La sensatez se ha impuesto
¡Qué cosas! Los jurados son imprevisibles. ¿Se habrá dejado llevar Spielberg por la línea dura de cineastas que le acompañaban en esta ardua tarea (Naomi Kawase, Lynne Ramsay y Cristian Mungiu) o habrá querido parecer «moderno» ante la «intelligentsia» europea que estaba esperando su veredicto con las uñas afiladas? ¿Cómo se explican, si no, los premios a la mejor dirección a Amat Escalante por «Heli» y al mejor guión a Jia Zhang-ke por «A Touch of Sin»? Ninguna de las dos figuraba en las quinielas –como tampoco lo estaban, todo hay que decirlo, Bruce Dern y Bérenice Béjo– y, es curioso, ambas incluían escenas que podían herir seriamente la sensibilidad de Spielberg (la primera, con una tortura genital de aúpa; la segunda, con varios arrebatos de violencia generosos en sangre).
Se especulaba con la posibilidad de que las explícitas secuencias de sexo lésbico de «La vida de Adèle» pudieran molestarle, aunque, recordémoslo, Spielberg es un gran cineasta de las emociones, y no es difícil imaginarle pegado a la butaca, disfrutando como un enano de una de las historias de amor más bellas del cine reciente. La sensatez, pues, se ha impuesto en los dos premios mayores de este Cannes: por mucho que los Coen ya tengan una Palma de Oro y dos premios al mejor director, las excelencias de «Inside Llewyn Davis» no podían pasar desapercibidas. Kore-eda facturó una película plenamente spielbergiana, su presencia en el podio de los ganadores era lógica. Este crítico echa de menos algún reconocimiento para «La grande bellezza», aunque no se pueden pedir peras al olmo. Con el apoyo a la inconmensurable «La vida de Adèle» y sus dos actrices (Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, que Spielberg ha citado en el discurso de entrega de premios), hay más que suficiente.