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Iturrino, entre amigos y a todo color

El Museo Carmen Thyssen de Málaga confronta al pintor con otros creadores de su tiempo

«Baño», Francisco Iturrino, 1908, óleo sobre lienzo, colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
«Baño», Francisco Iturrino, 1908, óleo sobre lienzo, colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málagalarazon

El Museo Carmen Thyssen de Málaga confronta al pintor con otros creadores de su tiempo.

Hasta el 3 de marzo el Museo Carmen Thyssen Málaga acoge la exposición temporal «La furia del color. Francisco Iturrino (1864-1924)», en la que se aborda la obra del pintor santanderino desde una perspectiva inédita, contextualizando y confrontando a este artista con el panorama español e internacional de su tiempo. Todo ello a través de diálogos con varios pintores con los que compartió amistad, fuentes de inspiración y su pasión por la luz y el color. Entre otros, destacan Matisse, Derain, Maurice de Vlaminck, Zuloaga, Anglada-Camarasa, Regoyos, Nonell, Juan de Echevarría, Vázquez Díaz, Ismael Smith, Fernando de Amárica y Manuel Ortiz de Zárate.

Un retrato que le hizo en 1914 su amigo André Derain, uno de los iniciadores del fauvismo, abre la exposición, que cuenta con la colaboración de la Fundación Bancaria «la Caixa» y la Fundación Cajasol. Se muestran así las conexiones que Iturrino estableció en París con los protagonistas de las corrientes renovadoras del arte de su tiempo. En los primeros años de su carrera el arte español de Anglada-Camarasa y Zuloaga, que triunfaba en París –a donde Iturrino llega en 1895 con 31 años–, con temas del folclore español o la bohemia parisina, serán sus referentes, junto a la visión pesimista de la España Negra de Darío de Regoyos o el retrato de gitanas, en una visión colorista en Iturrino que se enfrenta en la exposición a la más dramática de Isidre Nonell, también contemporánea y que ejemplifica la diversidad de opciones creativas con la que se abre el siglo XX. En París coincidirá también con Picasso. Cuando el malagueño expuso por primera vez en la capital francesa, en 1901, lo hizo en compañía de Iturrino, en la galería de Ambroise Vollard, promotor de ambos artistas.

En Tánger con Matisse

El contacto con los fauvistas, representados en la muestra por Matisse, Derain y Vlaminck, puso desde 1910 a Iturrino en una senda de exploración del uso libre del color que culminaría en sus obras de madurez, las realizadas a propósito de sus estancias en la malagueña finca de La Concepción, a partir de 1913. La relación con Matisse fue decisiva para el pintor santanderino. Juntos viajaron a Sevilla y Tánger, en 1910 y 1912, estancias en las que Iturrino sigue muy de cerca las innovadoras propuestas artísticas del artista francés, revolucionarias y fundamentales para el arte del siglo XX.

Juan de Echevarría –que también le retrataría en 1919– y Vázquez Díaz, ambos amigos suyos, transitaron caminos artísticos diversos, pero coincidieron con Iturrino en sus fuentes en algunos momentos de su producción: el color del fauvismo o el primitivismo en el caso del primero, y Cézanne y sus desnudos, en el segundo. Con Ismael Smith, la exposición «La furia del color» destaca la afinidad en su visión desinhibida y casi procaz del desnudo femenino, muy audaz para su época. Y con Fernando de Amárica y Manuel Ortiz de Zárate, el uso de pinceladas de color sinuosas y vibrantes, y el recurso al color plano y al aspecto decorativo como elementos compositivos.

Viajero empedernido, su búsqueda continua de inspiración artística le llevó a tener una vida nómada, de norte a sur de Europa y España, lo que le permitió forjar unos amplios círculos sociales, un grupo de amigos que fueron un soporte fundamental, especialmente en los últimos años de su vida en los que, aquejado de una grave enfermedad, recibió un generoso apoyo económico a través de una exposición-homenaje, en 1922, con cuya recaudación se pudo instalar en la Costa Azul, en Cagnes-sur-Mer, su último refugio sureño, donde falleció en 1924.

Todas estas amistades, entre las que se incluyen los principales protagonistas de las vanguardias de comienzos del siglo XX o literatos como Unamuno y Gómez de la Serna, y sus puntos de encuentro muestran, en definitiva, que Iturrino, pese a su absoluta singularidad en la España de su tiempo, no fue un artista aislado o al margen de las grandes corrientes pictóricas.

Entre los conocidos y reputados nombres de sus amigos, sin embargo, ha quedado relegado el del pintor santanderino, que esta exposición reivindica con un recorrido por algunas de las mejores obras de su producción en diálogo con su círculo de influencias más directo.