David Hockney se va de Los Ángeles para poder fumar
David Hockney –cuyas pinturas baten récords estratosféricos en subasta– ha decidido dejar Los Ángeles y trasladarse a vivir a la Normandía francesa, a un pequeño pueblo de 200 habitantes llamado Beuvron-en-Auge. Allí ha adquirido una casa edificada en 1650 y que ha servido de inspiración para su última colección de pinturas, que presentará el próximo día 24 en Nueva York. Esta noticia –que podría en principio no revestir mayor trascendencia y permanecer en el terreno de lo anecdótico– sorprende, sin embargo, por la renuncia, por parte de Hockney, a todo aquello que ha impregnado su pintura durante décadas: una determinada forma de luz, texturas, olores; en definitiva, un contexto de sensualidad. A estas alturas de su vida, a Hockney parece importarle poco prescindir de este bagaje estético: las razones que ha dado para justificar su traslado de residencia son puramente vitales: quiere fumar y comer bien. Reconoce que los franceses saben vivir de maravilla y que, en efecto, sus obras deben ser vistas, pero él prefiere no serlo. En otras palabras, Hockney busca libertad. Y, en cierto sentido, con este viaje al paisaje remoto, a la localización apartada del mundanal ruido, lo que está haciendo es recrear, una vez más, el paradigma del artista hastiado de la civilización y deseoso de habitar en un intersticio de paz y de autenticidad. El ejemplo de Gauguin y su escapada a las Antillas ya es mítico. Pero hay muchos más –el mismo Picasso, sin ir más lejos. La vida de Hockney en su nueva residencia es sencilla y busca hacer de la rutina una suerte de exilio placentero: pintar por la mañana, almorzar después en un restaurante próximo, dormir la siesta y vuelta al trabajo. Parece claro que Los Ángeles había dejado de estimularlo y que esta ausencia de incentivos comenzaba a traducirse en su obra. El artista –máximo exponente del paradigma cultural– necesita, en un momento dado de su vida, huir de todo aquello a cuya construcción tanto ha contribuido e introducir un poco de silencio en medio del ruido. Hockney establece este plano de depuración en el hecho de fumar y comer bien y en libertad. Otros autores contemporáneos, sin embargo, encauzan esta necesidad a través de la práctica de religiones y filosofías orientales. Paradójicamente, a mayor crecimiento del arte-espectáculo, de los autores-estrella convertidos en CEOS de sus propias empresas, más necesidad de una «retirada espiritual». El sueño de la razón produce monstruos.