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Los cuadros que revelaron el nombre del Greco al mundo

La pinacoteca reúne en una exposición los óleos dispersos del retablo de Santo Domingo el Antiguo, incluido «La Asunción», procedente del Art Institute de Chicago
Javier Ors

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El Greco pensaba en vertical. En un mundo de horizontalidades y perspectivas lógicas, él trajo una pintura ascensional, de aspiraciones místicas, desabrochada de corsés y esquemas estereotipados que no se había visto en aquella Europa de renacimientos, y que es el estilo donde apuntaló su firma. Su nombre en realidad era Doménikos Theotokópoulos, que es ya un patronímico de resonancia, donde vibra ya el fantasma de cierta religiosidad. Nació como artista pintando iconos bizantinos, esa fe enmarcada en pan de oro que gozó (y goza) de cierta celebración. Para deshacerse de tanto dorado, tuvo que acudir a Venecia, que es donde se reinventó el color en la pintura. Llegó a España en 1577 siendo un desconocido y una maestría sin acreditar aún, pero don Diego de Castilla, deán de la catedral, por instigación de su hijo Luis Castilla, le encargó «El expolio» para la catedral y también de los tres retablos de la iglesia de nueva alzada del monasterio de Santo Domingo el Antiguo. En ese espacio conventual de monjas, dejó de ser Doménikos Theotokópoulos, un desconocido, para convertirse para la historia en el Greco. Los óleos que realizó allí, nueve, están considerados de talento mayor. Son, de hecho, las pinturas que le dieron su renombre y supusieron su despegue. Con el paso del tiempo, estas piezas se dispersaron (los caminos de una obra de arte son como los del Señor: inescrutables). El Museo del Prado ha conseguido ahora reunirlas a todas ellas (salvo una del Hermitage) en una exposición única que permite, gracias a un montaje de espectacular vistosidad, volver a contemplarlas una al lado de otra. Una muestra que cuenta con tablas procedentes del propio convento, del Prado, de colecciones privadas, pero, principalmente, del The Art Institute of Chicago, que ha cedido para esta ocasión una, pero de relevancia: «La Asunción». Una pintura monumental, de enorme colorido y de presencia impresionante, que no se había visto en España desde los años veinte de la pasada centuria. En este conjunto está también la primera Natividad que remató el Greco en España y la pinacoteca madrileña, con cuidada atención, ha sumado al recorrido, la última que hizo el artista (donde se autorretrató de rodillas junto a su hijo) para que los visitantes observen la evolución del artista, aparte de «La Trinidad», «La adoración de los pastores» y «La Resurrección». Tras este Greco, de figuras aún provistas de su gravedad terrenal, vendrían otros «Greco», pero eso es otra historia.

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