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La «bella» clausura una edición que no lo es tanto

Hoy se conocen los ganadores de esta tan irregular Berlinale. Ninguna de las películas vistas ayer debería estar en el palmarés
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  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Hoy se conocen los ganadores de esta tan irregular Berlinale. Ninguna de las películas vistas ayer debería estar en el palmarés
Lo tenía crudo Christophe Gans para convencer con «La bella y la bestia», que clausuró la 64ª edición de la Berlinale fuera de concurso. El valor icónico de sus más célebres precedentes –la versión con ecos surrealistas de Jean Cocteau y el delicioso musical de Disney– es demasiado poderoso. Tras una breve excursión estadounidense, el director de «El pacto de los lobos» intenta ofrecer una adaptación del cuento de Madame de Villeneuve más siniestra y gótica, pero le sale una película relamida, tediosa, en la que, enterrada como está bajo un lecho de rosas que parece haberse escapado de una foto de Pierre et Gilles, ni siquiera adviertes cuándo la Bella (una ubicua Léa Seydoux) deja de odiar a la Bestia (un Vincent Cassel que no pisó la Berlinale) para amarlo con locura. La Prensa la recibió con risas estupefactas.
Sin aliento trágico
Con un Eduardo Noriega disfrazado de poco convincente villano y unos perritos hechizados (es decir, digitales) que deberían servir como contrapunto entrañable de la trama principal, Gans pretende convertir la fábula de Villeneuve en un espectáculo «bigger than life». Sus referencias van de Michael Powell a Terence Fisher, pasando, por supuesto, por Cocteau. El problema es que la película está tan mal contada, tan falta de ritmo, que su aliento trágico siempre cae en saco roto. Fiel al cuento original –olvídense del padre inventor de la versión Disney; aquí es un empresario al borde de la ruina con seis hijos–, fracasa en su hortera preciosismo estético y aburre hasta las ovejas. Es una película sin público objetivo, demasiado oscura para los niños y demasiado «antigua» para los fans de la saga «Crepúsculo».
Los dos últimos títulos a concurso siguieron la tónica –medianía insípida– de sus competidoras. La austriaca «Macondo», ópera prima de la documentalista de origen iraní Sudabeh Mortezai, sitúa su historia en un complejo de viviendas sociales a las afueras de Viena, donde viven refugiados chechenos y del África negra. Volvemos a encontrarnos, por enésima vez en el certamen, con el niño protagonista que tiene que asumir responsabilidades de adulto. En esta ocasión, cuando su papel como disfuncional cabeza de familia se ve amenazado por la llegada de un amigo de su padre, que murió en la guerra, no dudará en tomar cartas en el asunto. No hay nada malo en este gris docudrama sobre las leyes del patriarcado en la tradición chechena, pero da la impresión de que es una película que hemos visto cien veces en la selección de la Berlinale.
A sus 82 años, y con un imparable ritmo de trabajo, el japonés Yoji Yamada sigue enfrascado en el reino del melodrama familiar con «The Little House». Si «Una familia de Tokio», que ganó la última Seminci, tenía como modelo a Ozu, ésta parece tener a Mizoguchi. Los secretos de una familia pequeño-burguesa de la época de la Segunda Guerra Mundial, contados por su devota criada, discurren en la pantalla sin la intensidad dramática que imprimiría el director de «Vida de Oharu». El supuesto clasicismo de Yamada puede confundirse fácilmente con pereza funcional.

«Boyhood», la mejor

Como ocurrió el año en que «El árbol de la vida» ganó en Cannes, todos los caminos de la sección oficial de la Berlinale llevan a una película: «Boyhood». En 1995 este festival fue el primero en reconocer el talento de Richard Linklater, que obtuvo el Oso de Plata a la mejor dirección por «Antes de amanecer». Sería absurdo por parte del jurado presidido por el productor y co-guionista de Ang Lee, James Schamus, y que incluye, entre otros, a Michel Gondry y Greta Gerwig, dejar pasar la oportunidad de celebrar que Linklater, sí, es uno de los grandes. A una cierta distancia, perdidas en una competición mediocre, la alemana «Kreuzweg», la británica «71», la americana «The Grand Budapest Hotel» y la argentina «La tercera orilla» se perfilan como perfectas compañeras de viaje.