Joaquín Camps: "Hay escritores aburridos porque están encantados de conocerse"
Acaba de recibir el Premio Azorín de Novela por un «thriller» lleno de giros de argumento. Defiende la literatura que engancha.
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Acaba de recibir el Premio Azorín de Novela por un «thriller» lleno de giros de argumento. Defiende la literatura que engancha.
Hoy se pone a la venta «La silueta del olvido», de Joaquín Camps, Premio Azorín de Novela 2019, una historia más adictiva que las series de Netflix que inspiran a su autor. Su protagonista, la hosca y coja inspectora Claudia Carreras no es lo que parece. Pero es que en este libro nada lo es.
–¿Buscaba un texto adictivo?
–Escribo el libro que me gustaría leer y necesito que me entretenga, es una condición necesaria pero no suficiente. Sé que es un tópico pero me gusta mantener al lector en vilo, tenerle enganchado. Después doy profundidad a los personajes. Y finalmente busco dar un hachazo al lector que le haga pensar de vez en cuando.
–¿Cuál es la génesis de la historia?
–No la puedo contar completamente... porque la destripamos. Pero puedo revelar que es una paradoja moral muy clara. Ese es el germen de la novela. Y desde ahí creo la historia.
–¿Trata sobre el bien y el mal?
–Sobre qué es lo correcto. Se produce una situación en la que un personaje sabe qué es lo correcto en teoría pero que, en la práctica, si te sucede a ti... ¿qué harías? Me interesa la filosofía moral y me lo he planteado muchas veces.
–¿Cómo llegó a esa paradoja?
–La verdad es que esta vez no lo sé... Yo soy catedrático de Economía y doy clases de innovación o creatividad en la universidad. He leído bastante sobre la teoría de la creatividad. Y desde que escribo me he dado cuenta de que es cierto que existen flechazos o ideas que vienen a la cabeza y que son cosas que has metido en tu mente y que en un momento dado resurgen transformadas.
–Escribir no es su ocupación prioritaria.
–No, yo soy profesor y la literatura es para cuando quiero, como quiero y lo que quiero. Tengo libertad, pero es cierto que se convierte en una adicción y en algún momento se vuelve profesión.
–¿Cuál es su relación con la literatura?
–Empecé a escribir tarde, con 38 años. Nunca había tenido ni un diario, ni hice cursos ni nada, pero me aventuré y he descubierto que escribiendo es un momento en el que pierdo la noción del tiempo y de la realidad. Antes escribía en secreto, ahora es un momento de desconexión fantástica.
–¿Le sucede con otra actividad?
–Dando clase también me sucede, pero cuando leo en entrevistas o biografías que hay escritores que hablan de la literatura como una especie de carga, o de parir entre dolores una novela... yo sé que si no disfrutara escribiéndola, dejaría de hacerlo.
–¿Cree en la distinción entre la alta y baja literatura?
–Trato de olvidarme de eso, leo sin prejuicio. He leído superventas que cumplen con los tópicos del mal libro y otros excelentes. Y también supuesta gran literatura con la que no he podido. El prejuicio de la gran literatura contra el argumento entretenido me molesta mucho. No digo que yo lo haga o lo haya conseguido, aspiro a ello, pero lo que no soporto es un libro muy bien escrito que luego no cuente nada que me interese, porque entonces es que el escritor está encantado de conocerse. Tiene que hacer el esfuerzo de enganchar al lector.
–Parece que enganchar al lector es como si te lavaran el cerebro.
–La moda de ser alternativo que es agotadora. Te tiene que gustar lo que no le gusta a nadie. Y hay gente tan tan alternativa que termina por ser corriente. Mira: ¿está la novela bien escrita? Perfecto. Pero, ¿cuenta algo interesante?
–¿Qué la hace interesante?
–A mí lo que me gusta es generar emociones y reflexión. Las primeras porque enganchan y las segundas porque es lo que uno se queda cuando cierra el libro.
–¿Qué emociones mueven la novela?
–He intentado que el lector tenga, hacia un par de personajes, una montaña rusa emocional. Que los odie, pero luego se dé cuenta de que son un demonio. Lo he intentado con dos personajes, que pasen del amor al odio, de la atracción al rechazo.
–Ser profesor y experto en grupos ¿le sirve?
–Mi especialidad es la Economía y la gente piensa que eso es solo hacer integrales. Pero hay un componente del factor humano en las organizaciones que también es muy interesante. Y para hablar de eso hay que saber de sociología y de psicología. Y es verdad que puede que no conscientemente, pero tengo, después de veintitantos años de investigación del comportamiento en organizaciones, un bagaje que me ayuda a reflexionar sobre la naturaleza humana y me ayuda con la psicología de los personajes. Una cosa que busco como lector es que los personajes sean consistentes. Me preocupa conseguirlos.