Héctor Alterio: "La jubilación me pillará con las botas puestas"
El intérprete argentino, de 90 años, vuelve a escena con su recital «Como hace 3.000 años», con el que estará hasta el día 13 en los Teatros del Canal de Madrid.
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El intérprete argentino, de 90 años, vuelve a escena con su recital «Como hace 3.000 años», con el que estará hasta el día 13 en los Teatros del Canal de Madrid.
Acaba de cumplir 90 años, 70 de ellos sobre las tablas, y Héctor Alterio vuelve de nuevo con el recital «Como hace 3000 años», su proyecto más personal, en el que interpreta una selección de poemas de varios autores, pero fundamentalmente de León Felipe, un poeta muy especial para él, acompañado por José Luis Merlín a la guitarra con piezas propias junto a otras de Turina, Piazzolla, Tárrega o Granados. Lleva cuarenta años en España y tiene multitud de reconocimientos. En su haber más de cien películas, teatro, televisión y cabeza de una saga de actores de la que «no puedo estar más orgulloso».
–¿Qué pasaba hace 3000 años?
–Que Homero era capaz de convocar a miles de personas para escucharlo recitar versos. El poeta Esteban Agüero hizo un poema expresando ese deseo, de ahí saqué el título porque nos gustaría que lo que le pasaba a Homero nos pasara a nosotros.
–¿Por qué León Felipe?
–Hay muchos motivos, él frecuentaba Argentina para recitar, yo tenía 17 cuando lo vi y me dejo prendado, después fui por otros derroteros y lo olvidé hasta que recalé en España y, por un amigo, volví a renovar mi interés y amor por este maravilloso poeta.
–¿Recita o interpreta?
–No es un recitado al uso, yo me siento más cómodo dramatizando, interpretándolo como un texto de teatro.
–En cualquier caso, conmueve.
–No lo puedo evitar, me lo propone León Felipe, yo lo interpreto como actor y mi emoción tengo que transmitirla al espectador, si yo no tengo una verdad va a ser difícil conmoverlo.
–¿Cuesta esa implicación emocional?
–Permanentemente estoy jugando con una alerta para el señor desconocido que compra su entrada y se sienta en su butaca para ver un estreno. Eso me hace olvidar que llevo 150 representaciones y posibilita que mi verdad se mantenga intacta, así que en cada función estreno para él.
–¿Está olvidada la poesía?
–Creo que sí, por eso no estaba seguro de que funcionara y eso es un aliciente para seguir. En ese sentido me siento algo responsable de rescatar el interés por ella.
–Noventa años y aún en la carretera, quedan motor y gasolina.
–(Risas) Sí, ni yo mismo me lo creo, pero todavía puedo mantenerme, me cambio, me ducho, salgo, entro, no tengo quien me empuje la silla de ruedas y hago este trabajo con la misma alegría y tensión que siempre.
–¿Y qué ve cuando mira hacia atrás?
–Que ha pasado todo ¡tan rápido! El barómetro de esto son mis hijos, que los ayudaba a cruzar la calle de pequeños y parece que fue ayer, pero ha pasado mucho tiempo.
–Usted ha vivido situaciones límite como el exilio, ¿qué aprendió?
–Que en situaciones así, cualquiera puede saber quién es quién. Yo llegué aquí sin quererlo y sin saber dónde ir. Entonces hubo españoles sin historia conmigo que me ayudaron generosamente con trabajo y dinero para sobrevivir y eso no lo olvidaré nunca.
–¿Le satisface que sus hijos sean actores?
–Al principio no, cuando los vi inclinados a la escena me preocupé, les aconsejé que lo importante era estudiar. Cuando se decidieron solo les deseé suerte y la tuvieron, saben enfrentarse a situaciones y a los papeles con verdad y conciencia de este trabajo y yo estoy orgullosísimo de ellos.
–¿Concibe su vida sin el escenario?
–No tengo otra, a mi me hubiera gustado tener otra profesión «ad hoc» que me permitiera sobrellevar la situación de espera pendiente de que me llamen para trabajar.
–¿Y sin móvil ni redes sociales?
–No tengo móvil, ni internet, no sé qué es ni cómo se maneja. Antes la gente se sentaba a tomar café y sacaban un paquete de cigarrillos, ahora sacan el móvil.
–¿Es usted argentino español o al revés?
–En Buenos Aires me dicen, qué español está y cuando estoy aquí, no se te fue el acento, así que no soy ni de aquí ni de allá, con tal que se me entienda, da igual.
–¿Cuántas veces le han preguntado por la retirada?
–Pues con esta tuya ciento de miles (risas). Me dicen: ¿Y la jubilación? Con ella no me alcanza ni para tapar una calle.
–¿Le molesta?
–No, cuando llegue el momento ya se enteraran todos, pero me pillará con las botas puestas.