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Carmen Iglesias, una mujer al frente de la Historia

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Miembro número 23 de la Real Academia de la Historia (RAH) y asiento E –mayúscula– de la RAE. Y desde la tarde de ayer, primera mujer en llegar a directora de la institución inicial.
Miembro número 23 de la Real Academia de la Historia (RAH) y asiento E –mayúscula– de la RAE. Y desde la tarde de ayer, primera mujer en llegar a directora de la institución inicial. Un currículum sólo al alcance de ella, Carmen Iglesias Cano, quien ahora recoge un legado de casi tres siglos. Comenzado en tiempos de Felipe V (1735) con unas tertulias en las que se juntaban los eruditos de la época para tratar asuntos de Historia, como no podía ser de otro modo. Por entonces, esas reuniones eran coto exclusivo para hombres. Hasta ayer había sido algo generalizado, pero ese papel de la mujer, que se limitaba a pequeñas gotas de algunas pioneras –entre las que Carmen indudablemente se encuentra–, ayer dio un golpe de efecto con su nombramiento. Muy deseado por otra parte, pues 23 de los 30 posibles votos llevaban su nombre. Con ello se culmina un proceso que empezó en 1989 con su ingreso en la Academia y que no se formalizó hasta dos años después. En ese momento recibió «montañas de cartas», como la protagonista reconoció, y a buen seguro que desde hoy la montonera será menor en tamaño, pero mayor en número si su mail no dice lo contrario.
El peso de la responsabilidad
«De momento estoy emocionada porque que tus compañeros te elijan siempre es un orgullo», contaba una radiante Carmen Iglesias nada más salir del cónclave del que salió elegida y del que ella misma contó su funcionamiento: «En las academias ni te presentas ni expones ningún programa, cualquiera puede salir elegido. Por ello, que haya esa coincidencia de tantos me emociona». Y confesaba sentir el «peso y la responsabilidad» de un cargo nuevo, que no de la situación, ya que ha estado en otras instituciones «donde también me ha tocado ser la primera y siempre tenemos que demostrar que lo vamos a hacer absolutamente fenomenal y que no se va ha echar de menos a ninguno de los varones». Unas palabras con las que dejaba su postura de reivindicar un papel de la mujer que, dependiendo de ella, se encuentra en buenas manos.
Con ese punto bien cubierto, Iglesias Cano tiene claro lo primero que debe mover: «Proponer el equipo, porque a mí me gusta trabajar así. El estudio y la investigación se hace de forma individual, pero el trabajo de gestión hay que hacerlo siempre entre varios. Ya fui la primera directora del Centro de Estudios Políticos e Institucionales y allí tenía un buen equipo y me fue muy bien durante los ocho años. Pienso que aquí podemos hacer lo mismo. Tengo a gente estupenda que el próximo viernes expondré en la junta». Entonces, será el principio de una nueva etapa en la que no se dejarán de lado los problemas, pues como en todos lados, la RAH también tiene los suyos y de los que Carmen Iglesias quiere hacer cuanto antes una «fotografía fija» para ver qué camino deben tomar. «Todo en esta vida se puede mejorar e impulsar», confesaba.
Sin verlo, ya conoce uno de esos senderos que seguir: la financiación. Nada nuevo en los tiempos que corren, pero ante los que confirma «no ser pesimista». En este aspecto material, pero básico, Iglesias tiene las ideas claras y no evita comparaciones con la otra academia de la que también es miembro: «Esto es más pequeño y no disponemos la cantidad de personas que deben trabajar. No sólo la ayuda administrativa del Estado se ha reducido, sino que, además, algunos protectores de los que tenemos causaron baja el año pasado. Cosas que ocurren, y aun así tenemos la suerte de contar con la sociedad civil que nos ayuda». Y es que como la recién elegida se encargó de recordar, nunca ha habido que suspender ciclos de conferencias –«que siempre son muy exitosos»– ni demasiadas publicaciones. Aunque es verdad que la jornada laboral se vio reducida «para ahorrar un poco, porque estas casas –palacios, es su caso– son muy costosas de mantener».
En ese paralelismo con la RAE, también supo encontrar otro hilo del que tirar: la apertura de la institución al gran público. «Una de las cosas que quería era que esta Academia, que es desconocida, se descubra no sólo a los que vienen a conferencias. Pienso proponer a la junta de gobierno abrirla y que haya un día de puertas abiertas, que la sociedad conozca esta casa y los maravillosos tesoros que tenemos. No puede ser un museo porque no hay medios ni gente para ello, pero sí que sea un sitio que ver y disfrutar», contó una Carmen Iglesias que no dejó de sonreír en ningún momento de la improvisada rueda de prensa.
También quiso hablar del deber de dar a la institución un «rejuvenecimiento indudable». Para comenzar anticipó dos incorporaciones nuevas: la primera, la de Juan Pablo Fusi, «historiador contemporáneo que siempre hemos echado en falta» –ya sabida, pero que hay que formalizarla– y la de un nuevo miembro: una mujer «seguramente», de la que no quiso desvelar nada más.
Y todavía quedaba un punto candente por tocar, el Diccionario Biográfico, que había levantado alguna ampolla tras su publicación, del que Carmen Iglesias no eludió ni una pregunta. Reconoció que se había «politizado» más de la cuenta una obra que a día de hoy es la más consultada en la Biblioteca Nacional. «Me encanta hablar de él, es un gran libro con esas 40.000 voces, y algunas más que van entrando. El valor de la enciclopedia –en la que han trabajado 5.000 historiadores– es encontrar a la gente más increíble, no los primeros espadas, sino personas que han construido cosas, han hecho sus caminos y sus gestas y, sin embargo, son desconocidos». Lejos de las críticas, esta magna obra, «contenedora de una historia muy rica», era algo que tenía que haberse hecho mucho antes, «en el siglo XVIII o XIX», cuenta Carmen, pero «no se podía hacer con los medios de antes».
Nadie duda de la grandiosidad del Diccionario, ni de su enorme valor, pero si hay algo que flojea es su dimensión, porque aquí el saber sí que ocupa lugar. Y esto se sabe. Por ello, la nueva directora de la RAH sabe que el volcado de la información en la red es un paso fundamental: «No puedo decir hasta que no vea esa fotografía fija dónde estamos, pero lo que estamos buscando es cómo presentarlo lo más gratuitamente posible. Y al mismo tiempo, ya sea de forma indirecta o de suscripciones de otro tipo, que el trabajo tenga la repercusión que queramos para mantener la institución a un nivel digno. El Diccionario es un organismo vivo, que se sigue modificando. Desde el primer momento se ha cambiado, en el sentido de enriquecerlo y complementarlo. Incluso en aquellas biografías que no estaban editadas en papel se habló con algunos autores para cambiarlo y con los que no hubo ningún problema».
De esta manera, Iglesias contó lo que espera de su recién estrenado mandato, sin olvidarse de sus dos predecesores: Gonzalo Anes, al que agradeció su labor durante 18 años, y Faustino Menéndez –director interino tras el fallecimiento del primero–, al que propondrá como director honorífico. Carmen Iglesias Cano ha ido rompiendo «techos de cristal», como a ella misma le gusta decir, y si ya tenía su hueco en la Historia no hay duda de que desde ayer estará escrito con letras de oro, a pesar de que «no lo busque, pero siempre lo encuentre».