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"Doctor sueño": Y King, más contento que unas pascuas

larazon

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Dirección y guión: Mike Flanagan, basado en la novela de Stephen King. Intérpretes: Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Zahn McClarnon, Carl Lumbly. EE UU, 2019. Duración: 151 min. Terror.
Parece mentira, pero Stephen King sigue aborreciendo «El resplandor», porque el obsesivo, milimétrico y enfermizamente matemático Stanley Kubrick toqueteó más de la cuenta, vamos, lo que le dio la gana, la novela original. Y consiguió una obra maestra, fíjense ustedes lo raro que es todo. La secuela de aquel filme de culto parte, de nuevo, de la propia continuación escrita por King en 2013, aunque ahora dirige el obediente y apañado Mike Flanagan («Ouija: El origen del mal», «Somnia: Dentro de tus sueños»...). O sea, que el norteamericanao está más contento que unas pascuas esta vez y nosotros, los espectadores, salimos perdiendo clara y dolorosamente. Porque, ya de entrada y en el fondo, a no ser por un puñado de elementos que ligan a las dos historias, novela y película podrían haberse tratado de una nueva entrega de cualquier cosa, «Los peligros del vapeo», por ejemplo. Danny Torrance (Ewan McGregor), aquel niño con poderes que experimentó el terror en estado puro cuando su padre fue «poseído», o lo que fuera que le sucedió, que nos da igual, por los espectros de un destartalado hotel, es hoy un adulto traumatizado y alcohólico que decide enderezar su vida lejos del rencor, la botella y los dones raros, pero le costará media vida desde que entra en escena un extraño grupo de viajeros con hambre permanente (y menos mal que aparecen, porque el largo arranque de la cinta se nos antoja un tostón importante) que se alimentan de los niños «especiales». Como Abra Stone, a quien la comuna persigue porque no han conocido a otra menor más llena de «sustancia». En fin. Flanagan, que tampoco es tonto, ha salpicado el metraje con imágenes, una especie de flashes, que emulan varias escenas míticas de la primera producción para refrescar la memoria a unos y dotar de un mayor atractivo y coherencia a su propia obra, y lo consigue. «Doctor Sueño», en fin, se trata de un producto muy respetuoso respecto al texto original, digno (y hablamos de un género, desde el punto de vista creativo y formal, bastante maltratado en numerosas ocasiones) y entretenido, sobre todo, durante la media hora final, cuando se ven todos las caras, aunque no sean las reales, en el inquietante mismo lugar donde todo comenzó. Ahora bien, como sucedió con el segundo libro de King, que nadie espere milagros. Kubrick sería un tipo obsesivo, un tirano lleno de manías, pero también fue un cineasta enorme. Imposible olvidar la habitación número 237 cuando se abrió la puerta por primera vez...