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Macbeth en el corazón de las tinieblas

Fassbender y Cotillard sobresalen en el drama de Shakespeare, que cierra un Cannes decepcionante
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Fassbender y Cotillard sobresalen en el drama de Shakespeare, que cierra un Cannes decepcionante
«Macbeth» es un western, asegura el australiano Justin Kurzel. Y la verdad es que podría ser cualquier cosa. Shakespeare sirve para un barrido y para un fregado. Ponle música, ponle tanques o sitúalo en un planeta lejano, siempre funcionará. Si lo hacen los actores, claro: esta versión de la obra, que clausuró la sección oficial de un Cannes más bien decepcionante, la protagonizan un Michael Fassbender que parece haber nacido para el papel y una Marion Cotillard que se lo come vivo con los ojos. Cada uno a lo suyo: la ambición del poder y el poder de la ambición, confabulados con el poder de lo oscuro. «Macbeth» arranca con una batalla que Kurzel, que brilló hace cuatro años en la Semana de la Crítica con la brutal «Snowtown», podría haber tomado prestada de «Braveheart», o en su defecto, del Kurosawa más épico, el de «Kagemusha» o «Ran», con unos retoques ralentizados al más puro estilo «300». No hay lugar aquí para el experimento expresionista del «Macbeth» de Welles o para el sintético manierismo de «Trono de sangre». No hay lugar, tampoco, para el pentámetro yámbico: su materialismo expresivo es puro cine, pura imagen con los pies en la tierra. En las escenas intimistas, a Kurzel parece interesarle la condensación de atmósferas siniestras en el rostro de sus actores, que se hablan al oído, o abrazados, o rozándose, para convertir la palabra en una experiencia física. Esa fisicidad traiciona en parte la obra de Shakespeare, que Harold Bloom calificó como la más fantasmagórica de todas las suyas. La traiciona porque en este caso incluso la magia negra ocurre en la dimensión de lo real.
El pragmatismo de la película de Kurzel se entiende perfectamente cuando escuchamos la teoría que Fassbender articuló en rueda de Prensa. En pocas palabras, Macbeth, que acaba de perder a uno de sus hijos y vive inmerso en el horror de la guerra, sufre de síndrome de estrés postraumático. En el desenlace victorioso de una batalla, tres brujas, en clave de coro griego, se le aparecen para lanzar una profecía: será rey de Escocia. Aún no sabe que, para serlo, tendrá que asesinar a sangre fría al que ocupa ahora el trono. «Hoy sabemos por soldados que vuelven de Irak o Afganistán que tienen esas alucinaciones», comentó Fassbender. «Macbeth ha lidiado con la guerra día a día. Ha matado con sus propias manos. Ha hundido su espada hasta lo más hondo de sus enemigos. Y si eso no bastaba, ha utilizado una piedra para rematarles».
Una de las novedades de este vigoroso «Macbeth» es, por tanto, la humanización de sus personajes, incluso el de Lady Macbeth, que ha pasado a la historia como imagen del maquiavelismo femenino. Según Kurzel, el origen de la tragedia está en la muerte del hijo de ambos. «“Macbeth” trata sobre cómo sustituyes algo que has perdido. Es un sentimiento que he experimentado en mi propia vida. Estaba muy interesado en contar lo desesperado que puedes estar para rellenar el agujero que del duelo».

«Carol», gran favorita

En el ranking de la crítica internacional que publica la revista «Screen» durante el festival hay dos películas muy por delante de las demás: «Carol», de Todd Haynes, y «The Assassin», de Hou Hsiao-Hsien. La lógica nos dice que el jurado que presiden los hermanos Coen se decantará por la primera. Al fin y al cabo, Haynes pertenece a la misma generación de cineastas «indies» que renovó el cine americano en los 90, y los Coen quizá encuentran la película del taiwanés excesivamente críptica. De todos modos, en una edición de calidad muy desigual, los responsables de «Fargo» pueden dar alguna sorpresa. La húngara «Son of Saul» debería estar en el palmarés, el Vincent Lindon de «La loi du marché» podría ganar el premio al mejor actor si el Tim Roth de «Chronic» no se lo impide, y la Margherita Buy de «Mia Madre» sería una digna mejor actriz. Hoy saldremos de dudas.