El hombre que da de comer a más de un millón de niños
Magnus MacFarlane-Barrow, creador de una nueva forma de solidaridad, presenta en Barcelona «El cobertizo que alimentó a un millón de niños» (Ed. Planeta).
Magnus MacFarlane-Barrow, creador de una nueva forma de solidaridad, presenta en Barcelona «El cobertizo que alimentó a un millón de niños» (Ed. Planeta).
Magnus MacFarlane-Barrow, creador de una nueva forma de solidaridad «Low cost» que está consiguiendo cambiar el mundo, presenta el próximo lunes 23 en Barcelona la versión española del libro «El cobertizo que alimentó a un millón de niños» (Ed. Planeta). El acto tendrá lugar en el IESE Barcelona.
Magnus Macfarlane-Barrow cuenta la asombrosa historia que tuvo como centro de operaciones un viejo cobertizo de su casa familiar, situada en un remoto lugar de Escocia. Mary’s Meals, la organización que allí fundó, actualmente proporciona alimento diario en la escuela a más de un millón de niños de los países más pobres del mundo. Una historia extraordinaria llevada a cabo por gente “normal” que evidencia cómo el amor es capaz de superar todas las barreras.
Si se busca el nombre Dalmally en Google Maps (o en cualquier otro mapa), se comprobará que se trata de una pequeña población enclavada en la región de Argyll, antiguo ducado del noroeste de Escocia, una zona tranquila y apartada donde parece que nada singular puede suceder. Sin embargo es allí, en Dalmally, donde comienza esta historia excepcional.
Magnus, el autor de este testimonio, nos habla de un viejo cobertizo centenario que ha habido siempre en su casa. Primero fue garaje y taller del coche familiar; más tarde, cuarto de juegos; luego, “fábrica de rosarios” del centro católico de retiro Craig Lodge que montaron sus padres –él pertenece a una familia de firmes convicciones religiosas-; con posterioridad, almacén de donativos de ayuda a Bosnia Herzegovina; y, finalmente, su oficina de la organización benéfica que terminó fundando. Cuando esta creció, hubo que construir un pabellón anexo, al que se trasladaron las cinco personas del equipo. Todos menos él. Magnus eligió permanecer en ese pabellón desvencijado que le ayuda a no perder de vista sus orígenes.
En una de las paredes hay una foto de 2002 que significa mucho para él. Es de una familia de Malawi. Su encuentro con ellos cambió su vida y la de millones de personas. En el transcurso de un viaje a ese país, un cura amigo le llevó a conocer la familia de la foto. La madre estaba muriendo de SIDA y dejaba solos a sus seis pequeños hijos. Magnus preguntó al mayor, Edward, de catorce años, qué esperaba de la vida. Esta fue su respuesta: “Quiero tener suficiente comida y algún día ir al colegio”. Estas sencillas palabras se grabaron en el corazón de Magnus y fue la chispa que terminó alumbrando el proyecto de Mary’s Meals.
Este tiene un propósito muy básico: que todos los niños reciban una comida diaria en la escuela, y que los que tienen más de lo que necesitan, lo compartan con los que no tienen acceso ni a las cosas más básicas. Hoy más de un millón de niños de los países más pobres de la Tierra reciben comida diaria de Mary’s Meals todos los días lectivos.
En 2003, Mary’s Meals empieza a ser una realidad que va a cambiar la vida de muchas personas.
La organización sigue creciendo
Más tarde Mary’s Meals llega también a Somalia, y a Liberia, donde construyen una escuela para atender a la gran cantidad de niños sordos que había. La organización sigue expandiéndose: Abu Dhabi, India, Croacia, Kenia, Uganda. También se establecen filiales en Alemania, Estados Unidos y Canadá.
EL LIBRO
«El cobertizo que alimentó a un millón de niños» es un testimonio que se lee tan gratamente como una novela. El lenguaje sencillo y honesto del autor nos sumerge en el mundo de la ayuda, pero de una ayuda muy especial: no de superior a inferior, sino de una ayuda entre semejantes, entre hermanos, llena de respeto a su dignidad y llevada a cabo a fuerza de amor y buena voluntad.
En él se cuentan numerosas anécdotas que llenan de colorido el relato y contribuyen a su cercanía. Hay pasajes llenos de humor, episodios que parten el corazón o llevan a la reflexión, cifras sobre el hambre y la pobreza... y así, de una manera llena de sencillez, Magnus nos va llevando de la mano para recorrer todos los caminos que él recorrió y hacernos sentir algo muy parecido a lo que él mismo sintió y le movió a la acción.
El cobertizo que alimentó a un millón de niños es una luz, una llamada a contribuir, desde nuestro pequeño rincón, a un mundo más justo mediante pequeñísimos y muy sencillos actos de amor.
Una delicia de lectura.