Cuando Ava no quiso casarse con Dominguín
Nieves Herrero relata en su libro «Como si no hubiera un mañana» la ferviente relación entre la actriz Ava Gardner y el torero.
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Nieves Herrero relata en su libro «Como si no hubiera un mañana» la ferviente relación entre la actriz Ava Gardner y el torero.
Ella venía huyendo de sí misma (y un poco de Sinatra, para qué negarlo), y él nunca rehuía el peligro y mucho menos una aventura galante. «Aquello fue como juntar un huracán con un terremoto. ¡Riéte tú de la bomba atómica!», exclama Nieves Herrero. Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín se conocieron en la primavera de 1953, en Madrid, cuando España era una sucursal de Hollywood y la Gran Vía, Nueva York (el símil es de Guerra Garrido). Durante dos años vivieron un romance «sui generis», «Como si no hubiera un mañana», título de la novela en la que la periodista Nieves Herrero narra el encuentro entre estas dos fuerzas de la naturaleza, el «animal más bello del mundo» y el torero más mediático de la época. Sólo estuvieron juntos algo más de un año, desde que la bomba estalló en el Hotel Castellana Hilton hasta aquel día en Nueva York en que Luis Miguel le pidió matrimonio y Ava puso algo de cordura. Entre medias hubo míticos escarceos sexuales, noches romanas (en la Ciudad Eterna rodaba Ava «La condesa descalza»), peleas antológicas, toros brindados y secundarios de lujo: Sinatra, Howard Hughes o Lucía Bosé, la mujer que «metió en vereda» al Don Juan de los ruedos.
«Los dos fueron tan significativos y tremendos que aún siguen atrayendo la atención mucho tiempo después. Ella fue uno de los iconos y él uno de los mejores toreros. Dejaron una estela indeleble en cantidad de biografías, artículos, aniversarios... Nosotros moriremos, pero ellos seguirán, trascienden a su propia imagen porque representaban mucho en aquella época», defiende la autora. Confiesa sentirse seducida por la «frescura» de la Ava del 53: «Fue una adelantada a su tiempo, la mujer más libre que he conocido. Ese año rompe con su tercer matrimonio y decide no casarse más, elegir la amistad y no el amor en un hombre». Herrero la ve como en los versos de Agustín García Calvo que hacen de epígrafe: «Libre te quiero.../Pero no mía/ni de Dios ni de nadie/ni tuya siquiera». «Su imagen nos ha llegado muy distorsionada, porque aquí conocimos a una Ava trasnochadora ya más adelante, pero yo me quedo con esa imagen de mujer ilusionada, fresca, del 53, que llega a una España que está despegando y se siente identificada con la forma de ser de los españoles. Ella era una persona muy normal fuera de las pantallas, soñaba con ser sólo una chica de campo, intentando alargar la noche porque padecía algo que los psiquiatras hubieran determinado hoy como terror nocturno. No soportaba la soledad».
Lo suyo con Luis Miguel fue eso, una bomba. La Prensa los siguió de cerca, pero, aun así, con una distancia que hoy sería impensable; ellos compartían las noches de Chicote como el Marcello de «La dolce vita» prendía los cigarros de la actriz de turno en las cálidas noches de Via Veneto. Dominguín era un personaje de magnetismo especial, al mismo tiempo un Don Guido y un intelectual. Él metió a Ava (y no al contrario) en la órbita de Hemingway y Orson Welles. El resto fue un puro incendio: «Vivieron como si no hubiera un mañana, apasionadamente; disfrutaron mucho, pero una montaña rusa es muy dificil de mantener en el tiempo», defiende Herrero.
¿Quien amo más?
Del romance, una vez terminado, quedaron numerosos cabos por atar y muchos mitos. Ni siquiera los actores de esta historia lograron ponerse de acuerdo. «Yo le pregunté a Luis Miguel sobre todo esto antes de su muerte –asegura la autora– y él siempre me dijo que ella le quiso más que él a ella; sin embargo, lo que Ava cuenta en sus memorias da a entender lo contrario, que al final del 54 él la presiona para que, cuando se separa de Frank Sinatra, tengan una relación más estable. Luis Miguel negaba que la pidiera en matrimonio, pero lo cierto es que a los 5 meses de conocer a Lucía Bosé en diciembre del 54 se casa con ella, por lo que se ve que quería formar una familia, a pesar de que Luis Miguel era por antonomasia el Don Juan que retrató Marañón, un macho ibérico».
Más allá de la narración de un romance excepcional, «Como si no hubiera un mañana» es para la autora un pretexto para retratar una España, la de los 50, «que está despegando del aislamiento absoluto tras la firma del convenio con Estados Unidos y la instalación de las bases y el concordato con la Santa Sede. A partir de ahí, empieza a entrar dinero del extranjero y se produce una llegada masiva de americanos, sobre todo del cine, porque aquí era más barato rodar. Los 50 son una época de una sociedad emergente con mucho dinero, muchas cacerías, muchas anécdotas y nombramientos... Una España de “Arriba y abajo”, de criadas y señoritos». Hay quien dice incluso que el romance entre Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín marca el fin de la autarquía y pone la primera piedra del desarrollismo. El curso de la historia, a veces, lo dictan presuntas anécdotas. Y la bomba que años después no estalló en Palomares ya había caído en pleno centro de Madrid.