Javier Menéndez: «No es verdad que el público de ópera sea conservador y cerrado»
Director general del Teatro de la Maestranza
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Javier Menéndez cogió las riendas del sevillano Teatro de la Maestranza en enero y, desde entonces, está empeñado en situarlo en la primera línea de los coliseos líricos de Europa. Potencialidades no le faltan a un espacio que próximamente cumplirá su 30 aniversario.
–Hace nueve meses que ganó el concurso público para cubrir el puesto de director general. ¿Cuál es el balance?
–Evidentemente, muy positivo. Se trata de un teatro de alto nivel. Profesionalmente, la gente responde de inmediato y me he sentido arropado por todos desde el primer momento. Eso ha compensado la cantidad de trabajo que tuvimos que abordar. Tengo un equipo con una altísima capacidad, responsabilidad, compromiso, iniciativa y ganas de emprender nuevos retos.
–Tenía referencias del Maestranza. ¿Se corresponde esa imagen con lo que se encontró finalmente?
–El teatro, independientemente del discurso artístico que ejecute, tiene una estructura humana detrás que está muy por encima de todo eso. Al final lo importante es cómo se ejecutan los espectáculos, con independencia de que la línea artística sea una u otra, lo cual está muy bien. Si hubiera un cambio artístico el equipo se bloquea. El Maestranza es un teatro que funciona estupendamente a nivel técnico y administrativo, y a todos los niveles.
–Busca una mayor vocación internacional. ¿De qué manera se consigue?
La crisis ha sido letal. Este teatro ha tenido y tiene una vocación internacional, lo que pasa es que hay momentos en los que te obligan a retirarte del mapa. O a lo mejor los determinados criterios artísticos te llevan por otro lado. Mi percepción, cuando trato con mis colegas a nivel internacional, es que el teatro tiene un nombre.
–Quiere traer a Sevilla espectáculos que aporten algo nuevo. En una ciudad donde tiene un peso tan importante la tradición, ¿hay cabida para las nuevas propuestas?
–Absolutamente. En todos los sitios tienen cabida los nuevos espectáculos de calidad y de nivel, que te sorprenden, estimulan y te hacen reflexionar y disfrutar. Eso es una garantía absoluta de éxito en cualquier sitio. En Oviedo, que es una ciudad de provincias, hicimos un estreno mundial el año pasado y fue recibido con mucho entusiasmo. Al final tendemos a pensar que el público de la ópera es conservador, cerrado y con pocas ganas de descubrir. Creo que eso no es verdad. El público reacciona inmediatamente cuando das un espectáculo que valga la pena.
–La temporada 2019/2020 incluye novedades como el musical «West Side Story». ¿Cómo la definiría?
–Hemos tratado de hacer un discurso que sea bastante diversificado, con la idea también de atraer a públicos que de una manera natural no se sienten vinculados a un teatro lírico. Hacemos un musical, pero es que «West Side Story» es posiblemente una de las obras maestras del siglo XX. No sé si es un musical u ópera. En el programa lo hemos denominado como teatro musical. Es una obra maestra que merece estar en este escenario sin duda. A nivel operístico, hacemos un discurso bastante variado en el que cabe el repertorio romántico francés y el italiano. Cerramos con «La traviata», que hace nueve años que no se ve en este escenario y es un título recurrente, muy popular y atractivo. También regresa al Maestranza el barroco escenificado. Si algo te permite el barroco es despertar la creatividad de los grandes directores de escena. Esto se va a hacer con «Agripina». La Orquesta Barroca de Sevilla estará en el foso. Teníamos que hacer este gesto de incluirla en la programación.
–¿Las óperas clásicas siguen funcionando?
–Sí, aunque no hay unanimidad en cuanto a los títulos. Hay algunos que sí, como «La traviata» o «La bohème». Son una apuesta segura y va gente que nunca ha ido a la ópera. Hay muchísimos títulos por descubrir que son éxito seguro en un teatro. Ese repertorio hay que indagarlo y descubrirlo. Tenemos que hacer ese proceso con nuestro público de la mano. Hay que abrir un camino de sorpresa. Por ejemplo, «Agripina», que tiene tres siglos, la hacemos con una estética absolutamente moderna.
–El público joven le viene dando la espalda a la ópera. ¿Qué argumentos hay que ofrecerle?
–El secreto está en meterlos en el teatro. Siempre que ofrezcas un espectáculo de calidad, les sorprende. La gente joven es muy receptiva, abierta a recibir estímulos diferentes. Cuando se enfrentan a un espectáculo operístico la reacción es de gran impacto. Solo la liturgia de acceder al teatro para ellos ya es una experiencia impactante. Luego hay una orquesta en directo, unos señores que cantan en un código exagerado, pero por ser así resulta atractivo. La escenografía, la luz está muy trabajada, hay una labor audiovisual a nivel de vídeo muy importante. Hay que acertar con la estética. No puedes dar un espectáculo pasado de época. A los jóvenes hay que hablarles en su idioma. Tenemos que conseguir que vean esto como una posibilidad dentro de su oferta multidisciplinar.
–El Maestranza no puede obviar el flamenco.
–Absolutamente. De todas formas para eso está la Bienal, que cada dos años tiene una presencia permanente no solo en el teatro, sino en toda la ciudad. En nuestro discurso artístico de temporada siempre hay una presencia bastante clara del flamenco. Por ejemplo, tenemos a María Pagés, Sara Baras y Mayte Martín. Me gusta la fusión de diferentes ámbitos. Tenemos que indagar en eso, sin olvidarnos del flamenco más tradicional.
–La crisis se cebó con la cultura y las administraciones recortaron en este ámbito. ¿Está satisfecho con las aportaciones de las instituciones públicas al teatro?
–Siempre queremos más. Ahora estamos en la plataforma de lanzamiento. El compromiso de una mayor financiación existe. Nos hemos metido en un proceso de prórrogas presupuestarias y al final no se ha concretado. Lo que tenía que ver con saldar las deudas históricas que venía acumulando el teatro, eso sí se ha materializado.