Entre vascos anda el juego
Obras de Apodaka, Bernaola, Guridi y Brahms. Director: Juanjo Mena. Coro y Orquesta Nacionales. Madrid, Auditorio Nacional. 29-VI- 2019.
Tres compositores vascos abrían este concierto final de temporada El primero, Daniel Apodaka (Vitoria, 1990), con su obra «Isil», para coro y orquesta, exquisita, tenue y delicada, que se mueve casi todo el tiempo –unos 12 minutos– en el terreno de lo inaudible. Partitura etérea, evanescente, calibrada al máximo, denotadota de la influencia de músicos como Scelsi o Sciarrino, fue ofrecida en una cuidadosa interpretación del alavés Mena y la ONE, que continuaron su labor con «Mística» de Bernaola, de 1991, sobre poemas de San Juan de la Cruz, de escritura en la que se emplea un lenguaje heredero del más desnudo Stravinski pasado por el cedazo de la Generación del 27. Acordes disonantes, armonías limpias, un tono de general oscuridad y gravedad. Las célebres «Diez melodías vascas», de Guridi sonaron pletóricas y firmes, aunque detectamos poca claridad en la demasiado espesa «Danza», nº 8, y excesiva masificación en la «Festiva, nº 10». Buen diálogo de dos violines y viola en «De Ronda», nº 7, cuyo inicio no estuvo ajustado. Mena acometió la «Sinfonía nº 1» de Brahms con un raro apasionamiento, atento a todos los matices, vigilando todas las entradas e incluyendo la repetición del primer movimiento que a veces se suprime. Logró una mejor planificación que la conseguida hace días por Leonidas Kavakos. Bien cantado el segundo movimiento. No nos satisfizo tanto el «Un poco allegretto e grazioso», que tuvo poco de ambas cosas. Mena retomó los papeles para construir el ciclópeo «Adagio-Allegro ma non troppo, ma con brio». Aunque el tejido no nos pareció siempre claro y algún fortísimo fue en exceso rudo, no cabe duda de que la doble exposición mantuvo las espadas en alto y que la tensión no decayó al tiempo que no se perdieron por lo común las líneas maestras de la composición.