Cuando el cine español era políticamente incorrecto
Se reestrena 30 años después «El vuelo de la paloma», la historia de una «Madame Bovary de barrio» creada por García Sánchez y Azcona.
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Se reestrena 30 años después «El vuelo de la paloma», la historia de una «Madame Bovary de barrio» creada por García Sánchez y Azcona.
Decía Pasolini (provocativamente, se entiende, aunque con nostalgia real) que qué maravilloso país era Italia durante el fascismo y los años posteriores. Un lugar donde, fuera de la política, aún era posible cierta libertad de acción y en el que el campo seguía estando a la mano; antes de que todo se convirtiera en centros comerciales y para cada casuística de la vida hubiese una regla, una norma. Más o menos como Madrid hasta, pongamos, 1988, antes de la gentrificación y la homologación, al filo de que un mundo antiguo (el de barrio, el de las corralas y los comercios vecinales) desapareciera para siempre. Hace 30 años aún era posible reconocer el alma del sainete, la canallería española en el mismísimo centro de la capital, al filo del barrio de Embajadores. Todavía no éramos tan Europa, ni tan listos ni ricos ni guapos ni políticamente correctos como ahora.
Solo 30 años han pasado desde el rodaje de «El vuelo de la paloma», de José Luis García Sánchez, la historia de una «Madame Bovary» de barrio, interpretada por Ana Belén, que, harta de ser un cero a la izquierda a pesar de catalizar las atenciones de todos por su belleza, fantasea con Luis Doncel, la estrella de cine que está rodando precisamente frente a su ventana, una película sobre la Guerra Civil. Solo 30 años, decíamos, pero cómo hemos cambiado. Madrid aún era una ciudad «azconiana». «Cuando leí el guión de ''El vuelo de la paloma'' –confiesa Ana Belén– lo primero que me vino a la cabeza era el sainete». José Luis García Sánchez y el guionista Rafael Azcona también lo tenían en mente (y «La Codorniz» y el esperpento y el cuplé...) al confeccionar esta historia coral, que sucede entre las cuatro esquinas de una plaza (Conde de Barajas en el rodaje). «Nos reuníamos de lunes a viernes y la primera horas las dedicábamos a miscelánea –explica García Sánchez– y luego todo eso que había surgido entraba en el guión». Un texto muy de Azcona, muy de entonces, con gente que entra y sale y grita y maldice, y con las coyunturas político-sociales de entonces, como esa huelga general (la primera que se le organizó al PSOE) que se coló de la realidad en el rodaje del rodaje. Cine dentro del cine.
El quiero y no puedo
«Esta película habla de una placita muy pequeña, de una ciudad determinada, un mundo aparentemente pequeño pero muy entendible. Para mí era volver a mi barrio, a personajes reconocibles, los del quiero y no puedo, que es lo que le pasa a Paloma, rodeada de hombres muy singulares», explica Ana Belén. Ella misma había soñado con el cine cuando, de pequeña, Pepe Isbert filmaba en su vecindario. Fue el marido de la actriz, Víctor Manuel, quien se embarcó en la producción de esta cinta, que se reestrena el viernes 27 en salas. Venía ya de colaborar con «Divinas palabras» y durante un tiempo jugaría a perder dinero con el cine, hasta que vio peligrar su propia casa. Pero «El vuelo de la paloma», al menos, logró presentarse en Berlín y recaudó el equivalente a 434.902 euros, con un reparto de primeros espadas (Ana Belén, José Sacristán, Juan Luis Galiardo...) y unos secundarios inolvidables, de los que hacen época: Luis Ciges y Manuel Huete, entre otros. Optó a 5 premios Goya ese año.
Hay una frescura y un descaro en esta cinta, sustentada sobre la amenaza y hasta la conveniencia del adulterio, y llena de situaciones y diálogos políticamente incorrectos hoy en día, que marcan el paso de estos 30 años. El tratamiento satírico del racismo («¿Qué pasa con los negros?», fue una frase que hizo furor) y, sobre todo, el acercamiento humorístico a un tema tan delicado como la atracción de un personaje por las menores de edad, serían impensables hoy. Y, sin embargo, «El vuelo de la paloma» no resulta zafia ni grosera ni deliberadamente ofensiva. ¿Entonces? «Hemos llegado a unos extremos de corrección política que coartan la libertad de creación. Saliendo de la dictadura hicimos unas películas que no se plantearía ningún director hoy», opina Ana Belén. Y Víctor Manuel añade: «Esta es otra sociedad diferente, muy pusilánime y con precauciones respecto a todo. Esta película respira libertad». Y, por cierto, feminismo, con una mujer que, a pesar de lo estrecho de su mundo, no se resigna. «El reto –resume García Sánchez– era escribir un personaje con la simpleza de una ama de casa de la que extraer una Madame Bovary». Eso, hace 30 años, cuando casi todo era campo.
La bendita obesidad de Juan Echanove
Juan Echanove tenía 27 años durante el rodaje. Había prorrogado hasta lo indecible su servicio militar obligatorio y, para no cortar su carrera, planeó alegar obesidad mórbida. Durante meses se estuvo cebando con la ayuda de todo el equipo, que le daba doble ración de bocadillos. «Y comía cocido para seis personas», confiesa. En el pesaje, se libró de la mili por apenas un gramo. Los chistes sobre su obesidad están muy presentes en la película.