Al agua, señores
«El gran baño» reúne a un grupo de cuarentones deprimidos en un equipo de natación sincronizada.
«El gran baño» reúne a un grupo de cuarentones deprimidos en un equipo de natación sincronizada.
Hay quien dice que lo más importante de un partido de fútbol entre aficionados es el «tercer tiempo», es decir, la hora de la confraternización, ya sea en los vestuarios, en el bus o frente a unas cervezas. Para Gilles Lellouche, esa camaradería «que nos hace salir de nosotros e ir hacia el otro», es lo fundamental de practicar cualquier deporte. Y es, además, un remedio contra «la soledad del hombre contemporáneo, que vive en una pequeña depresión, sin ilusión y sin ganas».
«Me apetecía hablar de gente sola que gracias al deporte se encuentra», confiesa al hilo de «El gran baño», una comedia en la que un grupo de alienados curentones –separados, arruinados o sin amigos–, todos tirando a fondones, convergen en una piscina de una ciudad francesa de provincias para practicar un deporte tenido por femenino: la natación sincronizada. Lo que empieza como un modo de llenar las horas acaba como una terapia de grupo que les hará encontrar un sentido al vacío mientras se plantean seriamente presentarse a un campeonato mundial.
Contra las convenciones
Lellouche, famoso actor francés («Pequeñas mentiras sin importancia»), se rodea de buenos colegas como Matthieu Amalric y Guillaume Canet para su segunda incursión en la dirección, tras varios años sin ponerse a ello. Asegura Lellouche que hasta que no dio con la natación sincronizada como deporte vehicular del filme (anteriormente había probado el guión con el robo de un banco), no tuvo claro que haría la película: «Es interesante que estos hombres, aplastados por las convenciones, tengan el valor de asumir un deporte femenino y andar con la cabeza alta. Ganan el combate consigo mismos».
Una entrenadora con problemas con el alcohol se convierte en la cabeza de este grupo, del cual sacará provecho para solucionar sus propios problemas en una ciudad fría y un poco aislada que contribuye al clima general de depresión. «Tenía claro que no quería hacer una comedia parisina. Hay dos Francias: París y el resto», explica Lellouche.