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El Sansón español

Nacido en Trujillo a mediados del siglo XV, Diego García de Paredes poseía una extraordinaria fortaleza física
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Tras la reconquista de Granada, los reinos hispánicos se unieron bajo el liderazgo de los Reyes Católicos, dispuestos a expandirse militarmente más allá de sus fronteras.
Tras la reconquista de Granada, los reinos hispánicos se unieron bajo el liderazgo de los Reyes Católicos, dispuestos a expandirse militarmente más allá de sus fronteras. El naciente Imperio español precisaba entonces de héroes que encarnasen los valores nacionales y sirviesen como modelo al resto de sus súbditos. Uno de los adalides más destacados fue, sin duda, Diego García de Paredes, apodado a pulso, nunca mejor dicho, el Sansón de Extremadura.
Nació en la localidad cacereña de Trujillo, hacia 1468. De niño aprendió a leer y escribir. Pero sobresalió de entre el común de los mortales por su extraordinaria fortaleza física. A más de uno dejó helado que este auténtico hércules fuese capaz de detener con un solo dedo la rueda de un gran molino que giraba a toda velocidad, tal y como recogió el impar Miguel de Cervantes en su obra universal «El Quijote».
Diego alcanzó en su adolescencia la estatura de un gigante y, como tal, demostró su natural inclinación al oficio de las armas. Es probable que participase en la toma de Granada, aunque no todos los historiadores se ponen de acuerdo sobre este punto. Lo que sí es seguro es que en 1496 se marchó a Italia para enrolarse como soldado de fortuna.
La Península Itálica estaba dividida entonces en varios reinos, a modo de repúblicas y principados independientes que se hacían la guerra entre sí para ampliar sus respectivos territorios. No recurrían a ejércitos profesionales sino que contrataban a mercenarios extranjeros, los cuales servían al bando que mejor les pagaba. Eran los llamados «condotieros», que prestaron sus servicios desde finales de la Edad Media hasta mediados del siglo XVI.
Para García de Paredes la guerra se convirtió enseguida en todo un arte. El coloso extremeño reparó en la idoneidad de aquel escenario para demostrar sus innatos poderes de gladiador romano. Cuentan que el Papa español Alejandro Borgia le nombró nada menos que miembro de su escolta personal, tras verle dejar fuera de combate en un santiamén a una veintena de italianos durante una pelea callejera en Roma. El trujillano participó poco después en varias empresas al servicio del Pontífice, acreditando su habilidad como asaltante temerario de algunas fortalezas. Enseguida se convirtió en un fiero espadachín y en un duelista implacable, pues a su fuerza descomunal sumaba una agilidad sorprendente para su tamaño. Se dice que mató en esos lances a más de trescientos rivales.
Al mejor postor
Pero en aquellos tiempos tan turbulentos, las lealtades duraban demasiado poco. Todas las facciones en liza anhelaban hacerse con los servicios de una máquina mortífera como García de Paredes. De modo que éste cambió de compañía como de camisa, ofreciéndose siempre al mejor postor. Aunque su etapa como soldado a sueldo terminó en cuanto Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, reclamó su ayuda. Desde entonces, riqueza, fama y tierras, objetivos de cualquier «condotiero», pasaron a un segundo plano.
Su nueva misión consistió en reconquistar Cefalonia, una ciudad griega en poder del temible Ejército otomano. Los turcos atraparon a nuestro protagonista con un garfio de hierro mientras trepaba por una de sus murallas, izándolo todo lo que pudieron. Pero una vez en las almenas, el combatiente español atravesó con su espada a numerosos enemigos, hasta caer rendido por el cansancio. Hecho prisionero, se fugó poco después de la cárcel. Desde entonces, se le empezó a conocer con toda razón como el Sansón de Extremadura.
Pero sus hazañas no acabaron ahí. En la localidad italiana de Pésaro, por ejemplo, rompió las cadenas de la plaza y estranguló con ellas a los centinelas, atacando acto seguido a los turcos por la retaguardia.
En Ceriñola destacó por su valor en la lucha cuerpo a cuerpo y por su habilidad para desactivar un motín de millares de soldados españoles.
Cuenta la leyenda que García de Paredes, hallándose en Garellano, se dirigió con un espadón hasta la entrada del puente del río para enfrentarse en solitario a un destacamento del Ejército francés al que causó más de quinientos muertos. Además de Italia, este superhéroe hispano participó en campañas en el Norte de África, Alemania, Flandes, Austria, y en todos los conflictos de España, desde la guerra de los comuneros hasta la conquista de Navarra. Ya sea realidad o ficción en parte, lo cierto es que la memoria de sus proezas ha perdurado a lo largo de los siglos. Por eso, muchos siguen considerando hoy a Diego García de Paredes como el mejor soldado español de todos los tiempos. Por algo será...