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El último guión de Buñuel vale 12.000 euros

Una librería de parís, Le Feu Follet, una de esas tiendas que despachan rarezas e inencontrables, vende una parte del legado que fue del cineasta. Entre los objetos, el texto con sus anotaciones, de ahí el valor que alcanza, y que no llegó a acabar, de su filme postrero. La película que quedó pendiente
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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En sus memorias «Mi último suspiro», dictadas a su colaborador Jean-Claude Carrière, Luis Buñuel escribe sobre «Agón», la película que debía ser su saludo final en la pantalla
En sus memorias «Mi último suspiro», dictadas a su colaborador Jean-Claude Carrière, Luis Buñuel escribe sobre «Agón», la película que debía ser su saludo final en la pantalla. «El último guión sobre el que he trabajado, pero que nunca podré realizar, descansaba sobre una triple complicidad: ciencia, terrorismo, información», anotaba el realizador aragonés poco antes de que le llegara la muerte. Además de en esas ideas donde también descansa ese guión en la actualidad es en una de las estanterías de una librería parisina, Le Feu Follet (nombre, por ejemplo, de una película de Louis Malle de 1963), en la rue Henri Barbusse, uno de esos establecimientos en los que se pueden hallar rarezas que el tiempo se ha encargado de cubrir con una pátina.
Es allí donde desde hace poco tiempo se guardan algunos de los papeles personales del cineasta de Calanda que fueron propiedad de su hijo Juan Luis, fallecido en la capital francesa en 2017. Fotografías (como un retrato de perfil de la esposa del director, Jeanne Rucar, realizada por Man Ray en 1946), cartas y libros se han ido vendiendo recientemente a coleccionistas privados, disgregándose para siempre una parte del legado del autor de «Viridiana». Lo que está claro es que algo ha fallado para que esta documentación no se haya quedado en el país de Buñuel.
En diciembre de 1995 el Ministerio de Cultura anunciaba por todo lo alto la compra del archivo buñueliano por unos 45 millones de pesetas. El acuerdo fue presentado por Carmen Alborch, la entonces titular de Cultura, y Juan Luis Buñuel. El fondo estaba compuesto por una treintena de guiones, numerosa correspondencia, distinciones y 1.500 libros pertenecientes a la biblioteca del realizador. Poco después buena parte de este archivo se expuso en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía para después guardarse en la Filmoteca Nacional, donde hoy se halla depositado.
Libros dedicados
Pero no todo se quedaba en España. Poco después, Los Ángeles veía nacer el Luis Buñuel Film Institute, institución fundada por los hijos del artista. Juan Luis y Rafael depositaban allí otra parte de la biblioteca de su padre que no había sido ofrecida al Estado en 1995. Se trata de un conjunto con volúmenes en muchas ocasiones dedicados por sus autores y que tienen también muchas de las lecturas del cineasta en sus años en la Residencia de Estudiantes, junto a sus amigos Pepín Bello, Federico García Lorca y Salvador Dalí, entre otros. Entre esos materiales también se encuentran los cuadernos estudiantiles del jovencísimo Buñuel, que reúnen información muy valiosa para entender la formación del autor de «Ese oscuro objeto del deseo».
A ello se le suma la venta en los últimos años de un conjunto de objetos personales del realizador, algunos de ellos en algunas páginas web dedicadas a la compra y venta de todo tipo de productos de segunda mano, como ejemplos del epistolario y que ahora, por desgracia, se han perdido para siempre.
Volvamos a la librería de la rue Henri Barbusse. Sin ninguna duda, la pieza más especial que se puede adquirir es el citado guión titulado «Agón». No se trata de un texto inédito porque ya vio la luz hace unos años de la mano de Pedro Christian García Buñuel, sobrino del cineasta, en 1995, y que contó con la colaboración de Carrière. El interés del documento reside ahora en venta reside en las varias anotaciones que este último hizo en este ejemplar que se vende por la desaforada cifra de 12.000 euros.
«Agón» es el nombre provisional que se le da al último guión, que contó con la colaboración de su habitual Jean-Claude Carrière. Otros nombres que se barajaron fueron «El canto del cisne», «Haz la guerra y no el amor», «Una ceremonia secreta», «Guerra, sí: amor, tampoco» y «Una ceremonia suntuosa». La redacción arrancó en 1978 a petición de Carrière, pero en 1980 se abandonó definitivamente el proyecto, al comprobar su mano derecha el delicado estado de salud del realizador. ¿Cuál iba a ser el argumento de «Agón»? En palabras de Buñuel «viene a ser el combate entre la vida y la muerte, como en nuestra ''agonía'' española. Es mi título más corto, por eso me gusta. Pero también podría ser ''El canto del cisne'', que tendría un sentido ambivalente, el final de la civilización occidental y el último film de Luis Buñuel...»
Y prosigue «El tema do ''Agon'' o ''El canto del cisne'' será el terrorismo, en fin, no sé si será el tema latente o el tema manifiesto, coma diría André Breton. Pero el terrorismo atravesará toda la película, por arriba o por abajo. Me apasiona el terrorismo, que es ya una cosa universal y que se practica como un deporte. Se diría que ahora es una tentación que está allí a la mano de cualquiera que sea joven y tenga un poco de ganas de acción: es un dandismo de nuestro tiempo. Yo creo que ya no tiene el sentido moral, el tono desgarrado del terrorismo tradicional, el nihilista o el anarquista. Es una tentación muy estimulada por los medios de información, un modo de hacerse famoso. Cualquiera que sea joven y tenga una pistola o una metralleta se roba un avión en vuelo y pone a temblar a un par de naciones y se conquista la atención del mundo, se convierte en un divo». Si hoy Luis Buñuel se asomara al mundo a buen seguro que se quedaría perplejo.
El dinero que no le dio Dalí
Fuentes consultadas por este diario han explicado que no la del guión de cine no es la única venta del universo del artista que se ha realizado últimamente, pues aseguran que en los últimos meses también se han vendido en la capital del Sena algunos pasaportes de Buñuel y que su hijo guardó hasta el final. Igualmente también se han ofrecido algunas de las tarjetas de identificación relacionadas con las actividades de Luis Buñuel en Estados Unidos, a donde llegó huyendo de la Segunda Guerra Mundial antes de instalarse definitivamente en México.
Pero Juan Luis no solamente guardaba papeles de su padre sino que también guardaba objetos que habían pertenecido a su tío Alfonso Buñuel, un destacado artista surrealista que merece una biografía. Alfonso, íntimo de Federico García Lorca, fue buen amigo de Pepín Bello. Una fotografía de este último vestido como un torero y dedicada a Alfonso Buñuel fue precisamente vendida por la librería parisina. Curiosamente parece que desconocían la existencia de Bello pues fue puesta en venta como «una imagen autografiada por el torero Pepe Luis Vázquez», cuando en realidad que viste el trabaje de luces es el escritor.
El autor de «El ángel exterminador» logró conservar su amistad con buena parte del grupo surrealista, con la excepción de Salvador Dalí. Por ese motivo, no fue extraño que el 1 de mayo de 1946 su amigo Man Ray decidiera realizar una fotografía de Jeanne Rucar, esposa del autor de «El fantasma de la libertad», la misma que hoy puede comprarse en la ciudad del Sena y que conserva en su reverso una anotación manuscrita del director de cine.
Entre lo que todavía queda en el catálogo de Le Feu Follet relacionado con el cineasta aragonés se puede acceder a una selección de cartas de Alexander Calder a Juan Luis Buñuel y Jeanne Rucar. Calder se convirtió en un apoyo importante para Buñuel en Estados Unidos (donde había recibido una propuesta de trabajo y hacia donde se encamina con su esposa y su hijo en unas condiciones precarias), especialmente después de que Salvador Dalí decidiera no ayudarlo económicamente para poder abandonar España a pesar de sus ruegos y que motivó la enemistad entre ambos. Calder, sin embargo, lo acogió en su vivienda del Upper Side, donde residieron durante una temporada, de ahí la importancia que cobra la venta de la postal, fechada el 22 de diciembre de 1966, escrita en francés y con rotulador negro (su procedencia, según consta es «archivos de la familia Buñuel». Son cartas y postales amables que, aunque no contienen demasiada información, avalan la idea de que el legado del cineasta sigue disperso.
A Luis Buñuel no le gustaba la posteridad y siempre pensaba en la idea de que sus películas fueran quemadas para que no quedara nada de su memoria. Eso parece que pasa ahora con una parte de su archivo que se está dispersando, se está perdiendo para siempre.