El Capricho de Gaudí, una de sus obras más antiguas, rejuvenece con 130 años
Sus paredes guardan historias familiares, recuerdos de un pasado indiano, de días de veraneo..., huellas de 130 años de historia de un palacete que, a pesar del paso del tiempo, muestra hoy un semblante rejuvenecido.
El Capricho de Gaudí, una de las primeras obras del arquitecto catalán, preludio del modernismo y de todo lo que fue después su obra, celebra su 130 cumpleaños en su mejor momento de conservación.
Atrás quedaron los años de abandono del edificio, los infructuosos intentos de venta al Gobierno de Cantabria y a la casa de subastas Sotheby's, o las dos décadas convertido en restaurante.
El Capricho, construido entre 1883 y 1885 en la localidad cántabra de Comillas, es hoy un espacio para descubrir los orígenes de la creación arquitectónica de Antoni Gaudí a través de una de sus primeras obras.
Aquí fue donde el arquitecto empezó a ensayar algunas de las técnicas que utilizaría más tarde en sus proyectos más conocidos, como la Sagrada Familia, el Parque Güell o la Casa Batlló.
Fue la obra de un Gaudí 'treintañero', un edificio colorido, con adornos en cerámica vidriada y con una torre minarete como las que después repetiría en otros de sus trabajos.
Pero por encima de eso, El Capricho de Gaudí supuso "toda una revolución", al "adelantarse a todas las vanguardias europeas del modernismo".
"Antes de que el modernismo llegara a Barcelona o a otros lugares de Europa, en Comillas ya teníamos una obra que cambió la arquitectura", explica a Efe Carlos Mirapeix, director de la empresa que gestiona ahora el edificio, convertido desde hace cinco años en recurso turístico y cultural.
La historia del Capricho de Gaudí tiene aires de novela histórica, con aromas de ultramar, notas de piano y la luz propia del verano.
El indiano Máximo Díaz de Quijano, concuñado del entonces Marqués de Comillas, encargó el proyecto a Antoni Gaudí como chalet de veraneo.
Su afición al piano inspiró el nombre de la residencia -en alusión a los caprichos musicales- y su interés en las plantas exóticas marcó el diseño del edificio, en forma de 'U' para abrigar del viento del norte el invernadero en el que Díaz de Quijano guardaba las plantas que le traían de ultramar.
Tras la muerte de su primer propietario, El Capricho empezó a ser utilizado como casa de verano por el entorno del Marquesado de Comillas y, más tarde, se alquilaba también a familias acaudaladas de toda España y personalidades políticas.
En el año 1969 fue declarado Monumento Histórico Artístico y prácticamente a la par comenzó su declive y un periodo de abandono por las dificultades del Marquesado para mantener el palacete.
Ocho años más tarde, en 1977, dejó de estar vinculado a los descendientes del Marqués de Comillas y pasó a manos de un empresario de Torrelavega, aunque fueron sus hijos los que finalmente lo restauraron, de la mano del arquitecto Luis Castillo, para convertirlo en un restaurante que abrió al público en 1989.
Ese periplo duró una década, hasta que en 1999 adquirieron el edificio los propietarios actuales (El Capricho de Gaudí SA), que mantuvieron la actividad de restauración hasta 2009 y decidieron después transformarlo en el espacio cultural que es hoy.
El palacete ofrece ahora visitas guiadas al edificio y sus jardines, talleres infantiles y una exposición permanente dedicada "al Gaudí más joven"y a la que fue su primera obra de relevancia: El Capricho.
Unas 100.000 personas de todos los lugares del mundo visitan cada año el palacete, que estos días ofrece actividades especiales, concursos y premios para celebrar que este mes se cumplen 130 años del edificio y que este jueves, 25 de junio, se cumplen 163 años del nacimiento de Gaudí.
Son muchos años de historia para un edificio que, en palabras de Mirapeix, está hoy "en mejor estado de conservación que nunca", y mira al futuro con vocación de crecer en sus propuestas culturales, recuperar algunos de los elementos originales del edificio y rescatar planos o fotos originales del proyecto, que se perdieron en su mayor parte en el incendio de la Sagrada Familia.
Todo eso, y también, quitarse la "espinita"que les queda clavada al ver que la mayor parte de las obras de Gaudí están reconocidas como Patrimonio de la Humanidad, pero no se incluyó El Capricho, uno de los tres únicos edificios que el arquitecto construyó fuera de Cataluña. Magdalena Vallejo/EFE