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¿Por qué se mata más en verano?

Además de factores sociales y psíquicos, la subida de las temperaturas afecta a nuestra parte orgánica, nos vuelve más irascibles y propicia crímenes: los delitos contra las personas se disparan en los lugares cálidos.
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Además de factores sociales y psíquicos, la subida de las temperaturas afecta a nuestra parte orgánica, nos vuelve más irascibles y propicia crímenes: los delitos contra las personas se disparan en los lugares cálidos.
Por muy civilizados que nos creamos, por mucho que hayamos aprendido ciertos roles culturales y seamos capaces de reprimir una respuesta animal ante algunos estímulos, hay algo que es incuestionable: somos mamíferos, los más evolucionados, sí, pero, al fin y al cabo, una más de las 4.000 especies que existen en el planeta. No escapamos, por tanto, a las fuerzas de la naturaleza y, como le ocurre al resto de animales, en cuanto suben las temperaturas, nuestro organismo responde con una serie de reacciones físicas (aumenta la circulación sanguínea, el ritmo cardíaco, la sudoración y algunos cambios metabólicos) y éstos dan lugar a una serie de respuestas psicológicas: aumenta la ira, la agresividad, la irritabilidad...
La influencia del clima en el comportamiento humano y, más concretamente, en la mente criminal, ha sido objeto de estudio a lo largo de la Historia. «Igual que nos influyen el ruido, el dolor y el hacinamiento, el calor es muy criminógeno pero afecta a la conducta humana en general. Estamos sometidos a ritmos circadianos que responden a luz y oscuridad generando cambios químicos que nos afectan a todos, igual que nos afectan las fases de la luna (hay más partos y fallecimientos en luna llena) o los ciclos hormonales: todo influye en el comportamiento humano», explica Beatriz de Vicente, penalista y vocal del Colegio Profesional de Criminólogos de la Comunidad de Madrid. La experta recuerda que no somos «monocausales» y que a la hora de cometer un crimen influyen otra serie de variables pero es indudable que, en cuanto el mercurio sube por encima de los 30 grados, nos volvemos más violentos: tocamos más el claxon en los embotellamientos, tenemos menos paciencia con los niños y, por tanto, quienes tienen tendencia homicida, son más propensos a actuar.
Y es que, como recuerda De Vicente, «por muy poco poético que nos parezca, el mundo emocional es pura química». Entonces, ¿se mata más cuando hace calor? Parece que la ciencia lo tiene claro, pero las estadísticas no son tan evidentes y no siempre hay un repunte de asesinatos en los meses de verano. Sin embargo, hay multitud de estudios que demuestran que, con las altas temperaturas, el riesgo de homicidios aumenta. Ocurre de forma muy clara con la violencia de género. Aunque los asesinatos machistas tienen su raíz en la desigualdad de género y un desfase cultural, un equipo de investigadores españoles publicó en la prestigiosa revista científica «Science» un estudio tras analizar la criminalidad en Madrid los meses de mayo a septiembre entre 2008 y 2016.
Concluyeron que, después de alcanzarse los 40 grados (el umbral de la ola de calor en Madrid) se produjeron una serie de concatenaciones: un día después, las denuncias policiales aumentaron 1,7%; tres días después, el riesgo de asesinato machista aumentaba en un 40%; y, cinco días después, las llamadas al 016 se incrementaron un 1,46% por grado. La asociación entre feminicidios y altas temperaturas parecía evidente porque en ese periodo se produjeron 23 casos de violencia de género, 38.000 denuncias por este motivo y 61.000 llamadas al 016. Aunque las cifras son llamativas, no debería ser ninguna sorpresa para los científicos porque ya en el siglo XIX se habían percatado de esta relación.
Fue Adolphe Quetelet, uno de los padres de la Criminología, quien estableció las llamadas «leyes térmicas». El matemático belga determinó que el calor incrementaba los delitos contra las personas (asesinatos, violaciones, reyertas...) mientras que con el frío aumentaban los delitos contra la propiedad (robos). Esto debería poder extrapolarse a los países fríos y cálidos pero, en el comportamiento humano, no hay nada matemático. De hecho, como influyen factores sociales, en España, por ejemplo, se producen más robos en vivienda en verano porque están vacías y más carteristas porque van a por turistas. Pero, según el Primer Informe Nacional sobre el Homicidio en España, publicado en diciembre de 2018 y que analizó 600 crímenes entre 2010 y 2012, la mayor tasa de homicidios se registró en Ceuta (2,8) y Almería (1,5). La más baja, por el contrario, correspondía a Salamanca. Casi el 30% de estos crímenes se produjeron entre julio y septiembre.
Estas teorías se confirman, según De Vicente, en climas moderados. «En los países con temperaturas extremadamente altas el nivel de agresividad no es muy notorio». Por eso, se llegó a la conclusión de que la temperatura hay que tenerla en cuenta pero junto a las diferencias culturales que se asocian a los diferentes climas porque «lo cultural y lo ambiental se dan la mano», recuerda la experta. Pone de ejemplo un caso muy concreto: Josef Fritzl, «el Monstruo de Amstetten» (Austria) lo hubiera tenido «muy complicado en Cádiz, donde la vida se hace básicamente en la calle y donde la puerta de casa siempre está abierta.
¿Cómo hubiera sido capaz de mantener a su hija encerrada con lo chismosos que somos aquí? No hubiera durado ni dos meses», dice la criminóloga que, recuerda así que es una mezcla de varios factores lo que influye a la hora de cometer un crimen. En concreto, hay tres grandes «patas» que explican el comportamiento humano: la orgánica (a la que afecta el calor, la luna o el alcohol), la psíquica (si existe alguna patología, cómo gestionas el estrés o tú personalidad) y la social (en qué entorno te desarrollas, qué patrones de comportamiento imitas).
Si el calor «empuja» a cometer más asesinatos, ¿el cambio climático incidirá en la criminalidad? Según un estudio de «Proceedings of the National Academy of Sciences» publicado en 2016, las olas de calor son uno de los factores que aumentan el riesgo de un estallido bélico. Un dato: la mayoría de los conflictos armados estallaron en meses de calor.