Gus Van Sant: «Hollywood funciona como un banco»
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El director, emblema del cine «indie» de los 80 y 90, inaugura en La Casa Encendida una exposición sobre su pintura y fotografía
Entre la juventud contracultural y politizada de los 60 y 70 y la aparente frivolidad pegada a un móvil de los «millenials» hubo algo parecido a un interregno de desencanto y melancolía, una generación, los jóvenes de los 80 y 90, sin fuerzas ni ganas para luchar por la utopía pero demasiado orgullosos como para no dejar su impronta. Si hay un director que rellena ese hueco en el cine independiente norteamericano ése es Gus Van Sant, un tipo que emergió a finales de los 80 para narrar la idiosincrasia de jóvenes marginales o marginados, fuera de carril y de foco, inadaptados siempre. Los inmigrantes, toxicómanos, chaperos que pueblan «Mala noche» (1985), «Drugstore Cowboys» (1989) y «Mi Idaho privado». En aquella época Van Sant era el «indie» entre los «indies», descubridor de figuras como Matt Dillon, River Phoenix y su hermano Joaquin. Luego, lidió con Hollywood a partir del éxito de «El indomable Will Hunting» (1997) y sedujo a Cannes con la demoledora «Elephant» (2003).
Cuesta arrancarle las palabras a este tipo tremendamente tímido –tanto que puede resultar cortante o directamente borde–, refractario a analizar su propia obra, pero ayer confesó algo de su visión sobre la industria norteamericana: «Nunca he pensado que hubiera una división entre Hollywood y el cine independiente, el cine es cine y todo se mezcla. Sí es verdad que Hollywood funciona como un banco, donde el dinero está siempre en el centro de todo. Es el sitio donde conseguir financiación. Pero también en los 60 hubo películas independientes que lograron triunfar y funcionaron en Hollywood». Eso sí, hoy en día, llamar a los estudios «es más difícil que hace 20 años. La lógica americana de ahora es hacer películas cada vez más grandes que acaparen más dinero». Por eso, Gus Van Sant es un partidario de las nuevas plataformas. Amazon, por ejemplo, ha finaciado «No te preocupes, no llegará lejos a pie», su nueva cinta.
Con el estreno de esta película al caer (será el 6 de julio), el director de Portland vino ayer a Madrid a presentar la exposición, con su mismo nombre, que le dedica La Casa Encendida y que recoge no solo imágenes de sus trabajos en cine (en especial, obras experimentales de juventud), sino también sus acuarelas (abundan los retratos a jóvenes) y las fotografías polaroids que tomaba desde sus inicios por motivos meramente prácticos pero con valor artístico: «En los 80 y los 90 no había internet y era difícil encontrar imágenes de los actores», explica Van Sant, así que se fue creando su propio archivo. Por su objetivo pasaron desde actrices emergentes como Nicole Kidman a revolucionarios de la música como David Bowie, para quien rodó videoclips.
Amigo de Kerouac y Ginsberg
También Allen Ginsberg, uno de los «popes» de la Generación Beat. Eso fue poco después de estudiar arte y de visitar El Prado –«Estuve un día en Madrid»–, de buscarse las castañas porque «no había muchas esperanzas para mí de hacer cine». Pero, como los personajes de Jack Kerouac, del que logró hacerse amigo, se movía por el instinto. El autor de «En el camino» le presentó a William S. Burroughs y Ginsberg. Ambos aparecerían en cortometrajes y películas suyas. «Eran personas muy amables, no querían enseñarte nada, solo contarte cosas, transmitir información a las nuevas generaciones», recuerda Van Sant.
El cine nació para él en los 70 de manera muy «amateur» y experimental, fascinado por Warhol y otros cineastas neoyorquinos. Y, aunque luego descubriría Los Ángeles –«Me pareció una ciudad muy tóxica»–, el realizador siempre ha sentido predilección por la América de interior como el Portland del que no se ha despegado jamás. Desde allí sigue viendo la actualidad con ojo de creador. «Cada día surgen argumentos de las cosas que ves y las noticias que lees, pero luego hay que escoger y centrarse –confiesa–. Cuando leo algo pienso que sería genial para una cinta. Ahora mismo me interesa lo que sucede en la frontera de México y Estados Unidos. Estoy pensando en hacer algo sobre eso, pero realmente no sé si quiero tocar ese tema y ese lugar. De todos modos, hay muchas cosas que pasan en Estados Unidos ahora mismo que se deberían tratar en el cine».
Su obra pictórica, en la que predominan las acuarelas sobre papel, pero donde también encontramos collages y serigrafías, bebe mucho del pop art y del estilo de David Hockney. Aseguran que pasa cuatro horas al día pintando. Tampoco ha abandonado la fotografía y no es capaz de trazar un favoritismo entre las disciplinas artísticas que cultiva, como tampoco puede eliger una película preferida de las suyas. «De hecho, no suelo verlas», concuye.