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La última gran lección de Philip Seymour Hoffman

larazon

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Siete meses después del inesperado fallecimiento de Philip Seymour Hoffman, llega a las pantallas españolas "El hombre más buscado", una sólida y clásica historia de espías que vuelve a demostrar el enorme talento que el cine ha perdido.
La amplitud de registros del actor, fallecido a los 46 años por una sobredosis, quedó más que demostrada en películas como "La duda", "The master", "Magnolia", "El talento de Mr. Ripley", "la familia Savages", "Hapiness", "Los idus de marzo", "El último concierto"o "Truman Capote", papel por el que logró su único Óscar en 2006.
Y ahora, sus últimos trabajos reafirman la capacidad camaleónica del actor neoyorquino, uno de esos secundarios que a base de robar escenas a grandes nombres del cine logró auparse a papeles protagonistas más acordes con su talento natural.
En "El hombre más buscado", adaptación de una novela de espías de John Le Carré, Seymour Hoffman da vida a Günther Bachmann, un brillante agente alemán forzado a trabajar en pequeños trabajos en Hamburgo tras el fracaso de una gran operación en Beirut.
Casi alcoholizado y con la confianza perdida de sus superiores, Bachmann no se deja vencer y con la ayuda de un pequeño equipo -uno de sus miembros está interpretado por el hispanoalemán Daniel Brühl- se mete en una enrevesada trama de espionaje con las relaciones entre Estados Unidos y Alemania como telón de fondo.
La película, dirigida con una perfecta tensión por el holandés Anton Corbijn ("El americano"o "Control"), es clásica en su planteamiento, al igual que las novelas de Le Carré, y en su desarrollo, pero cuenta con un moderno aspecto vintage en su puesta en escena.
Rodada con elegancia, la historia se va complicado al mismo ritmo que se introducen nuevos personajes, con actores del nivel de Willem Dafoe, Rachel McAdams o Robin Wright, que parece haber encontrado un interesante nicho en los papeles ambiguos, como los que interpreta en "El Congreso"o en la serie televisiva "House of Cards".
También destaca el ruso Grigoriy Dobrygin, como el checheno que busca asilo en Alemania y alrededor del cual pivota toda la historia.
Pero por encima de todos ellos planea un Seymour Hoffman que da vida a un hombre tan brillante como vulnerable, alguien que se siente solo contra el mundo y que llena la pantalla con una sensibilidad que se aleja de cualquier estereotipo.
Muy pasado de kilos y con un estado físico al borde del colapso, el agente alemán y el actor se mimetizan a tal punto que es difícil distinguir donde empieza uno y acaba el otro.
Una habilidad que el actor tenía y que le permitía pasar de un personaje a otro con una aparente facilidad y dotar a cada uno de ellos del tono exacto que requería cada papel.
El victimismo mezclado con arrogancia del cura de "La duda"; la soberbia de Truman Capote; el autoritarismo de un líder sectario en "The master"; el dolor fraternal de Jon en "La familia Savages"; la locura desbordante del perdido Caden en "Synecdoche, New York"o la ternura de su violinista en "El último concierto".
Cada uno de sus papeles era un giro más en su forma de interpretar y "El hombre más buscado"fue el último escalón de esa evolución. La contención por encima de todo y la ausencia total de los tics tan habituales en los grandes actores cuando se creen por encima del bien y del mal.
En el caso de Seymour Hoffman, a sus 46 años aún le quedaba mucho camino por recorrer y quizás hubiera caído en esos tics, pero en el trabajo que ha dejado no ha sido así.
Ni siquiera en papeles más comerciales, como el de Plutarco, el líder rebelde de los "Juegos del hambre", cuyas dos últimas entregas serán los últimos estrenos de trabajos de un actor rotundo, de voz profunda, ojos pequeños y penetrantes y gestos definidos.