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James Ellroy : "Me gusta pelear, odio perder y nunca me rindo"

Con «Esta tormenta» (Random House) el autor disecciona el pasado a la vez que reniega del ahora a través de sus recuerdos en Los Ángeles, donde vive desde 1948, como escenario.

Foto: Rubén Mondelo
Foto: Rubén Mondelolarazon

Con «Esta tormenta» (Random House) el autor disecciona el pasado a la vez que reniega del ahora a través de sus recuerdos en Los Ángeles, donde vive desde 1948, como escenario.

El color de su obra, más negro que un tizón, contrasta con el de su camisa hawaiana. Pero no ensombrece la firmeza con la que asegura que sus libros pasarán a la historia de la ficción norteamericana. La continuación de «Perfidia» está ambientada en la Segunda Guerra Mundial, donde Ellroy combate con su puño y letra para relatar cómo su ciudad cabecea tras el shock de Pearl Harbour, disparando balas en forma de palabras. Hay campos de internamiento para los japoneses afincados en Estados Unidos. Hay cadáveres. Hay sangre. Hay fuego. Hay indicios de que el caos se avecina...

–¿Es mejor que el orden?

–Dentro de ese caos debe haber claridad, es necesario el orden, porque el lector tiene que poder encontrar un camino para moverse a través de un libro en el que se habla de corrupción, de ideologías aberrantes como el fascismo o el comunismo, de grandes investigaciones policiales y también del amor.

–¿Qué diferencias existen entre vivir en 1942 y hacerlo en la actualidad?

–No pienso nada sobre el presente, no opino, no me preocupa la política actual. Me gusta vivir en esta época para poder echar la vista atrás y escribir del pasado.

–¿Por qué huye del presente?

–No huyo, simplemente no me importa.

Usted no tiene ordenador, ni móvil, ni televisor. ¿Cuál es la ventana por la que se asoma al mundo?

–No me asomo. Tengo un teléfono fijo, una asistente que me ayuda, amigos, una novia... No estoy totalmente aislado.

¿Pero vive en la realidad o en la ficción de sus obras?

–Vivo en mi imaginación.

–A lo largo de estas 672 páginas cuenta cómo EE UU fecunda nazis, comunistas y farsantes que pretenden hacer negocios a costa de las diferencias raciales. Es el auge del populismo, que ha vuelto a eclosionar. ¿Cree que habrá una tercera guerra mundial?

–No lo sé. Para mí sigue siendo 1942.

–¿Sus personajes se parecen a usted?

–Bastante. Soy una buena persona, igual que Jackson. Tengo facilidad de palabra y manejo bien el lenguaje, como Smith. Mi mente es astuta y precisa, como la de Ashida. Y soy provocador, como Conville.

–¿Qué siente hacia sus libros?

–Estoy muy orgulloso de ellos. Quedarán para los anales de la historia de la ficción norteamericana.

–¿Queda con las musas para que le inspiren?

–Dios me ha dado un don, el del narrador.

–¿Usted cree en Dios más que en sí mismo?

–Sí.

–¿De verdad considera, como recoge en el comienzo de su libro en una frase de Mussolini, que solo la sangre mueve las ruedas de la historia?

–No, esa frase es de Mussolini, no mía.

–¿De qué le salva escribir?

–No me salva de nada. Es la forma mediante la que expreso la belleza y lo maravilloso del mundo. Nací para ser novelista, para ejercer un oficio solitario de arte y vocación. Prefiero escribir antes que leer.

–Han pasado cinco años desde su última novela. Este libro forma parte del segundo «Cuarteto de Los Ángeles». ¿Para cuándo los dos volúmenes finales?

–Pienso que en dos años y medio habré terminado el siguiente, pero no sé exactamente cuándo.

–«La dalia negra», «L.A. Confidential», «América», «Mis rincones oscuros», «Seis de los grandes», el Premio Pepe Carvalho... Después de tantos libros exitosos y tantos reconocimientos, ¿qué es lo más importante que le ha enseñado la vida?

—A tener fe y a confiar en Dios.

¿Qué tal se lleva con la fama?

–La fama es relativa. Tampoco soy Brad Pitt ni ninguna estrella de cine a la que reconozcan por la calle. Estas giras de promoción literaria están muy bien, pero me resulta más satisfactorio llegar por la noche a la habitación y pensar en cómo estructurar el siguiente día de trabajo.

–¿Cómo piensa que se le recordará?

–Probablemente como el escritor que llevó la novela negra a su máximo nivel.

–Parece un tipo duro.

–Soy muy resistente, aguanto bastante. Me gusta pelear, odio perder, no me importa que me hagan daño y nunca me rindo.

–¿Y qué le ablanda?

–Las historias de amor que cuento en mis obras.

Después de «Esta tormenta», tampoco llegará la calma.

–¡No! Aún me faltan dos libros más.