Carmen Ro: «Descubrí a la garbo española en unas páginas de obituarios»
En «Mientras tú no estabas» (La esfera de los libros) rescata del olvido a la actriz Conchita Montenegro.
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En «Mientras tú no estabas» (La esfera de los libros) rescata del olvido a la actriz Conchita Montenegro.
Mi colega y amiga Carmen Ro es una de esas mujeres versátiles, capaz de extraerle el jugo a cualquier oportunidad que le brinde la vida. Su currículum en medios audiovisuales es extenso y variado. Ha trabajado como directora, presentadora y colaboradora en formatos de todo tipo y ahora es tertuliana en el programa «Amigas y conocidas» de TVE y en «Viva la vida» de Tele 5, pero si hay algo que le gusta más que todo eso es escribir. Tiene un blog en Yahoo, pero se le quedaba corto. Ella quería contar más, pluma en ristre, desde hacía mucho. Y como buena lectora, esperaba a descubrir una pista sobre qué contar en alguna página literaria. Acostumbrada a documentarse hasta el detalle sobre personajes extraordinarios poco conocidos para sus colaboraciones en el programa de RNE «El canto del grillo» y a rebuscar en publicaciones poco habituales, descubrió a Conchita Montenegro en las páginas de obituarios de unos periódicos antiguos. A partir de ahí, Carmen, que tenía ganas antiguas de sumergirse de lleno en la escritura con una mirada de ficción, pensó en construir una novela en torno a la actriz y nació «Mientras tú no estabas».
«De pronto –dice Carmen– descubrí que habíamos tenido a una Greta Garbo española, que fue como la bautizó la Prensa de los años 30 y que, sin embargo, nadie, a excepción de algunos cinéfilos expertos, sabían de su existencia. Conchita Montenegro había caído en el olvido, pese a haber sido la primera actriz española que triunfó en Hollywood, veinticinco años antes de Sara Montiel». No es raro que se la olvidara cuando ella misma luchó por conseguirlo y anduvo oculta durante más de sesenta años. Lo extraño son los motivos que la condujeron a buscar ese olvido...
«Dio un portazo y rompió sus fotos del cine, quemó las películas que guardaba en casa y prohibió que se le pasasen llamadas de la prensa, con 32 años, en la cima del éxito... No quiero desvelar el por qué, sino invitar a leer la novela, pero sí puedo avanzar que no es gratuito que la llamaran la Greta Garbo española. Tenía cierto parecido físico, el mismo magnetismo, la misma sensualidad y compartía sus maneras de diva. Como ella, ponía biombos para que solo el camarógrafo y el director la vieran grabar. Además, Conchita Montenegro, como la Garbo, tenía pánico a envejecer frente al público», avanza Carmen.
Tal vez por eso apostó por una vida anónima dentro de un matrimonio con un hombre de apellido sonoro, el entonces importante diplomático Ricardo Giménez-Arnau: «Efectivamente. El tío de Jimmy Giménez-Arnau, un hombre muy relevante en el régimen de Franco. La elección de ese matrimonio coincide además con la trágica muerte de su gran amor, Leslie Howard, el famoso galán británico que fallece cuando el avión en el que viaja para ver a Conchita Montenegro después de ochos años fue abatido por los bombarderos alemanes en las costas gallegas de Cedeira. Corría el año 1943».
Aunque hay quien, como yo, nunca encontró el atractivo a ese actor que también volvió loca a la Escarlata de «Lo que el viento se llevó», parece ser que arrancaba pasiones. Quizá influía su supuesta condición de espía. «Lo era, sí. Y además dirigió y protagonizó varias películas contra el régimen nazi. Era espía de Churchill y venía a Madrid con la tapadera de dar unas charlas sobre Hamlet, cuando su misión última era transmitir un mensaje a Francisco Franco del propio Churchill. El político británico utilizaba a Howard y a Conchita Montenegro por el amor que había entre ellos y porque ella ya era novia de Ricardo Giménez-Arnau».
Desnudo integral
Mucho antes de ese amor, una jovencísima Montenegro escandalizó al mundo en una película muda, «La femme et le pantin» (La mujer y el pelele), de Jacques de Baroncelli. «Así es. La rodó en París cuando tenía 16 años. Era una película muda basada en la obra de Pierre Louys donde hay un desnudo integral suyo bailando, cuando interpreta a otra Conchita, ésta sevillana, que embelesa a los hombres, juega con ellos y los convierte en peleles. Su baile se realiza entre penumbras y rejas y se ve reflejado en una botella con el toro detrás. Una escena muy cuidada, pero con un desnudo que escandalizó a media Europa, la lanzó al estrellato e hizo que los productores de la Metro-Goldwyn Mayer se fijaran en ella y la captaran para Hollywood».
Es entonces cuando Conchita se enfrenta al reto de tantos actores de tener que pasar del cine mudo al sonoro. Muchos no saben adaptarse, pero ella sí. «Efectivamente. En aquellos momentos, además, no existía el doblaje y las películas se duplicaban o triplicaban, es decir, se rodaban en cada uno de los idiomas en los que luego se iban a proyectar. El español era el idioma que más interesaba a los productores de Hollywood después del inglés y por eso llamaban a muchos actores y actrices españoles, peruanos, mexicanos, argentinos. Era muy gracioso porque estaba el Clark Gable de turno, con la Greta Garbo auténtica y luego se levantaban, se cambiaban de ropa y otros actores de habla hispana ocupaban su lugar con sus mismos trajes. Conchita dio un paso más y aprendió a hablar inglés tan bien que incluso consiguió llegar a las versiones originales».
No es raro que aprendiera tan rápido porque no paró de tener amantes de habla inglesa: «Unos cuantos, sí, como Charles Chaplin, que se coló en su camerino haciéndose pasar por profesor de inglés, o Buster Keaton, con quien rodó una película bélica cómica titulada “De frente, ¡marchen!”, pero también tuvo amantes nacionales como Edgar Neville, con quien tuvo un romance breve pero intenso o con el actor francés Charles Boyer. Y son solo algunos nombres de la lista».
Muchos amantes en poco tiempo, puesto que se retiró muy joven. «Es que entonces se vivía muy deprisa. El mundo de Conchita solo se detiene para volver luego a girar a una velocidad vertiginosa cuando conoce a Leslie Howard. Fue el amor de su vida». Un amor secreto porque Howard estaba casado y entonces los estudios exigían esos «contratos de moralidad»: «Sí, aunque debo decir que he querido recrear en mi novela la vida de Conchita Montenegro, pero con un afán muy novelesco. Es decir, mi historia está impregnada de lo que ocurrió en esos años fabulosos, pero lo cierto es que nunca pretendí contar la verdad de la vida de Conchita Montenegro sino una vida de verdad...».
Personal e intrasferible
Carmen Ro nació en Madrid, «no me acuerdo en qué año», dice. Su estado civil es el de «esposa soltera», se siente orgullosa «ahora mismo de haber escrito una novela», se arrepiente «de no haberlo hecho antes», perdona siempre, olvida a veces, le hacen reír los amigos y llorar, «los que no lo son». A una isla desierta se llevaría «todos los libros que me cupieran en la mochila». Le gusta «el chocolate y el vino tinto». Su manía es «no tener manías, aunque las tenga». Su vicio era el de fumar. De pequeña tenía pesadillas «con una bodega llena de barriles». De mayor le gustaría «pensar que soy alguien que llegará a ser mayor» y si volviera a nacer sería periodista.