"Zombieland: mata y remata": Hasta Homer Simpson está que muerde
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Dirección: Ruben Fleischer. Guión: D. Callaham, R. Reese, P. Wernick. Intérpretes: Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Emma Stone. EE UU, 2019. Duración: 99 minutos. Comedia/Terror.
En estos diez años transcurridos desde el estreno de la primera película, el caótico y sangriento futuro postapocalíptico que pintaba aquélla ha cambiado sensiblemente, y para mal, claro. Por ejemplo, los no muertos han evolucionado lo suyo y se dividen ahora en tres grupos: los orondos torpones, llamados Homer (por Simpson), los inteligentes, que se conocen como Hawking (sí, viene de Stephen) y los agilísimos Ninja, que, su nombre lo indica, tienen más peligro que una caja de bombas. Nada de andares titubeantes y ralentizados, nada de y ahora de qué manera abro la puerta blindada para pillar al humano. La Tierra, en resumidas cuentas, continúa siendo un desastre, nada que no sepamos en España aunque aún no hayan aparecido en nuestro presente los «caminantes», bueno, en según que zonas, sí, en la que debes andar con ojo para no acabar con un mordisco en donde te caiga, y, hala, uno más para la nómina. Con la música heavy atronando como si no hubiera un mañana, que a lo mejor va es así, y Wichita (Emma Stone), Columbus (Jesse Eisenberg), Tallahassee (Woody Harrelson, completamente en su salsa, histriónico, disparatado) y Little Rock (Abigail Breslin) repartiendo estopa a mansalva entre los zombis, amanece la segunda e igualmente divertida ración de la saga, que vuelve a estar dirigida por Ruben Fleischer. Total, conoce el paño de sobra. El grupo, ya con problemas de convivencia graves, recala en la Casa Blanca, donde, amén de un «gag» a costa de «The Walking Dead» y después de taparle los ojos a Lincoln para que no «mire» a una pareja mientras hace el amor, termina disolviéndose. De forma que, tras romper con la «tranquila» vida familiar que se traían y abandonar todos por unas cosas o por otras la mansión presidencial, arranca otra generosa ración de matariles a cada cual más exagerado, estrafalario y violento. Sangre, sudor y sesos a mansalva, un exceso de rótulos con «Los mandamientos de Columbus» salpicando todo el metraje, escenas de acción mayestática como las protagonizadas por ese vehículo de ruedas tremendas, la aparición de nuevos personajes, Madison, la rubia tarada que no se quita el chándal rosa ni para dormir, y una flamante novia para Tallahassee... Todo esto y algo más resulta el «Mata y remata», un filme salvaje, cachondo, aunque en ocasiones lo cómico no acabe de funcionar, exagerado, irregular y enérgico que, miren por dónde, acaba en una comuna hippie con los fumados olvidando eso de «paz, hermano». Todo tiene un límite, qué les voy a contar.