Cargando...
Sección patrocinada por

cultura

¿Por qué cayó la dictadura de Primo de Rivera?

Poco antes de fundarse la Asociación Militar Republicana, el régimen del general ya se tambaleaba

Última hora La Razón La RazónLa Razón

Poco antes de fundarse la Asociación Militar Republicana (AMR), la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, padre de José Antonio, fundador de Falange Española, ya se tambaleaba. Existían entonces núcleos de militares de izquierda en Cataluña liderados por el capitán de Ingenieros Alejandro Sancho, a los que pertenecían significados oficiales como Pérez Farrás, Medrano, Pérez Salas y Díaz Sandino. Precisamente este último contaba que en 1929, en las postrimerías de la Dictadura, tras una conversación con Alejandro Sancho en Barcelona, había surgido la idea de crear una asociación de militares demócratas y garantes de la libertad dispuestos a derribar como fuera el régimen de Primo de Rivera y la Monarquía que lo amparaba. Sancho había participado en la Guerra de Marruecos en 1924, durante la cual conoció a Mola y a Berenguer. Estaba muy influido por Marcelino Domingo, enemigo acérrimo de Primo de Rivera.

De regreso a su destino en el aeródromo de los Alcázares, Díaz Sandino creó allí la organización con varios compañeros, los capitanes Arturo Menéndez y Pedro Fuentes, a quienes enseguida se unió el comandante Luis Romero Basart y su buen amigo Ramón Franco, el hermano menor de Francisco Franco que había liderado la gesta del hidroavión «Plus Ultra» en 1926.

La AMR alcanzó gran influencia y renombre entre los militares, nutriéndose de otros prestigiosos miembros como el comandante Juan Hernández Sarabia, futuro jefe del Gabinete de Azaña, y los capitanes Pedro Romero, Fermín Galán, García Hernández y Páramos. El proselitismo fue la causa de la expansión de esta asociación liderada entonces por Queipo de Llano, que intentaba aglutinar a los partidos de oposición, republicanos y constitucionales.

Muchos miembros eran aviadores con un sentido del compañerismo muy marcado, lo cual facilitaba las confidencias políticas; además, por razones de adiestramiento en el vuelo, a los jóvenes oficiales se les permitía trasladarse en avión militar a cualquier guarnición de España donde podían llevar a cabo sus tareas propagandísticas y extender la organización. La AMR conspiraba en centros oficiales repartiendo folletos y artículos de prensa que fomentaban la indisciplina y el levantamiento contra el régimen establecido.

La siembra propagandística fructificó rápidamente, pues el 8 de diciembre de 1929 se dio ya un serio aviso al rey Alfonso XIII recibido con frialdad por los oficiales asistentes a la cena de la Inmaculada, patrona de Infantería.

La Dictadura había empezado ya a declinar, pese a que el general saliese reforzado por su victoria en el desembarco de Alhucemas, cuatro años atrás. Los militares africanistas olvidaron entonces sus diferencias con el dictador y se aliaron con él. Pero la reconciliación duró poco. La Dictadura erosionó la fidelidad monárquica de los militares, fortaleciendo la oposición republicana. La figura del rey como defensor del cuerpo de oficiales pasó así a mejor vida tras las impopulares reformas militares de Primo de Rivera, efectuadas con la complicidad de Alfonso XIII.

Una seria advertencia

Los pronunciamientos, que parecían sepultados para siempre en el convulso siglo anterior, florecieron de nuevo en 1925 cuando el coronel de Caballería Segundo García, laureado en las campañas coloniales, se puso al frente de una conspiración contra el dictador, secundado por los también coroneles Pardo y López Ochoa. El complot fue para Primo de Rivera una seria advertencia de lo que se le avecinaba. Pero aun así, aquél siguió adelante con sus reformas pretendiendo que los artilleros e ingenieros dejasen de ascender por antigüedad, como el resto del Ejército. La medida indignó de nuevo al coronel Segundo García. Esta vez la trama conspiratoria era mucho más ambiciosa. Además de López Ochoa, se enfrentaban ahora a Primo de Rivera los dos generales más antiguos del Ejército, Weyler y Aguilera, respaldados por los tenientes coroneles Batet y Bermúdez de Castro, los comandantes Borrero y Sarabia, los capitanes Hernando, Perea y Fermín Galán, y el teniente Rubio.

Pero el pronunciamiento, conocido como «la Sanjuanada», fracasó. Primo de Rivera ya había impuesto su reforma a los artilleros, cuyos jefes y oficiales se encerraron en sus cuarteles mientras los alumnos de la Academia de Segovia se situaban al borde de la sedición. El dictador suspendió entonces de empleo y sueldo a los oficiales no destinados en Marruecos, lo cual suponía accionar un peligroso artefacto en las entrañas de uno de los cuerpos más solidarios del Ejército. La espita que hizo estallar la bomba en enero de 1930.

Militares masones

►Numerosos militares enfrentados al dictador empezaron a ingresar en logias masónicas: los generales Riquelme y Gómez Morato, junto a Núñez de Prado, López Ochoa, Carratalá, Díaz Sandino y Fermín Galán. La masonería se convirtió en un poderoso foco de oposición a la monarquía. En Madrid, empezó a funcionar la logia Danton, frecuentada por los radicales de Lerroux. La masonería caló incluso en el cuerpo naval: en Ferrol actuó la logia Breogán y en Cartagena, la Tolstoi, integrada por radiotelegrafistas, contadores y maquinistas. Las medidas represivas contra los artilleros impulsaron también las adscripciones a la masonería. Sin ir más lejos, Enrique Pérez Farrás ingresó en una logia tras la supresión de los ascensos por antigüedad. El dictador empezaba a ser traicionado también por personas próximas al trono, como el duque de Alba o el general Berenguer. Hasta Alfonso XIII había perdido ya la confianza en él.