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Juan Mayorga: «No podemos banalizar lo que está pasando»

Con una agenda de estrenos frenética y con «Intensamente azules» empezando a andar, el autor opta mañana, junto a Dolores Corbella, a ocupar al sillón «M» de la Real Academia Española.
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Con una agenda de estrenos frenética y con «Intensamente azules» empezando a andar, el autor opta mañana, junto a Dolores Corbella, a ocupar al sillón «M» de la Real Academia Española.
Cuesta encontrar un hueco para dar con un dramaturgo que, cuando la gripe se lo permite, no para. Ni «Himmelweg», ni «Más ceniza», ni «El chico de la última fila». Juan Mayorga (Madrid, 1965) es un tipo familiar. Si no lleva «a la pequeña» al baloncesto, es «a la mediana» al volley, y, entre medias, celebra los 53. «Y luego están las clases, los coloquios y los viajes a los que me invitan cuando hay un estreno», que no son pocos en los últimos tiempos: Bremen, Costa Rica, México, Chicago, Buenos Aires, Italia, Turquía, Tesalónica... Suerte que no sea escrupuloso con sus textos: «En absoluto, tienen cosas que un autor desconoce y me interesa que me sorprendan».
–¿Y cuándo escribe?
–Después de mi familia, es la prioridad.
Y en ésas ya tiene en el disparadero «La intérprete», «El golem» y «El mago»; más «Famélica» (Teatro del Barrio), «El cartógrafo» (de gira) e «Intensamente azules», que comenzó a ensayar el lunes en La Elipa con César Sarachu. Y de remate una candidatura al sillón «M» de la RAE que se toma con «mucha cautela» y que mañana se decide entre él y Dolores Corbella. Aun así, el hueco aparece en pleno derbi madrileño.
–Espero que no sea demasiado futbolero.
–Pues me gusta bastante.
–Lo siento entonces.
–No pasa nada. Además soy del Madrid aunque gracias a que mi abuelo me llevaba al Calderón puedo decir que vi meter un gol de falta al gran Luis Aragonés.
–Un honor. Da la impresión de que no le gusta hablar de sí mismo, ¿es así?
–No sé si soy introvertido, pero creo que tengo la suerte de contar con el teatro para expresarme y quizá por ello tenga tendencia a no levantar la voz de otro modo.
–¿Por prudencia?
–No. Recuerdo que mi padre decía: «Mil veces me arrepentiré de haber hablado y nunca de haber callado». Yo rectificaría esa expresión porque a veces uno lamenta haber callado. El silencio es culpable cuando se produce un asentimiento implícito.
–Cuénteme novedades de «Intensamente azules».
–Una experiencia propia.
–Siempre partiendo de la anécdota.
–Sí. Los argumentos te asaltan aunque no los estés buscando. En este caso fue algo que me sucedió hace dos Semanas Santas. Se me rompieron las gafas y recordé que las de natación eran graduadas (y azules). Entonces, no para sorpresa de mi mujer y sí de mis hijos, me las puse y pasé varios días con ellas. Hice vida normal y me ocurrieron muchas cosas interesantes porque uno descubre que su visión del mundo es alterada y que cambia el modo en el que los demás le miran a uno.
–¿Le reconocieron?
–No diré dónde estaba, pero no se dio el caso. Sí percibí que algunos se apartaban, como si fuera peligroso, y otros se acercaban para ayudarme, pero a nadie se le ocurría que las llevaba para no romperme la crisma. Esas situaciones, más otras que empecé a imaginar, sobre la vida con gafas azules dieron lugar al texto que editó La Uña Rota. Animo a cualquiera a que lo haga para empezar a ver las cosas de otro modo. El mundo puede tener diferentes colores. Y, además, es una experiencia muy divertida.
–¿Y para cuándo lo veremos?
–Estrenamos el 8 de junio en Torrelodones.
–¿Y en Madrid?
–No hay nada cerrado, aunque tenemos la impresión de que va a girar.
–Probablemente, ya sabe que Juan Mayorga vende mucho.
–No estoy seguro...
–Su nombre es un fijo si se aborda la dramaturgia española contemporánea.
–De lo que soy consciente es de que ese teatro está en un momento interesante. Me siento contento de estar en ese grupo y de que alguna gente me respete.
–Para respeto, optar a entrar en la Real Academia. ¿Qué le viene a la cabeza?
–Varias cosas. La primera, poner en valor a Dolores Corbella, compañera de candidatura y una persona con un currículum magnífico. Lo que suceda lo daré por bueno. Por otro lado, cuando algunos académicos (Sánchez Ron, Anson y Mateo Díez) me animaron a dar ese paso sentí que había otras personas que lo merecían antes que yo, pero si se diese el caso... Pues mucha emoción y agradecimiento. Por lo demás, entiendo que buena parte de mi trabajo como dramaturgo es el examen de las palabras, lo que las personas hacemos con ellas y lo que ellas hacen con las nosotros. Siempre llevo una libreta en la que anoto las cosas que imagino y que me pasan. No hago un viaje en metro sin captar algo que he oído. Quizá esa experiencia de examinador de las palabras en su uso pueda ser útil a la Academia.
–Lo de poner la oreja en el metro es de tener alma de cotilla. Eso sí, muy bien reconducido.
–Yo lo diría de otro modo, siento curiosidad por el ser humano. Y ahí es donde comienza el teatro, un mirador a la existencia del hombre, ya lo decía Ortega en «Idea del teatro». Nos permite examinar la vida. Aquellos que estamos interesados en el teatro sentimos un especial interés por las acciones humanas.
–¿Cómo ve España, es de comedia o de drama?
–Tenemos que tomarnos todo muy en serio, reflexionar y escuchar. No podemos banalizar lo que está pasando. Es importante que cada uno se pregunte cómo es capaz de tejer comunidad desde su pequeño lugar.
–¿Cómo han influido los clásicos en alguien que escribe de todo lo que le rodea?
–Decisivamente. Mi trabajo como adaptador ha sido mi mayor escuela en dos sentidos: en uno técnico, en el que los clásicos te adiestran, y en otro moral, cuando uno se ha acercado a estos grandes textos se da cuenta de hasta qué punto el teatro se ha convertido en un archivo de la existencia humana. El horizonte del escenario está siempre en Atenas, allí reunían todo lo que yo entiendo como los cuatro grandes pilares del teatro al que aspiro: acción, emoción, poesía y pensamiento.
–Partiendo de esa importancia en las sociedades, dentro de la RAE no se refleja. Desde que falleció Nieva, solo queda José Luis Gómez –director y actor– como hombre de teatro.
–Maestro al que admiro, pero la Academia siempre ha tenido un enorme respeto por la literatura dramática, que ha sido muy importante: Nieva, Buero Vallejo, Fernán Gómez...
–«M» de Mayorga. ¿Le suena bien?
–Cualquiera de las letras mayúsculas y minúsculas son bonitas. Quienes sentimos pasión por las palabras admiramos todas.