IVAM, treinta años entre la brillantez y la abulia
Se cumplen hoy 30 años de la inauguración del Centro Julio González, el edificio diseñado por los arquitectos Emiliano Giménez y Carles Salvadores y que sirve de emblemática sede principal al IVAM de Valencia. Tras su creación en 1986 y la travesía de un periodo de formación de la mano de Tomàs Llorens y Vicente Todolí, fue la llorada Carmen Alborch la que, como directora, tuvo el honor de iniciar de facto las actividades del centro. Más incluso que el CGAC compostelano, el IVAM simbolizó durante los años 90 el sueño de la revolución cultural prometido por el estado de las autonomías. La suya fue una apuesta ambiciosa que osaba discutir a Madrid el monopolio de la vanguardia artística. La trayectoria del IVAM durante estas tres décadas de actividad se puede calificar como meándrica, con picos de brillantez y profundos valles de abulia y de depresión. El puesto de director ha sido desempeñado por perfiles tan dispares que, contemplados con perspectiva temporal, elaboran un relato incoherente e irreductible a un denominador común. Junto a gestores brillantes como Todolí y Alborch, y críticos y teóricos de contrastada solvencia como Llorens, José Francisco Ivars, Juan Manuel Bonet o Kosme de Barañano, chirría una presencia como la de Consuelo Ciscar –directora entre 2004 y 2014–, de perfil más político, que le restó identidad y autoridad intelectual a un proyecto que ya había conseguido lo más difícil: articularse como una de las marcas imprescindibles del panorama artístico europeo. El nombramiento de José Miguel G. Cortés como sustituto de Ciscar, en plena crisis y con presupuestos menguantes, supuso una vuelta al rigor y al relato primigenio y esencial del IVAM. Explotando al máximo las posibilidades de las más de diez mil obras que conforman los fondos, y potenciando el perfil del centro como espacio de discusión y producción de teoría, el IVAM vuelve a estar en la agenda internacional, a repuntar como paradigma de una alternativa cultural periférica. Pese a las restricciones económicas que restringen la capacidad de acción de cualquier espacio cultural, el IVAM posee dos activos incuantificables: su mitología como un modelo de gestión emblemático de la España democrática; y una colección plagada de firmas icónicas del arte moderno y contemporáneo: Julio González, Picabia, Man Ray, Brancusi, Paul Klee, Rauschenberg, Equipo Crónica, Arroyo y un largo etcétera. El IVAM ha sido el espejo en el que se han mirado muchos de los proyectos periféricos que han visto la luz durante el último cuarto de siglo a lo largo y ancho de la geografía nacional. La celebración de su 30 aniversario es algo que trasciende a la propia comunidad valenciana y que despierta el aplauso de todo el mundo del arte español. Ni la crisis, ni el intrusismo ni la mala gestión han conseguido hundir una prodigiosa idea con mucho futuro por delante.