César Vidal, memorias sin ajuste de cuentas
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Un libro de memorias necesita, aparte de capacidad para recordar, un zurrón cargado de vivencias lo suficientemente interesantes como para atrapar al lector en ellas. César Vidal repasa su vida pública y privada en un esperado y revelador libro de memorias: «No vine para quedarme. Memorias de un disidente» (Plaza & Janés), que fue presentado ayer. En el acto, el autor estuvo acompañado de Roberto Centeno, amigo y colaborador de economía en sus programas de radio. El libro abarca desde su infancia en los estertores del franquismo hasta la actualidad, pasando por una juventud estudiantil en plena Transición política. Una vida plagada de experiencias en la que se perciben dos constantes fundamentales, su pasión por la lectura, la literatura y la historia y una marcada tendencia hacia lo espiritual. Su infancia en Vallecas, su paso por las Escuelas Pías, la pertenencia a una secta, sus peripecias como objetor de conciencia, el temprano ejercicio de la abogacía, su fe y su contacto con la Biblia, el abandono de la izquierda y su carrera periodística y radiofónica.
«Integridad»
Centeno destacó que «este es un libro muy especial, distinto a los que nos tiene acostumbrados. Conocemos al intelectual, pero aquí aparece un César Vidal personal y emotivo que yo no conocía –dijo–. Sus memorias son un tratado de sociología del franquismo y de lo que vino después, el 23-F, el 11-M o la influencia de los poderes fácticos en los medios de comunicación. También son la radiografía de un hombre en busca de la verdad, con una integridad que muchos no le han sabido valorar y una trayectoria que lo ha dotado de un prestigio extraordinario no solo en España, puesto que es requerido en universidades y foros internacionales. Creo que tendría que haber sido más duro con algunos de sus antiguos compañeros, pero él ha preferido el camino de la generosidad en lugar de la venganza e incluso ha omitido nombres. En definitiva –concluyó Centeno–, un hombre que pretende vivir las veinticuatro horas del día siguiendo las enseñanzas de la Biblia».
Por su parte, el autor comenzó justificando el porqué de haberlas escrito relativamente joven: «A raíz de ciertos acontecimientos me encontré físicamente muy mal, estuve a punto del infarto y sentí la necesidad de dejar contado a mi hija y a los más cercanos cosas y pasajes de mi vida que no había tenido ocasión de recontar. Aspectos de mi infancia que los menores de treinta años como ella les cuesta entender». Sobre el análisis del libro, Vidal comento que «este es un libro de silencios en el que no he pretendido ajustar cuentas. Es algo muy especial para mí, porque no tiene nada que ver con lo escrito hasta ahora. Es mucho más íntimo, más del sentimiento que del intelecto, porque yo, aunque no lo parezca, soy más de sentimientos. En él he contado lo que quería contar, mi barrio, mis profesores, mis años maravillosos». Vidal quiso terminar haciendo alusión a las reflexiones que hace en el último capítulo sobre las enseñanzas que le deja la vida y son: «Que la vida es muy dura, pero merece la pena vivirla, que el ser humano tiende al mal por naturaleza, que de esta vida tendremos que dar cuentas a Dios, que deberíamos ejercer el perdón y que debemos construir el futuro pensando en nuestros hijos, porque aquí, –concluyó–, no hemos venido para quedarnos».