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Avanzando hacia el final

larazon

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Dos descomunales estupideces tienen lugar en esta edición. Una de ellas es la de algunos autores empeñados en destacar sus películas asegurando que se basan en hechos reales, por ejemplo tres largometrajes vistos hoy. La otra estupidez es programar en este festival una película por el hecho de que el autor haya asistido en cuatro ocasiones anteriores y, claro, esta es la quinta. Se trata de la película «Beeba Boys», de Deepa Mehta. Se trata de una cinta canadiense acerca de la sociedad india, o sea, una película de mafias, de violencia y de demostrar la inutilidad de esta directora. Su problema es meter comedia para luego ponerse seria pero quedar muy por debajo de un montón de películas sobre el tema mafioso que ya hemos visto.
Otra directora, Margarette von Trotta, nos ha traído «El mundo abandonado». En la 57º edición, Von Trotta obtuvo una Espiga de Plata por la película «Hannah Arendt». Para variar, es una historia personal de la propia Margarette, que cuando murió su madre recibió una llamada telefónica desde Moscú revelando que era hermana de su madre. En la película, todo aparece enmascarado y un poco lioso, introduciéndose en el mundo de la ópera con una de las obras más aburridas, Norma de Bellini. Esta película se puede resumir como profundamente aburrida. Nitzar Giladi presentó «Boda de papel», y ha declarado que se inspiró en una imagen que vio por la calle. Pero existe un gran problema: no sólo dirige sino que escribe y produce, no teniendo la menor idea de los tres cometidos. Es su primer largometraje de ficción, esperemos que no haga otro. No merece más comentario algo que es una simple anécdota alargada sin motivo.
Por último, «¿Por qué yo¿», de Tudor Giorgiu, coproducción entre Rumania, Bulgaria y Hungría. ¿Cómo se ponen de acuerdo tres países de distinta cultura e idioma? Es otra historia real, centrada en un fiscal joven que debe de investigar un caso de corrupción en el que está implicado otro fiscal más veterano. Si en vez de durar 130 minutos, durara bastante menos, estaría muy bien. Demasiados tiempos muertos y, en definitiva, evidencia la corrupción absoluta de todos los estamentos políticos de Rumanía.

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