Caetano Veloso: «Mis discos apenas me gustan; el reguetón, sí»
Presenta en España a Teresa Cristina, cantante de su país con la que interpretará un repertorio de clásicos de Cartola y del propio artista.
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Presenta en España a Teresa Cristina, cantante de su país con la que interpretará un repertorio de clásicos de Cartola y del propio artista.
Ha publicado medio centenar de discos que reflejan la enorme diversidad de la música popular de Brasil y reescriben su historia. Caetano Veloso (Santo Amaro da Purificação, 1942) ha parido el tropicalismo y transitado el rock, la samba y la bossa nova, y si alguna vez se le ocurrió poner un pie en la electrónica o el hip hop lo ha hecho con curiosidad y franqueza. Ahora está de gira con una de sus facetas favoritas: ser cicerone de voces que le conmueven. Es el caso de Teresa Cristina, de la que dice que «canta la samba de Río con conocimiento y seriedad, sin volverse densa». Ambos presentan un repertorio que incluye sambas del maestro Cartola y piezas de Veloso, que pasará esta noche por La Coruña (Teatro de la Ópera) y después por Madrid, por el Circo Price, el 4 de mayo. Con su característica modestia, respondió a unas preguntas de este diario. No se crean casi ninguna respuesta, pues están llenas de esa humildad de quien dice de sí mismo que sólo es «un viejo bahiano». «Teresa sabe todo de las canciones», dice Veloso sobre esta artista de 49 años, como si él, a sus setenta cumplidos, no supiera nada. «Esa fue la revelación que tuve al verla en directo. Y en ese momento decidimos hacer algo juntos», comenta el maestro brasileño, que siempre ha sabido rodearse de jóvenes con fundamento, en lugar de quedarse cómodamente sentado en el púlpito. Ése no sería Caetano Veloso.
Energía y corazón
¿Y quién aprende más de quién? «Si hay personas interesantes, todo el mundo aprende», contesta lacónico. Sin embargo, no es tan frecuente que los tótems mantengan un contacto con las nuevas generaciones, que tengan esa humildad. «Nací y crecí en un país y en un tiempo en que la generación de João Gilberto y Tom Jobim inventaba la bossa nova y admiraba (y era admirada por) la generación de Dorival Caymmi y Ary Barroso, que fueron los grandes maestros de la canción popular desde los años 1930. Y todos ganamos con eso», asegura. Entonces habrá escuchado el género latino omnipotente, el reguetón que se propaga como un virus por las redes desde Puerto Rico a Argentina e incluso en España. «Sí... Hace poco fui a cantar a República Dominicana y en la radio solo ponían reguetón. Me gustó mucho, porque la música hecha para bailar siempre trae mucha energía y acaba muchas veces por decir más que las canciones pensadas, llenas de reflexiones, con poco cuerpo y poco corazón», asegura el artista de Bahía. Y reflexiona: «Mira lo que ha pasado con el hip hop, que viene de América del norte, en los países de Hispanoamérica. Fíjese en lo buenos que son Calle 13. El reguetón, ahora, tiene influencia incluso en la música del carnaval de Bahía. Aunque la mayoría de los brasileños ni siquiera sepan el nombre del género o de dónde proviene, está por todas partes también en mi país». Después de tantos años escribiendo canciones, el autor de «Tropicalia» sólo ha aprendido de sí mismo «que algunas canciones mías me gustan más de lo que me parecía posible hace pocos años. ¿Será cuestión de la vejez? Quizá. Si es así, sería una buena señal». Sus discos, aclara, los escucha «solamente por casualidad». «En general, no me gustan. Bueno, “Jóia” me gustaba cuando salió. Despues ya no sé. “Livro” me parecía un buen disco. “Cê” me emociona algo todavía, aunque no sé si, escuchándolo ahora mismo, sería así».
Raperos y Cole Porter
Sin embargo, el espectáculo que presenta conjuntament con Teresa en España trae viejas sambas de Cartola, temas clásicos que Veloso sigue venerando, pero también está conectado con el presente. «¡Claro! Clásicos y no clásicos. Me inspiro en Noel Rosa –sambista fallecido en 1937– y me inspira MC Beijinho –rapero brasileño reseñado por el «New York Times»–. Ataulfo Alves –compositor muerto en 1969– y MC G15 –un muchacho de pelo oxigenado nacido en 1998–. Cole Porter y Rihana. Camarón y Buika. Amália Rodrigues y Carminho», enumera Veloso.
La «bossa nova» es casi un estilo «nacional» que representa a Brasil, casi algo sagrado, en lo que el artista de Bahía ha tenido una contribución. ¿Se siente sagrado? «No, no creo... La mayoría de las personas en Brasil, como en otras partes del mundo, encuentra la bossa nova como un estilo para relajar a gente sin imaginación. Pero la verdad profunda es que João Gilberto es sagrado y Tom Jobim es un genio de la música. Nuestra historia es más profunda, más seria, más violenta, más real, gracias a la bossa nova de gente como ellos», asegura esquivando el elogio.
Veloso nunca aceptaría el puesto de ministro de Cultura como, en una jugada valiente, sí asumió Gilberto Gil. «La verdad es que no. Cuando Lula propuso a Gil yo le pedí que lo rechazara. Pero al final creo que lo hizo muy bien, porque actualizó los temas del ministerio y modernizó la discusión. Dejó una marca considerable». El mundo, de la mano del Brexit y de Donald Trump, toma un camino raro. «Es complejo. No me parece sano que la Unión Europea haya renunciado al liderazgo de un gobierno mundial. Si pensamos en profundidad sobre este tema el Brexit fue muy elocuente. La globalización exigía una respuesta crítica en forma de liderazgos mundiales de cara a las clases trabajadoras de los países ricos. Y la Unión fracasó en eso. Por otro lado, comparto la frustración y el malestar por la elección de Trump, que es una regresión, al igual que el crecimiento de liderazgos de extrema derecha en Europa».
Con tanto como ha logrado, a Veloso le queda un gran arrepentimiento: el cine. «Es mi inspiración y mi frustración», reconoce. «Me gustaría haber dirigido películas, sobre todo en Bahía». Pero no tira la toalla. «Todavía sueño con hacerlo. Sin embargo, es algo logísticamente muy complicado. Para hacer una canción uno no necesita siquiera de una guitarra. Y la puede hacer en pocos minutos. En cambio, los tiempos del cine son otros: una película obliga a uno a retener su inspiración por años». Que le dure muchos años.