Christian Carion: «La mayoría de los franceses no quieren acoger a los refugiados»
El galo dedica su nueva película, «Mayo de 1940», a su madre, una de las 10 millones de personas que estuvieron involucradas en uno de los mayores movimientos migratorios de la Historia
El galo dedica su nueva película, «Mayo de 1940», a su madre, una de las 10 millones de personas que estuvieron involucradas en uno de los mayores movimientos migratorios de la Historia
«A mi madre», es la dedicatoria que aparece en la pantalla negra del cine antes de que dé comienzo la nueva película de Christian Carion, «Mayo de 1940». Y es que su madre fue una de las más de 10 millones de personas que se desplazaron en el interior de Francia en la fecha que indica el título de la cinta, huyendo de la llegada de las tropas de la Alemania nazi. Un tema, el de las migraciones provocadas por la guerra, conectado directamente con la actualidad de los refugiados sirios e iraquíes que aguardan una acogida en las fronteras europeas después de haber abandonado su país en pleno conflicto bélico. No obstante, asegura Carion que «empecé a rodar el largometraje hace cuatro años y no estaba pasando nada de lo que hoy vemos en las noticias, pero a medida que avanzaba el tiempo veía que el presente estaba empezando a asemejarse a lo que trata la cinta».
Sin embargo, esto no siempre es positivo: «En Francia he hecho promoción en 60 ciudades, y siempre después de la proyección había alguien que venía a decirme que soy un oportunista, y que he hecho una película moral que intenta dar la lección sobre que se debe acoger a la miseria del mundo entero, y por qué nosotros, los franceses, tenemos que esforzarnos por los demás. Claro, el problema es que la mayoría de los franceses no quiere dar cobijo a los refugiados». Esta negativa de sus compatriotas y de, en general, los europeos, al cineasta le parece bastante hipócrita: «En 1940 los países estaban en desbandada ante el avance de los nazis, y más o menos se logró gestionar, y ahora hay un millón de personas en las fronteras, las naciones son más ricas, y no sabemos qué hacer con ellos. Es patético. Alemania vuelve a cerrar las fronteras, de Inglaterra ni quiero hablar, y en Francia los que han llegado no se quieren quedar por cómo les tratamos; en fin, resulta muy triste». Por ello, al cineasta le duele que su país, donde nacieron los valores europeos de «Libertad, Igualdad y Fraternidad», se haya convertido en una nación «insana».
En mayo de 1940 el enemigo de las migraciones era común, el nazismo y, por lo tanto, el resto de Europa (menos la Italia y la España fascistas) se hermanó para combatir el horror. En la película un militar escocés ayuda al protagonista, Hans, un alemán acusado de comunista, a encontrar a su hijo, que se desplaza con un grupo de franceses en medio de las corrientes migratorias.
«Desencantado»
No obstante, hoy en día no queremos que perturben nuestro Estado del Bienestar y permenecemos, comenta Carion, «en un estado mental individualista y egoísta que predomina en la época en la que vivimos. No existen ideas colectivas reales, no hay nada que reúna a la gente. Por ejemplo, en Francia la institución familiar se observa como algo conservador. Yo tengo cuatro hijos y no comprendo por qué querer a tus padres tiene que ser algo pasado de moda. Yo necesito a la familia, pero me encuentro con gente que no tiene ninguna unión con la suya y se encuentran completamente perdidos. Hay una canción que fue muy famosa en Francia, ‘‘Desencantado’’, y estamos viviendo así, pero lo bueno volverá, siempre hay que pasar por los momentos de altibajos».
Igual que los pasó Hans hasta encontrar a su hijo, «un reencuentro casi onírico», comenta Carion, quien añade que «he hablado con testigos de estos movimientos migratorios y me contaron que ese tipo de convergencias imposibles ocurrían. La realidad siempre es mucho más fuerte que la ficción y hay que admitirlo». Para el director la relación entre Hans y su hijo es su sello más personal en «Mayo de 1940», ya que, afirma, «me fascinan los lazos filo-parentales. Creo que el amor que uno siente por sus hijos, no tiene nada que ver con el que se tiene por una pareja o cualquier otra persona. Primero, no entra en ninguna relación sexual, es carnal en el sentido de puro corazón. Estoy en contra de la pena de muerte, pero si le hacen daño a mis hijos soy capaz de matar a alguien». Además, transmitir los acontecimientos a través de la búsqueda que emprende Hans de su retoño era una herramienta para que «los hechos no aplastasen la película. Hay que olvidarlos para que el largometraje no se convierta en un manual de Historia. Eso sí, también hay que realizar con ellos un ejercicio de comprensión, porque no vives en la misma época y mantienes con ellos una cierta distancia. Entiendo a la gente que tiene miedo y pierde el coraje y la valentía y se dan media vuelta en esta clase de proyectos».
Él se atreve con cualquier cinta que se propone, ya que para eso abandonó un futuro prometedor como profesional de su otro «hobby» a parte del cine, el fútbol: «Cuando tenía 15 años fui campeón departamental con mi club, el Lens, al norte de Francia. Vinieron a verme y me propusieron hacer un taller de una semana, yo acepté. Realizamos muchos ejercicios y al final, el viernes, me llamaron y me dijeron: “Tienes una técnica perfecta aunque no tengas una gran fortaleza, te queremos, vas a entrar en la escuela de fútbol y posiblemente llegues a profesional”. Por primera vez tenía que tomar una decisión importante, si aceptaba jamás hubiera podido hacer cine, así que respondí que no. Claro, todo el mundo pensaba que era estúpido. Para mí, el séptimo arte siempre ha estado por encima de todo».
Le gusta tanto el balompié que, dice, el único rencor que guarda a los alemanes no se debe a la invasión nazi de Francia que provocó las migraciones sobre las que va su nueva película, sino que el recelo que tiene por los alemanes se generó en España, durante la Copa Mundial de Fútbol de 1982. El 8 de julio, cuando Carion tenía 19 años, Alemania y Francia se enfrentaron en semifinales en el Estadio Sánchez Pizjuán de Sevilla, y después de terminar la prórroga con 3-3 en el marcador, los germanos ganaron en los penaltis. El director consideró injusta la derrota por la exagerada violencia de los alemanes, pero en este filme, recordando el horror que los nazis extendieron por Europa, encontró cierta revancha, siempre con su madre en la memoria.
El éxito llegó después de la Navidad
Christian Carion ya ha centrado antes una de sus películas en un conflicto bélico, fue en 2005 con «Feliz Navidad» (en la imagen), que transcurre a principios de la Primera Guerra Mundial cuando en la Nochebuena de 1914 los diferentes bandos contricantes decidieron dejar por un momento de lado los enfrentamientos y se sentaron juntos a celebrar. Éste fue el largometraje que le dio el éxito definitivo, aunque no agradó en todos los países: «Me acuerdo cuando la presenté en Israel. Me decían: ‘‘viene usted hasta aquí a enseñarnos humanidad sobre cómo debemos hablar con los palestinos’’. Es curioso como a veces el cine toca algo completamente actual y conflictivo a la vez». «Feliz Navidad» fue su segunda cinta pero la primera, «La chica de París» (2001), fue la que, declara, «me permitió dedicarme al cine y dejar mi trabajo anterior, era ingeniero en agua potable». Y ahora rueda sus filmes sin haber adquirido conocimientos académicos sobre cómo escribir guiones ni cómo dirigir detrás de una cámara: «No fui a la escuela de cine; lo mejor es hacer cortos, es lo más práctico, pero tampoco es tan fácil como parece, tiene la misma dificultad que un largo porque entre contar bien algo en 5 minutos o hacerlo en dos horas no hay tanta diferencia. Hay mucha gente que cuando hacen cortos terminan diciendo, “esto no es para mí”, es como una especie de revelación, aunque si la pequeña película es buena tendrá un recorrido por festivales y demás, y al cabo del tiempo alguien vendrá a preguntarte por una historia más larga. Mira, comentaba Truffaut que “no existen películas pequeñas o grandes, sino buenas o malas”. Yo he tenido mucha suerte con el cine, me siento muy feliz, no hay profesión más bella que ésta, voy a volver a citar a Truffaut, pero es que era un genio, como él decía, los cineastas no nos podemos quejar, ‘‘es que me pagan por contar historias’’.