Se ha propuesto llegar al 70 por ciento de autofinanciación.
–Sólo para conseguir que nuestro presupuesto se acerque al que teníamos hace tres años.
–¿Qué estrategias va a usar?
–Todas. Ante la grave situación de los recursos públicos, es el momento de reclamar la responsabilidad de la sociedad sobre la cultura. Y al ámbito de patrocinio, una mayor presencia y volumen dentro del presupuesto del museo. La pinacoteca cuenta con el apoyo de un sólido grupo de benefactores y la fidelidad de más de 25.000 amigos. Tenemos que contar más que nunca con su ayuda y con la futura norma sobre mecenazgo de premiarla con más generosidad.
–¿Algo más?
–También buscando el público que vamos a perder en nuestra sede. Lo podemos buscar fuera del museo. Hay apetencia por conocer nuestras colecciones en otros países, y en esa dirección haremos una labor de difusión de la pinacoteca.
–¿Cuánto se gana por préstamo de obras?
–Últimamente hemos recibido tres millones de euros anuales.
–¿Es urgente sacar adelante una ley de mecenazgo?
–Si es una buena ley de mecenazgo, sí, es urgente.
–¿Qué debe contemplar?
–Se deben valorar las grandes aportaciones y también las pequeñas. Esa futura ley ha detener en cuenta la importancia que poseen las aportaciones de la sociedad a las instituciones públicas, sin olvidar, además, que, en el ámbito cultural español, la principal responsabilidad es de las instituciones públicas, no de las privadas. Ésa es la diferencia con Estados Unidos. Tiene que premiar las aportaciones de la sociedad y el ámbito corporativo a los museos, bibliotecas y centros de investigación públicos.
–¿A qué se refiere?
–No se puede premiar a quien dirige aportaciones a sus fundaciones privadas. Debería considerarse que las que se dan a instituciones públicas deben estar premiadas. Si no, lo que haces es mover el mecenazgo en el ámbito privado. El entramado cultural en España reposa sobre instituciones públicas. Por eso hay que premiar las aportaciones a éstas.
–¿Y las donaciones?
–Se debe reforzar el ámbito de mecenazgo y las donaciones. Ahora trabajamos intensamente para cumplir con la colección Várez-Fisa y presentarla antes de que finalice el año.
–El Prado no puede recurrir a abrir sucursales, como el Ermitage.
–De los museos históricos, la apuesta más fuerte es la que ha hecho el Louvre en Abu Dabi. Pero el Prado no puede plantearse eso. El Louvre y el Ermitage son museos de millones de objetos. El Prado tiene la concentración más apabullante de obras de arte, pero su colección es relativamente pequeña, de miles de obras. El Prado no tiene tantas oportunidades en ese campo, sí puede compartir sus colecciones, dar a conocer su identidad a través de muestras temporales. Ése es el camino que el Prado pretende tomar.
–Los países de Oriente Medio están comprando mucho arte. ¿Serán competencia al adquirir obras?
–Si existe una oportunidad relevante, el museo intentará aprovecharla. En estos años surgió el Brueghel y lo pudimos hacer. El museo tiene que seguir con esta expectativa. En el mercado del arte internacional, hay focos emergentes de coleccionismo, como Emiratos Árabes, Rusia y China. Y ahí, ni El Prado ni ninguna institución publica europea puede competir contra los recursos de esas fuentes de coleccionismo. No lo puede hacer el Prado ni tampoco la National Gallery de Londres.
–¿Y las goteras?
–Están controladas. Las pinturas han sido recuperadas y los dibujos, pendientes, porque es un proceso más largo. Están afectados por alguna humedad. Sobre todo los pasteles, que necesitarán un proceso de restauración en el tiempo; ya veremos la evolución.
–El Centro de Depósitos de Ávila está parado. Y también el Salón de Reinos.
–Son dos proyectos que nos superan como institución. Necesitamos la colaboración del Ministerio. Lo hemos dejado fuera del plan de acción para los próximos años. Ahora mismo, sobre todo el Salón de Reinos, requiere una inversión extraordinaria. La expansión del Prado tiene actualmente un calendario diferente. Hay que replantearse su viabilidad a corto y largo plazo. Si no tenemos dinero para nuestro gasto corriente... Este proyecto deberá encontrar su momento.
–¿Cree que el público conoce bien la colección del Prado?
–Me parece que no. Sigue siendo una élite de la sociedad española la que viene. Es una élite global la que visita los museos. A pesar de que pensamos que están muy masificados, la realidad es que nos llega una proporción muy reducida de la sociedad española y mundial. Hay que seguir animando al público para que tenga una relación consciente y madura con el museo. Ahí tenemos un gran objetivo.
–¿Qué significa eso?
– Que la proporción de las visitas al museo crezca más que los visitantes a las exposiciones.
–¿Y cómo lo conseguirá?
–Aumentando el interés. ¿Cómo? Poniendo en evidencia la colección. Si comunicas el programa de exposiciones, velas por la colección. Hay que poner en valor las obras del museo con presentaciones, restauraciones, las obras invitadas, con pequeñas exposiciones...
–¿Se renuncia a otras muestras ambiciosas?
–El Prado continuará haciendo grandes exposiciones. Pero no va a hacer tantas. Serán menos intensas, aunque de más calidad.
–Ha hecho hincapié en la investigación y la conservación.
–Nuestra actividad está impregnada por la investigación. En esta época de recortes, será lo último que sufra mientras yo esté en la dirección.
La meta del 70 por ciento de financiación
Es la meta. Alcanzar el 70 por ciento de autofinanciación. Pero Zugaza aclara: «El Metropolitan de Nueva York tiene un presupuesto millonario. Ellos dicen que se financian con aportaciones privadas y que sólo reciben una pequeña ayuda publica: la del Ayuntamiento, que les paga el agua, la luz y el mantenimiento de alrededor. Sólo eso son 50 millones de euros. Es más dinero que nuestro presupuesto. Pero nosotros no podemos parecernos a ellos. Somos museos públicos, estamos en Europa, y el suelo de la estructura financiera del museo tiene que ser público. Ahora no va a crecer, pero, al menos, que se mantenga como ha quedado. Tenemos determinada capacidad de generar recursos propios, pero el objetivo no será llegar al cien por cien de autofinanciación. El Prado no puede sostenerse al cien por cien. Necesita aportación pública. Es el pilar, no sólo de la organización económica del museo, sino también como organización pública», insiste.