El milagro de Torrente Ballester
Con motivo de los veinte años de la muerte del gran narrador gallego que se celebran hoy, dos firmas reeditan varias de sus obras más célebres: «El señor llega», «Don Juan», «La Pascua triste»...
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Con motivo de los veinte años de la muerte del gran narrador gallego que se celebran hoy, dos firmas reeditan varias de sus obras más célebres: «El señor llega», «Don Juan», «La Pascua triste»...
No era nada tímido Gonzalo Torrente Ballester, cuando se le entrevistaba, a la hora de calificar a alguno de sus libros, sin modestia alguna, de «obra maestra». En su día, sus novelas habían tenido todo tipo de reconocimientos y adaptaciones televisivas. Quién no conoce, siquiera de oídas, la trilogía «Los gozos y las sombras», que, ambienta en la Segunda República en un pueblo gallego, contaba la historia de diversas familias que se enfrentaban al cacique local y dueño de los astilleros, y que pasó a la fama mediante los rostros de Eusebio Poncela, Amparo Rivelles, Charo López y Carlos Larrañaga, entre otros, mediante una serie de trece exitosos capítulos. Era 1982, y aquellos tres tomos no era nada extraño que estuvieran en un gran número de hogares españoles: «El señor llega», «Donde da la vuelta el aire» y «La Pascua triste», publicados a finales de los años 50 y comienzos de los 60, ahora ven de nuevo la luz en un único volumen por medio de la editorial Alfagura.
El pretexto es la conmemoración de los veinte años de la muerte del autor natural de Ferrol que murió en Salamanca el 27 de enero de 1999 –donde pasó los últimos 25 años de su vida– siendo uno de los escritores en lengua española más premiados: recibió el Premio de la Crítica 1972 por «La saga/fuga de J. B.», el de la Crítica 1977 por «Fragmentos de Apocalipsis», el Nacional de Literatura 1981 por «La Isla de los Jacintos Cortados», el Planeta 1988 por «Filomeno a mi pesar», el Azorín 1994 por «La novela de Pepe Ansúrez», además de recibir el Príncipe de Asturias de las Letras en 1982, el Cervantes 1985 y el Premio Castilla y León de las Letras 1995 (también fue miembro de la Real Academia Española desde 1975). Una trayectoria literaria inmensa que pudo compaginar con su empleo como profesor de instituto y su labor de padre de familia numerosa. Y es que, como dijo también una vez, al hilo del hecho de tener hijos de los que ocuparse, tras la jornada laboral volvía a casa y escribía... para descansar.
Ese «descanso» en un hogar que vería la llegada de once hijos de dos matrimonios (entre ellos, el novelista Gonzalo Torrente Malvido, el musicólogo Álvaro Torrente Sánchez-Guisande o el historiador Juan Pablo Torrente Sánchez-Guisande) le sirvió para escribir, aparte de las mencionadas, otras obras de igual renombre, como «Don Juan» (1963), «Off-Side» (1968) y «Crónica del rey pasmado» (1989). También, para dar clases, además de en Vigo o Madrid, en la State University of New York, en Albany, donde estuvo en diferentes temporadas desde 1966 a 1973. Para escribir seis obras de teatro, siete libros de ensayos o volúmenes donde recogió su trabajo periodístico.
Diarios en una caja fuerte
Ahora, Alianza, la principal editorial donde se puede encontrar su obra, reedita tres de sus novelas más importantes: «Don Juan», en que la Torrente Ballester recrea el famoso mito literario sevillano; «La Isla de los Jacintos Cortados», uno de sus textos más originales por su mezcla de realidad, fantasía, ironía y humor en torno a una doble trama amorosa; y «Crónica del rey pasmado», que muestra la corte de los Austrias partiendo del capricho de un joven rey Felipe IV. A ello se sumará, en febrero, la aparición de «La saga/ fuga de J. B.», una novela experimental, extensísima, sobre un pueblo gallego, Castroforte del Baralla, en el cual se desarrolla durante siglos el enfrentamiento de diversas generaciones. En esta ocasión, se cuenta con un prólogo del narrador Andrés Barba, que destaca cómo el libro «es un milagro: una encarnación del espíritu gallego y uno de los retratos espirituales más incuestionables de nuestro país».
Pero no puede citarse a Torrente Ballester en el contexto de «nuestro país» sin referirse a las sombras políticas que sobrevolaron su andadura. Al parecer, según sus diarios de 1931, se manifestaba partidario del socialismo revolucionario, así como de una visión de la vida a través del catolicismo, y no evitaba atacar a la Iglesia por estar de parte de la derecha conservadora.
Tal cosa le llevaría a ser admirador del falangismo de José Antonio Primo de Rivera, lo cual compartía con amigos como Pedro Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo. Luego, el advenimiento del franquismo daría al traste con todos sus ideales, hasta el punto de burlarse del Caudillo mediante textos que a la vez sortearon el juicio de los censores. Precisamente, algo más de su pensamiento político pudo conocerse cuando la Universidad de Albany, al comienzo de esta década, empezó a desvelar detalles de «Mi fuero interno», los diarios inéditos del autor, donde hablaba sin cortapisas sobre Franco y sus ministros y generales, su propia evolución ideológica o la crema literaria de la época, y que elaboró en la década comprendida entre 1954 y 1964. La institución neoyorquina a la que los donó los guardó en una caja fuerte. Y ahí siguen.