Teatro

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La peor pesadilla de Calderón

Helena Pimienta se despide de la Compañía Nacional con un nuevo montaje de «La vida es sueño», la obra que ya dirigió en 2012 y que recibió un notable éxito

Alejandro Pau interpretará a Segismundo en el nuevo montaje de «La vida es sueño»
Alejandro Pau interpretará a Segismundo en el nuevo montaje de «La vida es sueño»larazon

Volviendo al texto en el que inició su andadura al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hace ocho años y prácticamente con el mismo equipo artístico que la acompañó en aquel montaje, ha querido despedirse de la institución y cerrar en ella su personal ciclo la directora Helena Pimenta. No obstante, aquella y esta son dos propuestas con algunas diferencias significativas, según los principales responsables de ambas. Si en la primera aproximación a «La vida es sueño» el peso actoral recaía en la experimentada Blanca Portillo haciendo el papel de Segismundo, que se convirtió en todo un reclamo para el público, esta vez Pimenta ha querido leer a Calderón de la Barca de una forma mucho más coral, con el fin de poner sus versos al servicio de los intérpretes más noveles.

«Puedo simplificarlo diciendo que el anterior montaje era más narrativo y más historicista, y este me parece que presenta el alma de una manera más desnuda», dice la directora, consciente del riesgo que asume regresando de nuevo al mismo texto. «Sé que volver a “La vida es sueño”, teniendo en cuenta que la otra vez salió bien, podía ser un lío, o hasta un suicidio –confiesa la directora entre risas–; pero tuve una especie de intuición y finalmente la elegí como despedida, con el objetivo de pasar este tesoro del teatro universal a los jóvenes, para que se lo apropien desde el escenario con rigor, respeto y osadía. Es una obra, como todas las grandes, que, cuanto más la lees, más te aproximas al fondo y, cuanto más la mezclas con las experiencias personales del equipo o de los actores, más te demuestra que está presente en tu vida diaria». Una diferencia fundamental entre el montaje de 2012 y este que se estrena hoy es que el anterior ocupó la sala principal del Teatro de la Comedia y el nuevo se representará en la pequeña sala Tirso de Molina. «Eso ha determinado también la propuesta –afirma Pimenta–. Aquí estás en primer plano; escuchas al actor a un palmo de distancia y ves todos sus gestos. Apenas hay elementos escenográficos; todo se basa en la proximidad del público con ese espectador».

Una criatura manipulada

Juan Gómez-Cornejo en la iluminación y Nuria Castejón como coreógrafa repiten de nuevo en el equipo artístico, mientras que Eduardo Vasco sustituye en el diseño del espacio sonoro a Ignacio García, cuyos compromisos al frente del Festival de Almagro le han impedido sumarse al proyecto. En cuanto al vestuario, inspirado en la estética de comienzos del siglo XX, esta vez viene firmado por Mónica Teijeiro, que también se ha ocupado de la escenografía. Cambios mínimos, en cualquier caso, para llegar a la esencia del texto y, como dice la directora, «reivindicar a la criatura humana, tan maltratada, tan manipulada y tan engañada por el propio mundo».

En este propósito de hacer emerger a la superficie todo el pensamiento calderoniano, ha jugado una baza importante Juan Mayorga, responsable otra vez de la versión, que ha perdido en torno a 120 versos con respecto a la anterior y en la que el académico se ha reencontrado con un autor «vanguardista y radicalmente contemporáneo del que aún queda mucho por descubrir». Asegura Mayorga sentir «envidia en cada línea, en cada situación y en cada rasgo de los personajes» que dejó escritos Calderón. La capacidad del poeta madrileño a la hora de plantear «la dificultad del pensamiento para distinguir la realidad de las construcciones con que el poder la suplanta» y también a la hora de interrogarse, e interrogarnos, «sobre qué es aquello que nos hace realmente humanos» son los dos aspectos que convierten «La vida es sueño» en una obra enorme, a su juicio, «que contiene todo lo que yo admiro y persigo en el teatro: acción, emoción, poesía y pensamiento», explica el dramaturgo.

Ideas con coherencia

Mayorga, que alaba el hecho de que Helena Pimenta haya querido despedirse de la Compañía Nacional «trabajando con los jóvenes y apostando por el futuro», cree que hay dos grandes y principales ideas relacionadas con la moral que pueden inferirse del texto de Calderón: «Una es que cada ser humano supone un límite infranqueable para cada uno de nosotros; la otra es que perdonando nos hacemos humanos». En lo relativo a la puesta en escena, comenta el dramaturgo que «ninguna es la óptima; solo se puede exigir a cada una que sea coherente, y esta lo es».

En cuanto al elenco, formado por doce actores «que vienen cada vez mejor preparados», según la directora del montaje, Alejandro Pau, en el papel de Segismundo, e Irene Serrano, como Rosaura, son algunos de los protagonistas de una propuesta en la que, no obstante, tal y como explica Pimenta, «las escenas están muy coreografiadas y todos encarnan, además de su personaje individual, otro que actúa de forma coral». Serrano asegura que la juventud del reparto hace que «los actores afrontemos este trabajo con menos tablas y menos técnica, pero con el mismo rigor profesional» que lo haría la compañía adulta. Para Pau «es un regalo y un privilegio» tener la oportunidad de protagonizar en la Compañía Nacional una obra que considera prodigiosa por «el mix que hay en ella de poesía y profundidad y que se mantiene de principio a fin durante toda la función».

Lluís Homar entra en escena

En el último montaje que presentaba Helena Pimenta en la que ha sido su casa durante ocho años, ha estado acompañada por su sucesor al frente de la CNTC, Lluís Homar, que destacaba en el acto «la facilidad con la que se ha producido la transición entre ambos». Y señalaba el actor y director catalán que «no hay un final y un principio de dos etapas, sino una continuidad para seguir trabajando por la institución».