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Dylan, el alumno aventajado de Johny Cash

«Travelin’Thru, 1967-69», que sale hoy a la venta, incluye por primera vez la grabación inédita de las sesiones entre las dos leyendas de la música americana.
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«Travelin’Thru, 1967-69», que sale hoy a la venta, incluye por primera vez la grabación inédita de las sesiones entre las dos leyendas de la música americana.
Bob Dylan y Johnny Cash forman parte de la santísima trinidad de la música americana. El tercer vértice del triángulo sería Elvis. Y de todos ellos, solo el primero sigue vivo para contarlo. Mañana y dentro de la recuperación anual de viejos archivos, sale el decimoquinto volumen de sus famosas «Bootleg Series», que esta vez tienen como epicentro las sesiones que grabaron Dylan y Cash en el Estudio A de Columbia y las actuaciones en el Ryman Auditorium del 1 de mayo de 1969 para el estreno de The Johnny Cash Show, programa emitido por primera vez en la cadena ABC-TV el 7 de junio de 1969. «Bob me pidió que colaborara como artista invitado en el álbum ‘Nashville Skyline’, así que fui al estudio y simplemente encendieron la grabadora durante unas dos horas», recordaría más tarde Cash. Fueron dos sesiones, el 17 y 18 de febrero de 1969, con una banda que incluía al gran Carl Perkins tocando la guitarra en seis pistas, entre ellas su original «Matchbox».
Cash hizo mucho por Dylan. No era la típica estrella del rock and roll y el country del momento, el artista centrado únicamente en su carrera y en asimilar con vanidad la adoración de las crecientes hordas de fans en los despertares comerciales de la música contemporánea. Protestaba contra el Vietnam y reivindicaba a las nuevas generaciones de compositores que ofrecían una visión propia de la realidad del momento. Dylan grabó su primer álbum para Columbia en 1962 y fue un fracaso comercial. El sello se planteó su despido y allí apareció Cash, también de Columbia, para interceder por el muchacho. Columbia grabaría a regañadientes su siguiente disco, «The freewheelin», y ahí comenzaría la leyenda del de Minnesota. En esta historia de encuentros casi fraternales, Cash volvería a aparecer en la vida de Dylan en 1964. Para entonces, éste último había dado un paso al costado con su renuncia a ser considerado portavoz de nada y se había desmarcado del movimiento de protesta con la edición de «Another side of Bob Dylan», un álbum ya alejado del activismo social.
¡Dejadle cantar!
Predominaban las canciones de amor y ya incluía ciertos elementos surrealistas que marcarían sus siguientes discos. Cash saldría de nuevo a la escena pública para publicar un artículo en la revista «Broadside» bajo el explícito título: «¡Callad y dejadle cantar!». Para entonces, Cash estaba convencido de que Dylan era el mejor artista de la nueva generación y que había llegado para quedarse y escribir algunas de las mejores canciones de la historia, como haría a lo largo de su carrera. Su primer encuentro personal sería en 1966, en Cardiff, durante la polémica gira eléctrica de Dylan por Europa. Se encontrarían en el «backstage» antes del concierto y ambos cantarían juntos «I still miss someone» de Cash con Dylan al piano, según se recogería en la película inédita «Eat the document».
Después llegaría el famoso accidente de moto de Dylan en 1966 y su alejamiento de la vida pública. También cambiaría su forma de componer y hasta de cantar. Se abrazaría a los sonidos de country más clásicos, justo la época que expone su nuevo «Bootleg Series». Y ahí de nuevo contaría con Cash. El «hombre de negro» ya era leyenda en Estados Unidos mientras a Dylan le llovían las críticas por su nuevo abrazo a la tradición y a la música más conservadora. Tampoco a los puristas del country les gustaba. Lo veían como un advenedizo, como un invasor. La típica y vanidosa defensa de la vieja guardia ante el empuje de los más jóvenes. «John Wesley Harding» (1967) desconcertaría a muchos por el tratamiento austero de su música, apenas guitarra acústica, armónica, bajo y batería, pero iría todavía más lejos con un álbum de puro «country & western» bajo el inequívoco título de «Nashville Skyline». Y contaría con la presencia de Johnny Cash en la recuperación de su viejo «Girl from the north country» de 1963. El padre y el alumno aventajado por fin juntos.
Aquello sería la presentación en sociedad de Dylan en el Gran Ole Opry de Nashville. Como discutir el apadrinamiento a cargo del mismísimo Johnny Cash, quien entonces triunfaba con su programa de televisión, en el que invitaba no solo a artistas de country, sino a nuevos valores de otros estilos. Por allí pasarían a lo largo de los años Joni Mitchell, Linda Rondstadt, Eric Clapton, Neil Young, James Taylor y más. Dylan hizo su aparición el 1 de mayo de 1969, casi un mes después de la publicación de «Nashville skyline», para cantar «Living the blues», «I threw it all away» y, junto a Cash, «Girl from the north country».
Esencia de la tierra
Las sesiones de febrero de 1969 mostrarían a dos leyendas relajadas haciendo música solo por el placer de tocar y cantar música. Cash se une a Dylan en «Don’t think twice, it’s altight» y «One too many mornings», mientras se recuperan grandes maravillas del primero como «I still miss someone», «I walk the line» o «Guess things happen that way», junto con otros clásicos. También ofrece la primera versión de «Wanted man», de Dylan, que Cash interpretaría una semana más tarde en su mítico concierto en San Quintin. Dylan cantaría muchas canciones de Cash en directo a lo largo de su carrera. Y en 1999, en un raro gesto público, mostraría sus respetos participando en el disco «Kindred spirits: A tribute to the songs of Johnny Cash», en el que haría una formidable interpretación del «Train of love» de Sun Records. En 1992, Cash participó en el concierto de homenaje a Dylan celebrado en el Madison Square Garden y preparado por Columbia para hacer caja. Cantó «It ain’t me, babe», aunque Dylan probablemente ni se enteró. No se vio con nadie, se quedó en su camerino todo el concierto a la espera de su breve y anodina actuación final y después de marchó con el viento, como suele. Johnny Cash moriría el 12 de septiembre de 2003 en un hospital de Nashville y Dylan, en otro hecho muy poco habitual en él, escribiría unas emotivas líneas públicas honrando su memoria. «Me pidieron que diera una opinión sobre la muerte de Johnny y pensé en escribir un texto llamado ‘Cash es el rey’, porque eso es lo que realmente siento. Lisa y llanamente, Johnny era y es la estrella polar: te orientaba al navegar. El más grande de los grandes, entonces y ahora», comenzaba su texto.
Y añadía: «Él es, en verdad, la esencia de la tierra y el territorio, la encarnación de su corazón y de su alma y de todo lo que significa estar aquí. Y todo eso lo dijo en un inglés llano. Creo que podemos recordarlo pero no definirlo, así como no podemos definir una fuente de verdad, de luz y de belleza. Para saber qué significa ser mortal, no tenemos más que volvernos hacia el Hombre de Negro (...). Johnny se eleva muy alto sobre todas las cosas y nunca morirá ni será olvidado por nadie, ni siquiera por los que aún no han nacido, especialmente por los que aún no han nacido. Y así será por siempre». Fue el último tributo a alguien que influyó en su vida y su carrera como pocos. No solo le dejó una música que él asimiló con enorme talento, sino que intercedió por él en los momentos más duros. Cash era un gran hombre y Dylan encontró no solo su afecto, sino una referencia de actitud para sobreponerse con fortaleza a los momentos más difíciles. Esta fue la historia de dos gigantes observando el mundo desde la cima.

Memorias, ¿es todo lo que queda?

A sus 78 años, solo hay dos cosas seguras en la vida musical de Bob Dylan: que cada otoño llegará un nuevo volumen de sus «Bootleg Series» y que cerrará el año con 80 conciertos dentro de la maravillosa locura que es su «Gira Interminable», que comenzara en aquel ya remoto 1988. Pero, más allá de sus estupendos conciertos y los nuevos arreglos de sus viejas canciones para los recitales, lo cierto es que no hay mucho más de su vena creativa. El Premio Nobel de Literatura de 2016 no escribe un disco de canciones originales desde el ya lejano 2012, cuando publicó el excelente «Tempest». Mientras, en los últimos meses se alentó el rumor de que estaba recuperando ganas para publicar un nuevo volumen de su biografía titulada «Chronicles». Editó un maravilloso primer tomo en 2004 dentro de lo que, según se anunció, iba a convertirse en una serie de tres libros. Pero nada se volvió a saber. Mientras tanto, su gira continúa y ofrecerá su último concierto del año el 8 de diciembre en Washington, justo después de su residencia en el Beacon neoyorquino, donde tiene programados diez shows consecutivos. Es todo lo que hay de alguien que, según parece, le cogió alergia a grabar.