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Música

Nueva York

El último himno de Pete Seeger

El último himno de Pete Seeger
El último himno de Pete Seegerlarazon

Suele considerarse a Woody Guthrie el padre de la música popular norteamericana, pero en esa paternidad tendría mucho que decir Pete Seeger. Apenas siete años más joven que Guthrie, ambos se conocieron y cantaron juntos en los comienzos de sus respectivas carreras. Junto al autor de «This Land Is Your Land», Seeger alumbró con su folk combativo y genuino a toda una camada de «folkies» y rockeros que se empaparon de raíces y tradición musical en su banjo. Jóvenes que hoy son ya veteranos influyentes a su vez, desde Bob Dylan y Joan Baez –tanto monta por aquella época inciática– a Bruce Springsteen, Billy Bragg, John Mellencamp y, una generación más tarde, tipos como Jeff Tweedy. Tardíamente reconocido por la industria, pero querido y admirado por muchos –Obama contó con él en 2009 para tocar en la ceremonia inaugural de su mandato–, Seeger falleció el lunes en Nueva York a los 94 años. Le dio tiempo a mucho en una larga carrera en la que el talento musical fue tan importante como la coherencia ideológica. Recuperó, grabó y popularizó canciones tradicionales, desde el repertorio irlandés al gospel, las melodías de la Guerra de Secesión o las canciones de taberna, temas que hasta entonces viajaban de boca en boca por trenes, iglesias, ferias y arrabales. Y, antes que Springsteen, fue la voz de la América pobre, de los desamparados, los granjeros y los inmigrantes. Un modelo ético en el que muchos se miraron. Protestó contra la guerra de Vietnam y, décadas después, contra la de Irak. Fue a la cárcel durante un año en 1961 por negarse a testificar ante el Comité de Actividades Antiamericanas de MacCarthy. Sí, se había afiliado al Partido Comunista en 1942, pero, como espíritu libre, no se fiaba del estalinismo y abandonó el partido en 1950.

Nacido el 3 de mayo de 1919 en Patterson, Nueva York, Seeger estaba abocado a ser un cantautor de izquierdas: su padre fue profesor de música en la Universidad de Berkeley, California, donde se granjeó enemistades por su posicionamiento ideológico. Con 13 años iba para periodista, hasta que oyó por primera vez un banjo en un festival de Asheville (Carolina del Norte) y su vida y la música norteamericana cambiaron para siempre. Mucho le debe, cuentan, a una mujer: Toshi Ohta, con quien estuvo casado desde 1942 hasta la muerte de ésta el año pasado.

Para muchos Seeger es el autor de temas tan populares y versionados como «Where Have All the Flowers Gone?» y «Turn! Turn! Turn!». También del emblemático «If I Had A Hammer», ese «Si yo tuviera un martillo» que coescribió junto a Lee Hayes y que harían famoso Peter, Payul & Mary. Una canción-arma que, metafóricamente, aspiraba a cambiarlo todo: «Es el martillo de la Justicia / Es la campana de la libertad / Es la canción del amor entre mis hermanos y hermanas / En toda esta tierra», decía el himno más cantado de un hombre que luchó por los derechos civiles y participó en marchas por la libertad en los estados sureños en los años 60. Pero fue un «progre» tranquilo que invitó a los jóvenes más radicales a calmarse y cantó al respeto hacia los mayores. Lejos de las proclamas incendiarias, Seeger apostó por la tranquilidad de Martin Luther King.

Canciones de brigadistas

Seeger dio sus primeros pasos con Guthrie –al que había conocido en Nueva York– en The Almanac Singers. Con éstos grabó temas de los brigadistas norteamericanos en la Guerra Civil española en «Songs of the Lincoln / International Brigades» (1943), disco que contenía canciones como «Jarama Valley» y «Quinte Brigada». Luego seguirían The Weavers. Su mayor éxito le llegó en 1963 con «We Shall Overcome», álbum donde entonaba canciones de raíz, desde la del título, que hizo suya Joan Baez, a «Mrs. McGrath». Entre los temas que popularizó, deja un puñado de títulos que muchos han cantado después, desde el «Wimoweh (The Lion Sleeps Tonight)», o el «Guantanamera», del que fue pionero en tierras estadounidenses, a «John Henry», «Little Boxes», «Down by the Riverside»... Y nunca se olvidó de los de otros autores ni de los clásicos espirituales, desde «Last Night I Had The Strangest Dream» a «Amazing Graze» y «Swing Low, sweet Chariot».